Con poco más de un siglo de existencia, el feminismo perdura en América Latina y el mundo, pero su vida como ideología reivindicadora de las mujeres simula un efecto de olas encrespadas, con puntos elevados y vertiginosas caídas.
Así define la antropóloga y feminista mexicana Marcela Lagarde esa "crítica persistente de la modernidad", que a inicios del siglo XXI vive un momento inusual por la diversidad generacional de sus militantes, y su extensión, a través de los estudios de género, a otros espacios sociales, académicos y de producción científica.
"El feminismo no muerde", enfatiza Lagarde, profesora de la Universidad Nacional Autónoma de México y una de las promotoras de la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, vigente desde el 2 de febrero del 2007, y de la introducción del delito de feminicidio en el Código Penal.
Lagarde, presidenta de la Red de Investigadoras por la Vida y la Libertad de las Mujeres conversó con IPS durante su visita a Cuba.
IPS: ¿Cuáles son las causas de la permanencia de los prejuicios hacia el feminismo, incluso entre los mismos movimientos de mujeres o en países como Cuba que promueven políticas a favor de la población femenina?
MARCELA LAGARDE: No ha habido una continuidad en la transmisión del papel del feminismo en la cultura moderna. Pareciera que hubiera etapas en las que se pierde la memoria histórica y luego hay que volver a recuperarla. Como el feminismo es una crítica de la sociedad patriarcal, ha sido percibido como peligroso por quienes están de acuerdo o asumen como inevitable la sociedad, cultura y poder patriarcales.
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El feminismo hace la crítica del patriarcado como una construcción metapolítica que atraviesa sociedades y épocas, y propone alternativas concretas. El poder patriarcal es un poder monopolizado por los hombres. Se esgrimen también otros valores y alternativas que pueden ser percibidas como peligrosas, que muerden, porque están destinadas a eliminar la dominación de género.
Quienes no están de acuerdo hacen lo que siempre se hace en la lucha política: idealizar al enemigo, en este caso, las mujeres y feministas. Les plantean atributos y características peligrosas y muchas falsedades. Previamente, hay una cultura bastante misógina, sexista, machista. A esa misoginia social se suma la misoginia política que es el antifeminismo.
IPS: ¿Cómo define al antifeminismo? ¿Cuánto se ha extendido?
ML: ES la deslegitimación de lo que el feminismo ha aportado a la humanidad. Se trasmite ahora en mujeres y hombres, porque las mujeres en las sociedades patriarcales hemos sido educadas y socializadas para funcionar patriarcalmente. Algunas devenimos feministas, pero eso implica un conocimiento distinto para criticar nuestra propia cultura, identidades y condición de género, que tiene una enorme impronta patriarcal.
Toda esa ignorancia generalizada contribuye al antifeminismo. Desde el poder dominante, constantemente hay una política antifeminista extendida y extensiva. Repetimos prejuicios que nunca hemos corroborado, pero los tenemos como parte de nuestras ideologías y cultura en que vivimos.
El humor está cargado de misoginia y de misoginia política, con las comparaciones permanentes, que la gente repite, y es parte de la cultura de masas. No tenemos la fuerza cultural tampoco para contrarrestarlo a cada paso con un discurso propio.
IPS: ¿Qué ha significado para las mujeres contemporáneas la invisibilidad del feminismo?
ML: Determinados grupos de mujeres van naciendo o desarrollándose con avances ya logrados por el feminismo desde el siglo XVIII, pero no los ponderan ni valoran porque ya los tienen: educación, acceso al mundo laboral, empleo, ingreso o participación política.
Tuvimos que aprender, sobre el feminismo, investigando por nuestra cuenta para saber qué había pasado, porque no lo enseñaban en la escuela ni en las universidades. No se transmite de una generación a otra, como los conocimientos de ingeniería o ciencia de la física.
Este esquema muy androcéntrico provoca una ignorancia enorme por parte de mujeres y hombres sobre el feminismo y su contribución a la modernidad. Ahora ya estamos logrando que se incorpore este saber en las universidades, pero todavía no está en la educación primaria ni secundaria. En muchos países, no es hasta el posgrado que hay materias, seminarios, cátedras de género y feminismo.
IPS: ¿Y en la práctica? ¿Podría hablarse del feminismo como un cambio de vida y alianza entre mujeres?
ML: Ayuda a vencer la misoginia contra las otras mujeres y una misma, favorece el acercamiento e intercambio de ideas, sobre lo que cada una ha avanzado en su propia vida. Las mujeres feministas hemos aprendido mucho de otras mujeres por nuestro método de trabajo.
Además de lo académico, tenemos muchos espacios de encuentros íntimos entre mujeres, donde aprendemos unas de otras y nos apoyamos. Todo ese apoyo formidable nos empodera porque desarrolla una fortaleza interior y luego social muy importante: una fortaleza de afirmación de género que te autoriza y valora como mujer en un mundo que nos ataca todo el tiempo.