Argentina y China, ambos en desarrollo pero con enormes asimetrías, buscan un nuevo modelo de relación que supere el esquema tradicional de intercambio de materias primas por bienes industrializados.
Pero los resultados de la visita que realizó esta semana a China la presidenta de Argentina, Cristina Fernández, revelan que el proyecto aún se limita al discurso. En los hechos, el balance comercial es deficitario para este país sudamericano y lo seguirá siendo. El Instituto Nacional de Estadísticas y Censos indicó que desde 2008 el comercio bilateral no favorece a Argentina. En 2009, mientras este país vendió a China por 3.698 millones de dólares, importó por 4.823 millones de dólares de ese destino.
Durante la visita, los gobiernos se comprometieron a impulsar el crecimiento y la diversificación del comercio y las inversiones en forma "armónica y equilibrada", según la declaración conjunta que suscribieron Fernández y su par chino, Hu Jintao.
"Necesitamos hacer una relación comercial diferente", planteó Fernández. "El 82 por ciento de nuestras exportaciones son cuatro productos de bajo valor agregado y 98 por ciento de las exportaciones chinas son muchísimos productos con mucho valor agregado", remarcó.
Los dos gobiernos crearon una comisión permanente para el comercio bilateral. En tanto, los principales convenios firmados fueron por la compra por parte de Argentina de vagones, rieles y locomotoras para subterráneos, trenes de carga y pasajeros de la red nacional por valor de 9.500 millones de dólares, financiados por China.
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Suscribieron, además, acuerdos de cooperación para la proyectada inversión china en infraestructura de transporte incluso en un tren subterráneo que uniría Retiro, la terminal ferroviaria del centro de Buenos Aires, con el aeropuerto internacional de Ezeiza, a unos 40 kilómetros de esta capital.
Más allá de estos proyectos, aún en el papel, se entiende que es favorable para Argentina la compra concretada que apunta a modernizar el sistema de transporte y las condiciones del préstamo, con tasas de interés bajas y cuatro años de gracia.
Pero la operación en sí pone de manifiesto las asimetrías que subsisten en el intercambio bilateral ya que profundizará el déficit de la balanza comercial.
Argentina vende a China principalmente porotos y aceite de soja por unos 2.000 millones de dólares, y en menor medida petróleo.
Hace tres meses, China suspendió las compras de aceite argumentando cuestiones sanitarias, pero algunos analistas aseguran que sería en represalia por supuestas limitaciones argentinas a la entrada de textiles, calzados, juguetes y otros bienes procedentes del gigante asiático.
Argentina colocó su aceite en India, pero el conflicto con China, que no se resolvió en esta visita, alertó sobre cierta fragilidad en el vínculo comercial. "Debemos vernos como socios, no como clientes", distinguió la presidenta Fernández en Beijing.
La relación entre Argentina y China tiene gran potencial, opinó la cubana Maya Alvisa Barroso, profesora de historia de China de la Escuela de Estudios Orientales de la privada Universidad del Salvador, de Buenos Aires.
"China es hoy la segunda economía del mundo después de Estados Unidos, pero no pretende ser una potencia hegemónica, quiere dar un fuerte impulso a las relaciones Sur-Sur", destacó la experta en entrevista con IPS.
Ese país "absolutamente abierto a buscar mercados en todos lados", añadió. "Pero a diferencia de lo que hace en África, donde lo que busca es mano de obra barata, en América Latina le interesan los recursos naturales", remarcó.
La experta aludió sobre todo a América del Sur, donde China avanzó mucho en la asociación estratégica con Brasil, Chile y algo menos con Argentina.
"China necesita alimentos y minerales de la región y tiene una mirada de muy largo plazo. En Brasil o Chile ven mayores garantías de estabilidad que en Argentina", advirtió Alvisa Barroso. "Por eso con este país son muy cautos", dijo.
Concluyó que la visita de la presidenta Fernández "es interesante". "Argentina puede sacar ventaja de la relación con China y ese país también".
Por el momento, los capitales chinos se dirigieron a distintos rubros en Argentina, pero en general con perfil bajo, como las inversiones realizadas en 2006 por la corporación estatal china Metallurgical Group Corporation (MCC) en el yacimiento de hierro de Sierra Grande, en la sureña provincia de Río Negro.
Allí funcionaba la empresa estatal Hipasam, que estuvo abandonada hasta que la corporación la eligió para producir mineral de exportación hacia su país. Se estima que el yacimiento tiene 214 millones de toneladas de reservas.
Un factor que a las autoridades chinas las hace mirar con atención a Argentina, según Alvisa Barroso, es el desarrollo de una gran comunidad de inmigrantes procedentes de ese país asiático, que han hecho del comercio minorista de alimentos su centro de acción y progreso.
Los autoservicios chinos ya concentran 30 por ciento de la venta de comestibles en Buenos Aires y se calcula que llegan a unos 6.500 los locales de este tipo en todo el país y cada mes se abren una veintena, según la cámara que los agrupa.
La mayoría de los comercios están asociados, lo cual les permite comprar en grandes volúmenes con la consecuente rebaja de precios. "Los chinos ganaron este mercado a fuerza de trabajo", destacó Alvisa Barroso, quien recordó que, mientras ellos mantienen abierto todo el día, todos los días, los nacionales cierran de 13 a 17 y también domingos y feriados.
Durante el viaje de Fernández a China se acordó que MCC sumará 150 nuevos puestos de trabajo, a los 350 existentes, a fin de incrementar la producción y modernizar la infraestructura del puerto.
También se avanzó en conversaciones para la exploración minera china en otras provincias, para su participación en la construcción de una nueva central nuclear en Argentina y para la exploración de petróleo y gas mar adentro.
En este último punto, la firma estatal China National Off Shore Oil Corporation, que este año adquirió 50 por ciento de acciones de la petrolera Bridas en Argentina, manifestó al gobierno de Fernández que podría aumentar su participación en el mercado local.
Pero en todos los casos se trata de inversiones para explotar recursos naturales y exportarlos, y el reto sigue siendo una vinculación que supere los tradicionales desequilibrios que signaron hasta ahora la relación entre países con diverso grado de desarrollo.