La escena es igual a tantas obras de construcción. Un vaivén de carretillas cargadas de ladrillos, maderas y hierros, con una orquesta de fondo de martillos, taladros y sierras. Pero algo es distinto: detrás de las mascaras, los cascos y los uniformes hay mujeres albañiles.
En esta obra de la ciudad de Río de Janeiro, aparece una nueva cara del mercado laboral de Brasil. Son apenas siete entre 90 hombres, pero lucharon mucho por llegar hasta lo más alto de los andamios de la obra, un edificio de ocho pisos.
«Me decían que como albañil no iba a aguantar pero aquí estoy», contó Daiana Aguiar, una albañil de 23 años, casada y con un hijo. Muchos de sus conocidos dudan de que «revoque o ponga ladrillos de verdad».
Aguiar recuerda sin nostalgia su pasado de cajera de supermercado. «Trabajaba de lunes a lunes con apenas un descanso semanal. En una obra hay una diferencia salarial muy grande. Sábado y domingo descanso. Y ahora tengo automóvil, estudio, y construyo en mi casa», relató.
A dar el paso las ayudó el Proyecto Mano en la Masa (Mão na Massa, en portugués) que desde 2007 promueve la inserción femenina en el mercado laboral y el rescate de su autoestima, en una iniciativa de la Federación de Instituciones Benéficas (FIB), con respaldo de las empresas estatales Petrobras y Eletrobras.
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Estudiaron 460 horas, realizaron 180 de práctica y 120 de capacitación profesional en áreas como albañilería, pintura, carpintería y fontanería. Sumaron 160 horas de formación social, con materias como ciudadanía, género y salud, y seguridad laboral.
El proyecto, dirigido a jefas de familia, también ayuda a encontrar empleo en empresas públicas y privadas, con un índice de éxito de 70 por ciento.
«Buscamos romper el paradigma de que la mujer no puede estar en obra», explicó Norma Sá, coordinadora de Mano en la Masa, durante una visita de TerraViva a la obra.
La idea nació cuando Deise Gravina, ingeniera civil y presidenta de la FIB, observó que las trabajadoras mejoraban la construcción y que habitualmente las mujeres de las «favelas» (comunidades pobres) ayudan al padre o al marido a edificar o mejorar sus viviendas.
Un estudio confirmó que muchas querían aprender el oficio pero se autoexcluían al pensar que era una profesión masculina.
Sunilda dos Santos, de 36 años, tenía que mantener a sus dos hijos y un nieto. Era lavandera y planchadora, pero decidió ser carpintera «para demostrarme a mí misma que puedo».
La autoestima se refuerza con la actividad profesional, la mejora salarial y el empleo formal. «Ahora tengo tarjeta de crédito y hasta talonario de cheques», exclamó Santos todavía asombrada.
«Compré una heladera con esas puertas por donde sale agua fresca», añadió mientras sus colegas festejan: «¡Qué chic!».
Los hombres tienen que acostumbrarse, dijo Santos. «No aceptan totalmente a mujeres como nosotras, porque estamos invadiendo su campo. Intentamos entender su parte. También es difícil para ellos», reflexionó.
«Algunos dicen que si una mujer ya era peligrosa con una escoba en la mano, lo es más con un martillo», contaron entre bromas.
Sá destacó que «pocas empresas apuestan a la mano de obra femenina, pero si lo hacen, piden más».
«De hecho, no había oferta femenina en trabajos operativos en la construcción civil. Cuando comenzó a haber mujeres capacitadas nos preguntamos, ¿por qué no?», explicó Denise Rodrigues, directora administrativa y financiera de la empresa constructora Cofix, empleadora de las siete trabajadoras.
Ellas resultaron óptimas en áreas donde es difícil encontrar buenos profesionales, como la protección en las obras. «Las mujeres son más detallistas y delicadas», desperdician menos material y con ello se ahorran costos, aseguró Rodrigues.
«¿Celos de ellas? Al contrario. Con su presencia, los albañiles aparecen más aseados y perfumados, y dicen menos palabrotas», rió. Añadió que el desarrollo tecnológico derrumbó el mito de que la construcción es un trabajo «pesado» para las mujeres.
Andrea Pereira, albañil de 37 años y con un hijo, antes era panadera. Con su nuevo empleo superó una depresión que atribuye a que no «encajaba» en nada.
La Secretaría Especial de Políticas para las Mujeres destaca que la participación femenina en la construcción civil aumentó sostenidamente en la última década en este país sudamericano. Entre 2008 y 2009 creció tres por ciento, con apoyo del boom del sector, el aumento de la renta familiar y los créditos para vivienda.
Otro factor es la mayor inversión en obras públicas, que promueve la contratación femenina con diferentes normas y estímulos para los constructores.
La Secretaría desarrolla desde 2009 el Programa Mujeres Construyendo Autonomía en la Construcción Civil, con la meta de formar en el bienio inicial a 2.670 trabajadoras en los estados de Bahia, Río de Janeiro, São Paulo y Rio Grande do Sul, con respaldo de los gobiernos regionales y municipales.
Las participantes se capacitan para ser encofradoras, albañiles, pintoras, ceramistas, fontaneras o hasta picapedreras en un curso de 236 horas, que incluye formación profesional, administración empresarial y ciudadanía.
Una de ellas, Daniela da Rocha, de 35 años, contó a TerraViva que muchas mujeres de su favela, Morro da Providencia, en Río de Janeiro, «tienen hijos y no marido, y mucha necesidad de trabajar». También requieren mejorar sus viviendas y realizar obras en sus comunidades, añadió.
María Rosa Lombardi, de la no gubernamental Fundación Carlos Chagas, puntualizó que la presencia femenina en la construcción no se expresa por ahora en igualdad salarial ni acceso a cargos de poder.
Lombardi dijo a TerraViva que en Brasil todavía existe «un mercado de trabajo muy machista». La creciente oferta femenina en un mercado laboral restringido puede acentuar el desempleo de las mujeres, tradicionalmente más alto que el masculino, dijo.
Justamente, Da Rocha, que sueña con ser ingeniera, se quejó de no encontrar empleo en la construcción porque el «prejuicio todavía es grande».
Algunos empresarios contratan a mujeres por tres meses, para simular que cumplen con las medidas estatales a favor del empleo femenino, «y después nos echan», denunció. El gobierno, además de ofrecer cursos, «debe hacer valer la ley ante las firmas privadas», dijo.
* Este artículo fue publicado originalmente por el periódico independiente de IPS TerraViva con el apoyo de Unifem y del Dutch MDG3 Fund. La edición completa puede leerse en http://www.ips.org/mdg3/TV-GENDER-AMR1.pdf.