Con la derecha en el gobierno de Chile, el escenario se presenta más desfavorable para el logro de las reivindicaciones de derechos sociales, advierten organizaciones y activistas, que incluso temen un retroceso en los avances y hasta políticas represivas.
El triunfo del multimillonario Sebastián Piñera en la segunda vuelta presidencial del 17 de este mes despertó la desconfianza en los dichos sobre mantener el perfil social en políticas públicas y también respecto de la declarada búsqueda de mayor eficiencia estatal y fortalecimiento del sistema económico.
Pero la oposición a Piñera no sólo estará en la centroizquierdista Concertación de Partidos por la Democracia, en el gobierno los últimos 20 años, sino sobre todo de los sindicatos, ambientalistas, indígenas y organizaciones de otras áreas.
El programa pro-empresarial del gobierno electo hace augurar que aumentará el nivel de conflictividad social, dijo a IPS Álvaro Ramis, presidente la Asociación Chilena de Organizaciones No Gubernamentales (Accion). Máxime ante la presencia de una parte de esa derecha identificada con la dictadura (1973-1990) y el propio dictador Augusto Pinochet fallecidos en 2006.
"Yo creo que tiene rasgos que son afectivos, emocionales. Por ejemplo, al ver en las celebraciones de Piñera a los pinochetistas reivindicar y legitimar eso, las violaciones a los derechos humanos", explicó el presidente de Acción.
Temores de que estas influencias y los lineamientos neoliberales se concreten en la radicalización de políticas conservadoras en las áreas de educación, salud, trabajo, derechos de la mujer, ambiente y en la agenda de los indígenas, por ejemplo. Lo que para Ramis podría configurar un escenario bastante complejo, y de mayor conflictividad social.
Uno de los frentes más expuestos es el laboral, pues se presume que las futuras autoridades no sólo podrían hacer oídos sordos a las demandas de los trabajadores, sino que hasta podrían conculcar derechos adquiridos.
"Van a acelerar la agenda de flexibilidad laboral sí o sí. Yo creo que ahí vamos a tener retrocesos", sentenció Ramis.
La Central Unitaria de Trabajadores (CUT), la mayor agrupación de sindicatos de tenedencia izquierdista, ha manifestado que mantendrá su autonomía e independencia, valorando lo positivo, pero oponiéndose "con todas las fuerzas a aquello que consideremos lesivo para lo que representamos".
Por su parte, el presidente de la Unión Nacional de Trabajadores (UNT), Diego Olivares, en conversación con IPS, sostuvo que el movimiento sindical debe estar preparado para dos escenarios: que efectivamente Piñera sea consecuente con su llamado a la unidad y la construcción en cooperación, pero también para uno más adverso.
"Que pretenda anular o producir retrocesos en las concesiones y avances que se han logrado particularmente el mundo del trabajo", observó.
Para Olivares, el desafío es que todos los referentes sindicales tengan la capacidad de actuar en unidad de acción.
"Para enfrentar un gobierno de empresarios y de derecha, el movimiento sindical no puede estar dividido. Por lo menos tenemos que tener una instancia de coordinación y de unidad de acción, para enfrentar de mejor manera los peligros y las situaciones que se puedan venir", enfatizó el presidente de la UNT, otra central sindical.
Entre sus banderas, el movimiento sindical busca leyes que fortalezcan el sindicalismo, garantizando la libertad de organización, la sindicalización automática y la negociación colectiva.
Por su parte y según consta en un comunicado público, la CUT no descarta la realización de movilizaciones en caso de que no haya voluntar para construir acuerdos, ni respeto desde el Gobierno a su representatividad.
LA OPOSICIÓN VIENE DIFÍCIL
El gobierno de Piñera tendrá dos formas de actuar que significarán grandes muros por superar: la represión y el clientelismo. Muros que anuncian que ser oposición no será tan fácil como podría pensarse a primera vista", advirtió Olivares.
El llamado a la unidad y a construir acuerdos, reiterado por el candidato electo de la derecha, no da confianza a las organizaciones sociales, para quienes es claro que si no avalan las políticas y medidas de Piñera no habrá negociaciones posibles y toda manifestación de protesta será contenida o reprimida.
Otra forma de contención o de desviación del descontento sería la tendencia al fomento del clientelismo.
"Piñera va a tener una caja fiscal muy abultada, con reservas internacionales, y va a crear una serie de mecanismos de bonos, que va a tener un impacto social muy grande. Eso puede ser usado clientelísticamente para crear una adhesión social popular al gobierno de Piñera, de nuevo tipo", sostuvo Álvaro Ramis.
Otro de los puntos en contra para el movimiento social chileno, es que no estaría en su mejor momento de cohesión.
"Tiene una tradición fuerte, una historia de luchas muy largas. Pero también hay que reconocer que es un campo debilitado, con dificultades de fuerza a la hora de enfrentar al Estado", observó Ramis.
Con una evidente desarticulación, la debilidad se debería por una parte al desmantelamiento del tejido social y la penetración del modelo neoliberal desde la dictadura, pero también por su conservación y perfeccionamiento en los últimos 20 años.
El mantenimiento de la lógica de mercado durante la democracia, habría propiciado cambios en la sociedad, tendientes a un proceso cultural de individuación, donde las prioridades no están en el vínculo asociativo o colectivo.
"Donde priman relaciones de mercantilización, de intereses personales por sobre intereses colectivos; de mayor hegemonía de patrones de consumo" argumentó el presidente de Accion.
La fragmentación del movimiento social y el individualismo del que habla Ramis se puede observar en el mundo sindical, al cual están afiliados apenas 11 por ciento de los trabajadores, según estimaciones de la Dirección del Trabajo, y donde se negocia colectivamente sólo en 9,6 por ciento de las empresas.
Junto a esto, el sindicalismo aparece desunido, con cuatro agrupaciones referentes como son la CUT, la UNT, la Central General de Trabajadores (CGT), y la Central Autónoma de Trabajadores (CAT).
Otra de las preocupaciones, es un proyecto de ley actualmente en discusión parlamentaria, que cuenta con el apoyo del partido ganador en enero y de propios de sectores de la Concertación, que podría dar herramientas para acallar las protestas.
Se trata de una iniciativa de ley para regular las manifestaciones públicas, que para varias organizaciones criminaliza la manifestación social, al sancionarlas por los posibles desmanes que se produzcan.
Pero también están las interrogantes respecto de la valoración de la sociedad civil y los niveles de participación ciudadana efectiva, que no está garantizada en la legalidad vigente. Y que tampoco la sintieron con la Concertación, lo que instala desconfianzas con ese sector que pasará también a la oposición.
La mirada en este sentido está en lo que podría consolidar un estándar básico de participación en el Estado, permitiendo mayor democracia. Se trata de la Ley de Asociaciones y Participación Ciudadana, que luego de casi tres años de discusión parlamentaria está casi a las puertas de dar a luz.
Sin embargo, por la demora de la tramitación, probablemente no alcance la presidenta Michelle Bachelet a promulgarla en los menos de dos meses de mandato que le restan, y será Piñera quien sea el encargado de darle la venia o no.
Frente a todas estas incertidumbres y temores, el desafío de la oposición social estaría en la necesidad de reconfigurar los lazos entre los diversos actores sociales y políticos, según Álvaro Ramis. Aunque con estos últimos habría que ser cuidadosos en que no se produzca una instrumentalización.
"Uno de los peligros es que no estén dispuestos a respaldar las movilizaciones sociales o, peor aún, se las apropien desvalorando o desvalorizando el rol que tienen y deben tener las organizaciones de la sociedad civil", indicó el representante de las organizaciones no gubernamen tales.
A pesar de los diagnósticos y proyecciones que van configurando a esta oposición, muchos concuerdan en que se debe avanzar en una articulación social más fuerte, no amenazar con manifestaciones o cayendo en un activismo del día a día, sino unificar las posiciones para hacer frente con mayor fortaleza a un panorama que podría no serles tan favorable