CAMBIO CLIMÁTICO: Encuentro popular pide más espiritualidad

Una base militar en desuso fue el escenario del encuentro convocado a la par de la conferencia de la ONU sobre cambio climático, caracterizado por una variopinta presencia de hippies, motociclistas, librepensadores e indígenas de distintas partes del mundo.

La comunidad Pueblo Libre de Christiania, ubicada en el viejo centro militar, se autoproclamó autónoma y, para muchos, también es la más indómita. Allí reina el espíritu de los años 60 y hasta la policía anda con cuidado por temor a desatar las batallas callejeras que periódicamente desestabilizan la zona.

En la base de unas 35 hectáreas se reúnen radicales y activistas que llegaron a Copenhague para participar en la Climate Bottom, convocada al margen de la 15 Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP 15), que comenzó el lunes y terminará el 18 de este mes en esta misma capital.

Representantes y delegados de países procuran en el Bella Centre, bien custodiado por correctos pero firmes policías, fijar objetivos más drásticos en materia de reducción de emisiones de gases invernadero, causantes del recalentamiento planetario, para las naciones en desarrollo y otros más para los no signatarios del Protocolo de Kyoto, cuyas metas fueron establecidas para 2012.

El Protocolo de Kyoto, firmado en 1997 y en vigor desde 2005, obliga a los 37 países industriales que lo ratificaron a reducir sus emisiones para 2012 a volúmenes 5,2 por ciento inferiores a los de 1990.
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Chirstiania se encuentra a dos cuadras de una estación de tren metropolitano y los grafitis son la primera señal de que se ingresa a espacio temporal distinto.

La conferencia Climate Bottom se realiza en una improvisada carpa de circo en el terreno de una comunidad ecológico.

Los residentes de Christiania sostienen que las consecuencias del cambio climático no son sólo un asunto de poblaciones indígenas en riesgo de ser desalojadas y con el problema de tener que adaptarse y de cambiar su situación.

El aumento de la temperatura promedio del planeta afecta a casi toda la población mundial.

«El gobierno local amenaza a Christiania por nuestro terreno», señaló Doris Kruckenberg, coordinadora del día dedicado a cuestiones de desarrollo Norte-Sur.

La voluntad de cambio se mezclaba en el aire con el dulce aroma de la marihuana que inundaba la carpa. Unos 20 estudiantes de secundaria con rastas y actitud de aburridos escuchaban las presentaciones de los activistas sobre la difícil situación de los países en desarrollo frente a la amenaza del cambio climático.

«Las tormentas tropicales arrasan la región del Caribe con una intensidad sin precedentes», señaló el biólogo y agrónomo Roberto Pérez, de la organización cubana Conservación para la Naturaleza, «lo que agrava el sufrimiento de la ya empobrecida nación insular, atrapada en la trayectoria de los huracanes estacionales».

«El cambio climático es un hecho. Ya lo estamos padeciendo», apuntó, un concepto compartido por muchos de los participantes de la conferencia alternativa en una fría y húmeda tarde.

Algunas zonas del planeta sufren temperaturas cada vez más altas y mayor humedad y otras experimentan sequías sin precedentes. Los glaciares se funden en la cordillera de los Andes, y, en Bangladesh, el mar sumerge tierras cultivables.

En 2050, unas 200 millones de personas no tendrán un hogar fijo a raíz del cambio climático, según la Organización Internacional para las Migraciones.

«Es importante que las personas devastadas por el cambio climático participen de este encuentro», señaló Christian Fris Bach, coordinador de los esfuerzos de alivio alimentario y director de la organización humanitaria danesa DanChurchAid.

No hay unanimidad acerca de qué se necesita y de cómo proceder.

El recalentamiento planetario representa una oportunidad para una nación cubierta de glaciares, señaló Tove Pederson, de la delegación de Groenlandia, rica en recursos minerales.

Ese país tiene grandes depósitos de minerales, que no se podían explotar por los glaciares. Con el deshielo podrán ser aprovechados, lo que supone una fuente de ingresos imprevista para la pequeña población autóctona, que depende de la caza de subsistencia y de los raros turistas que visitan Groenlandia.

«Tenemos que vivir en este mundo. No podemos sentarnos a llorar y quedarnos paralizados por los cambios del clima. Tenemos que lidiar con los desafíos y aprovechar las nuevas oportunidades que aparecen», añadió Pederson.

Los participantes del encuentro paralelo llamaron a incluir cuestiones mucho más espirituales vinculadas a la naturaleza dentro de los parámetros de la COP 15.

El cierre de las sesiones incluyó plegarias y cánticos a la tierra, al mar y al aire, asociados a deidades de varios pueblos del mundo.

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