AGRICULTURA-SUDÁFRICA: Dura apuesta a una vida mejor

La primavera es inminente en la fértil región agrícola sudafricana de Breede River, con huertos frutales llenos de flores rosadas y los primeros brotes verdes en los viñedos. Sin embargo, para Ishmael Shiki, la temporada ha empezado mal.

En el invierno austral perdió sus 82 pollos por una enfermedad misteriosa y se quedó sin vender cada uno a entre tres y seis dólares, además de la venta de huevos.

Ahora tendrá que volver a armar su gallinero desde cero.

Shiki y su esposa, Hilda Ngxongxela, viven en un asentamiento de Mandela Square, en las afueras de Montague, uno de una serie de pobres poblados agrícolas en el valle de Breede River, a tres horas en automóvil desde la sureña Ciudad del Cabo.

Cuando Ngxongxela arranca del suelo un nabo apenas más grande que una pelota de golf y separa las hojas del bulbo, queda claro que producir alimentos para el consumo en el hogar en esa tierra dura y seca es toda una lucha.
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"No es fácil obtener lo mejor de ella, pero lo hacemos", dice Ngxongxela encogiéndose de hombros.

Antes de iniciar la huerta en 2003, ella y su esposo sobrevivieron gracias a trabajos zafrales en establecimientos agrícolas industriales, relata la mujer.

Ngxongxela estima que la huerta le genera unos 500 rands por mes (poco más de 60 dólares).

Lo producido se vende a la comunidad y a trabajadores agrícolas que visitan el pueblo en el fin de semana, pero Ngxongxela señala su frustración por la falta de un mercado más grande.

Shiki cree que puede ganar más dinero cultivando papas y cebollas, pero no tiene la tierra necesaria para hacerlo.

Su huerta es una de las 220 iniciadas en el área por la Asociación de Mujeres Rurales, cuya fundadora, Dulcie Wingaard, dice que hallar apoyo para el proyecto, obtener suficientes semillas y acceder a la tierra implica una lucha constante.

La necesidad es grande, declara, blandiendo un papel con los nombres de las personas a quienes su asociación ha ayudado a alimentar.

Una encuesta de hogares realizada en 2007 por el Trust for Community Outreach and Education (TCOE) reveló que en el año anterior hasta 72 por ciento de los 2.668 consultados de la zona no habían tenido suficientes alimentos.

Según Boyce Tom, del TCOE, persisten las principales restricciones a la seguridad alimentaria de los hogares.

Los empleos zafrales que brinda la economía local no han cambiado, dejando a muchos sin trabajo durante buena parte del año. No todos tienen una huerta, mientras que las existentes están en fase experimental.

Algunas estimaciones señalan que las personas desalojadas de predios rurales desde 1994 son cerca de un millón. El acceso a la tierra es una preocupación acuciante para comunidades como la de Mandela Square.

En Robertson, otro pueblo a 25 kilómetros de distancia, los vacunos de Jeffery Mpingelwane pasaron de 24 a 13 cabezas.

Mpingelwane vivía en un predio comunal con su ganado, pero su tierra fue usada para un proyecto de reforma agraria para el cual él no calificaba. A consecuencia, se mudó a una choza en el municipio de Nkqubela, en Robertson.

Allí se gana la vida administrando un comercio que vende mercaderías para el hogar, y también cobra una pensión de la municipalidad, donde durante 20 años trabajó operando un tractor.

En los meses del verano puede ganar dinero vendiendo leche de sus vacas, a poco menos de 50 centavos por litro.

"La gente compra, porque está desesperada por la leche", dice.

Pero los márgenes son pequeños, y con lo que gana debe pagarles a sus dos hijos, que lo ayudan, además de cubrir el costo del combustible para su camioneta y pagar las medicinas en caso de que alguna de sus vacas se enferme.

Sin tierra ni capital, Mpingelwane ni siquiera puede pensar en vender leche a la industria, pues requeriría una máquina de ordeñe y construir un establo.

Mientras Mpingelwane quiere tierra, Stuurman Posholi tiene la suya, pero se lamenta de los problemas que le ha causado.

Pequeño agricultor en Robertson, Posholi explica que la tierra que recibió como parte de la reforma agraria no le sirve pues no tiene asegurado el suministro de agua.

"Recibimos tierra, pero es tierra muerta", señala. Sin agua suficiente, no puede regar para cultivar alimento para su ganado. Y sin alimento, el ganado muerte. Así fue como el año pasado perdió 17 animales, dice.

Por tanto, no cultiva la tierra y mantiene las 23 vacas que le quedan en otra parte. Sin ningún ingreso, su deuda con el Land Bank crece.

Para obtener dinero ahora vende su ganado. Este año se deshizo de tres vacas con las que ganó 750 dólares, menos el 14 por ciento que recibió el rematador.

"No quiero vender, pero tengo que hacerlo porque necesito el dinero", explica.

Tom identifica un problema general en el abordaje de la seguridad alimentaria. Desde su punto de vista, la reforma agraria no se centra en la población más pobre. Por lo tanto, la selección de beneficiarios de los proyectos es defectuosa, y se incluye a muchas personas que no tienen antecedentes o interés en la agricultura.

También señala como otro problema el elevado costo de la tierra. Con gran dificultad, el gobierno ha adquirido tierras para su redistribución.

Tom también exige una auditoría de los predios municipales, porque si ignora cuánta extensión tienen y cómo se pueden usar para satisfacer las necesidades de tierras.

Sudáfrica cuenta con un nuevo Departamento de Desarrollo Rural y Reforma Agraria, que también busca contribuir con la seguridad alimentaria.

Sandile Nene, portavoz de esa dependencia, dice que la tarea implica un apoyo específico a la agricultura de pequeña escala, así como a planes de reparto de tierras y huertas.

Las municipalidades cuentan con fondos que se les conceden para adquirir tierras con este fin y crear infraestructura que garantice que la tierra es utilizable.

Según Nene, el rol del departamento deberá intensificarse, con la mira puesta en cumplir con el Objetivo de Desarrollo de las Naciones Unidas para el Milenio que busca reducir a la mitad la proporción de hogares que padecen inseguridad alimentaria, con 2015 como plazo.

Mpingelwane sostiene que la frustración ha hecho que muchos abandonaran la búsqueda de tierras. Pero su pasión por la agricultura todavía está allí.

"Si tengo tierra y ya tengo vacas, cerdos, ovejas y pollos, pienso que es un buen punto para que comience a cultivar", opina.

"No creo que me haga rico, pero tal vez logre un mejor nivel de vida", agrega.

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