MUJERES-AMÉRICA LATINA: Cuando emigrar es salir al mundo

Natividad Obeso tiene varias vidas. Hubo un tiempo en que vivía en su Perú natal como próspera empresaria y madre de cuatro hijos. Hubo otro tiempo en el que sobrevivió deambulando sola y sin dinero por las calles de la capital argentina, huyendo de una persecución política que nunca entendió.

Natividad Obeso, inmigrante y defensora de inmigrantes Crédito: Marcela Valente/IPS
Natividad Obeso, inmigrante y defensora de inmigrantes Crédito: Marcela Valente/IPS
Y hubo, por fortuna, un tiempo de revancha, que la transformó en una abanderada de los derechos de las mujeres emigrantes en el mundo. Bregando por ellas, casi sin darse cuenta, Obeso llegó a ser relatora de las Naciones Unidas en Nueva York, en el Diálogo de Alto Nivel sobre Migración Internacional y Desarrollo.

Según varios organismos internacionales, en los últimos años el número de mujeres que se trasladan creció más que el de varones. A Argentina llegó una ola de bolivianos, paraguayos y peruanos en los años 90 y la mayoría eran mujeres solas.

En un café de Buenos Aires, Obeso se disculpó con IPS porque enseguida llegaron otras mujeres a la entrevista. Proceden de Perú, de Colombia, Paraguay, Venezuela. No más la soledad de aquellos primeros tiempos lejos de su país, cuando fatigaba las calles vendiendo golosinas y soñando despierta que abrazaba a sus hijos.

En 1993, Obeso vivía con cuatro hijos menores de 11 años en el departamento de Cajamarca, en el norte de Perú. Era dueña de una distribuidora de cerveza y candidata a alcaldesa de su ciudad, aunque nunca ganó. Un día de 1993, cuando gobernaba Alberto Fujimori (1990-2000) un policía amigo le mostró una orden de captura en su contra.
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Pese a ser víctima del grupo armado Sendero Luminoso, que la obligaba a pagar un aporte mensual e inclusive llegó a secuestrarla, la justicia la acusaba de terrorista y Obeso debió huir del país. En cuestión de horas, puso a sus hijos a resguardo con su madre y partió a Argentina, "la Europa de América Latina", creía entonces.

"Fue tan distinto a lo que yo imaginaba", recordó ahora, con 48 años. Trabajó como vendedora ambulante y como mucama. Vivió en pensiones, en cuartos compartidos. Tardó cinco años en volver a abrazar a sus hijos, que ahora asisten a la universidad pública en Argentina gracias a una ley que ella misma exigió sancionar.

Obeso es fundadora y presidenta de la Asociación Mujeres Unidas Migrantes y Refugiadas en Argentina (Amumra) y ya recorrió una veintena de países para hacer oír la voz de quienes son forzadas a desplazarse en busca, dice, de "una mejor calidad de vida para sus familias".

IPS: ¿Cómo fue que vino a Argentina?

NATIVIDAD OBESO: Soy de Cajabamba, una provincia de la sierra norte, del departamento de Cajamarca. Vine en 1994 huyendo de Perú porque me sindicaron como terrorista. Argentina no pedía visa y era considerada la Europa de América Latina y entonces vine. Pero lo que encontré fue tan distinto…

IPS: ¿Qué fue lo que dejó atrás?

NO: Todo. Viajé sola. A mi madre. Mis cuatro hijos. Mis hermanos. Yo era madre soltera y mis hijos quedaron con mi madre. Tenían entre cuatro y 11 años. Y yo era empresaria, tenía una distribuidora de la cerveza Pilsen Trujillo. Vivíamos muy bien.

IPS: ¿Y qué fue lo peor de los primeros años en el país de llegada?

NO: El vacío. No tener a nadie. El migrante es el ser más indefenso que hay sobre la tierra. Pero yo saqué fuerza de donde no tenía para no victimizarme.

IPS: ¿Qué hizo cuándo llegó?

NO: Vine en un ómnibus con otros peruanos. Yo creía que nos iban a dejar en el (Hotel) Sheraton. Pero me dejaron en una fábrica tomada. Los migrantes de esa época éramos puro sufrimiento. Yo llegué con dinero para establecerme, pero al no contar con información ni tener una mano amiga, uno va directo a la pobreza.

Fui vendedora ambulante. Vendía chocolates en la calle. Y trabajé por horas como mucama (empleada en el servicio doméstico). No con cama (interna). Lucho para que ninguna mujer trabaje con cama.

Después puse un locutorio (local para llamadas telefónicas) y cada peruana que colgaba de hablar con sus hijos era para mí una puñalada en el corazón. Yo era una de ellas. Había deambulado esas calles soñando que abrazaba a mis hijos.

IPS: ¿Cómo fue su experiencia trabajando como empleada doméstica?

NO: Trabajé para una señora que me consideraba una hija. Un 25 de Mayo (feriado nacional) no fui. Al día siguiente, de manera prepotente, me preguntó por qué no había ido y le respondí que era feriado. Y me dijo: "Las empleadas domésticas no tienen feriado".

Eso me marcó. Decidí que nunca más iba a hacer ese trabajo. Entonces vino un hermano y puse el locutorio. Venían muchas peruanas y paraguayas que eran trabajadoras del hogar. Ya no me gusta decir 'domésticas'.

IPS: ¿La emigración se transformó en un fenómeno esencialmente femenino?

NO: La migración no es un fenómeno. Es una experiencia. Una realidad que se vive día a día. No nos gusta hablar de 'fenómeno' como si fuera un desastre natural o algo por el estilo. Nosotras salimos de nuestros países en busca de una mejor calidad de vida para nuestras familias, una mejor educación para nuestros hijos. Y nos encontramos con políticas migratorias inhumanas, xenófobas.

IPS: ¿Y en esa experiencia, nota que las mujeres están siendo protagonistas?

NO: Sí, de 1990 en adelante se feminizó la migración. Los hombres tienen miedo de salir y no encontrar trabajo y ellas tomaron impulso. Las mujeres hacen lo que sea con tal de reunir el dinero para la familia. El hombre no. Se da a la soledad, a la pena…

IPS: ¿Es distinto el compromiso de ellas en el envío de dinero?

NO: Por supuesto. Las mujeres tenemos una responsabilidad que jamás se nos va a quitar que es la de nuestros hijos. Nosotras podemos dejar a nuestros maridos, pero a nuestros hijos no. A ellos no los toca nadie. Más aún si somos migrantes. Nos pueden hacer lo que se les ocurra, podemos soportar atropellos, discriminación, soledad, pero si tocan a uno de nuestros cachorros, los defendemos con uñas y dientes.

IPS: ¿Cuándo pudo volver a ver a sus hijos?

NO: Después de cinco años. Y ahí empezaron las dificultades para el acceso a la educación. No tanto en primaria, que eran más flexibles, pero sí en secundario y en la universidad, que era imposible acceder. Mi hijo de 16 años lloraba porque después de tantos años volvíamos a estar juntos, pero él no podía estudiar como había querido.

Entonces toqué todos los organismos que trabajaban con migrantes y nada. Tuve que pelear con diputados y senadores hasta que conseguimos una ley para el acceso de los inmigrantes a la educación. Cuando lo logramos, muchas vinieron a verme. Yo les dije "perfecto, pero yo no voy a trabajar sola". En 2003 tuvimos los primeros 41 jóvenes migrantes en la universidad. Y creamos Amumra.

IPS: ¿Cuáles son hoy los mayores problemas que enfrentan las mujeres inmigrantes?

NO: El abuso de las autoridades consulares y el maltrato por parte de muchos empleadores.

IPS: ¿En qué sectores se emplean las mujeres?

NO: Ahora se logró más autonomía. Ya no hay tantas mujeres trabajando con cama. Trabajan por horas en casas de familia, y después, por ejemplo, venden cosas en la calle.

IPS: ¿Y siguen mandando dinero?

NO: Si, se quedan con lo mínimo para sobrevivir. Pero desde 2001 muchas se han traído a la familia y ya no necesitan mandar.

IPS: ¿Qué le quedó como experiencia de esta migración?

NO: Un cambio rotundo de mi persona. Gracias a muchos maestros y maestras aquí que me apoyaron. Cuando vieron cuál era mi lucha, me señalaron los errores con críticas. Doy gracias a Dios de no haber sido electa como alcalde en Perú porque hay que salir para darse cuenta de lo que pasa en el propio país.

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