Es fundamental el diálogo entre los países ricos en tecnología y recursos financieros y los que poseen mayor biodiversidad, sostuvo el secretario ejecutivo del Convenio sobre la Diversidad Biológica, Ahmed Djoghlaf.
Todos los científicos reconocen que el ritmo de pérdida de especies es mayor hoy que en cualquier otro momento de la historia. No obstante, existen fuerzas que intentan frenar y corregir el daño.
Djoghlaf es uno de los luchadores más conocidos en el mundo contra la pérdida de riqueza natural. Ahora se esfuerza por sacar el mayor provecho del Año Internacional de la Biodiversidad, en 2010, y de las reuniones previas a la X Conferencia de las Partes del Convenio sobre la Diversidad Biológica (COP10), que se realizará en octubre del año próximo en la noroccidental ciudad japonesa de Nagoya.
También ha sido director ejecutivo adjunto del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma), coordinador de la división del Fondo Mundial para el Medio Ambiente (FMAM) en esa agencia y relator general del comité preparatorio para la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Ambiente y el Desarrollo, celebrada en Río de Janeiro en 1992.
IPS dialogó con Djoghlaf durante una reunión organizada por Bioversity International, la mayor entidad mundial de investigaciones sobre conservación y uso de la biodiversidad agrícola.
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IPS: La pérdida de biodiversidad y el cambio climático están íntimamente vinculados. Sin embargo, el reciente foro sobre energía y clima realizado durante la cumbre del Grupo de los Ocho (G-8) países más poderosos en L’Aquila, Italia, produjo una declaración que no incluyó compromisos concretos sobre cuántas emisiones contaminantes deberían recortarse y cuándo. ¿Cuál es su lectura de la reunión?
AHMED DJOGHLAF: La declaración es importante. Por supuesto, es necesario fijar objetivos a largo plazo, así como a corto plazo. El liderazgo del G-8 debería comprometerse con un acuerdo post-Kyoto en Copenhague (donde en diciembre tendrá lugar la 15 Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático).
Ésta fue la primera vez que estos jefes de Estado aprobaron los compromisos contenidos en la Carta de Siracusa sobre Biodiversidad, emitida durante la cumbre ambiental del G-8 en abril de este año. La declaración de Siracusa fue muy fuerte en asumir el liderazgo en materia de biodiversidad y en finalizar la negociación bajo el régimen internacional para 2010 en Nagoya.
El desafío del cambio climático es técnico y financiero, pero primero es un asunto ambiental. La deforestación tropical contribuye con 20 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero. Los bosques tropicales están desapareciendo a un ritmo de unas 13 millones de hectáreas por año, junto con una biodiversidad que todavía tiene que ser registrada. Los océanos absorben 20 por ciento de las emisiones. Sin embargo, el recalentamiento planetario debilita la capacidad de los océanos de absorber naturalmente las emisiones.
IPS: En L’Aquila, las naciones en desarrollo señalaron que, antes de comprometerse con una acción, los países industrializados deberían acordar una reducción de 40 por ciento de las emisiones para 2020 respecto de los niveles de 1990. La mayor parte de la riqueza en materia de biodiversidad se ubica en el Sur. ¿Cuál piensa usted que debe ser el rol de los países en desarrollo?
[pullquote]1[/pullquote]AD: Países como India o China tienen más biodiversidad que todos los países del G-8 juntos (Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Italia, Japón y Rusia). Por lo tanto, el diálogo entre el G-8 y sus socios en el Sur, es decir los que son ricos en tecnología y recursos financieros, y los que son ricos en biodiversidad, es esencial para los tres objetivos del Convenio sobre la Diversidad Biológica (conservación de la diversidad biológica, su uso sostenible, y una distribución justa y equitativa de los beneficios de los recursos genéticos).
La fuerte asociación entre el Norte y el Sur que surgió de la declaración de Río (en 1992) es esencial. Ésta contenía la base para los vínculos entre los países ricos y en desarrollo, y debería brindar liderazgo y diferentes responsabilidades en base a las contribuciones y las necesidades.
IPS: Debería, pero ¿por qué en L’Aquila no se llegó a un acuerdo más sustancial?
AD: Porque prevalecen los intereses a corto plazo. Si se piensa en los objetivos a largo plazo, entonces todas las partes tienen para ganar con un acuerdo: el Norte, el Sur, la humanidad ganarán. Prevalecen la política cortoplacista y los políticos cortos de miras. No podemos darnos el lujo de tener esto.
IPS: La posición de los países ricos —que urgieron a las naciones en desarrollo a reducir emisiones para 2050— y la de los pobres están muy distantes, mientras se acerca la conferencia de Copenhague. ¿Cuáles son sus expectativas para la reunión en la capital danesa? ¿Cómo influirá esto en lo que ocurra en 2010, el Año Internacional de la Biodiversidad?
AD: El cambio climático y la pérdida de biodiversidad están estrechamente vinculados, y cualquier acuerdo al que se llegue en Copenhague afectará, positiva o negativamente, a la cumbre sobre biodiversidad de 2010. Los líderes del mundo y la comunidad internacional no pueden darse el lujo de perder la oportunidad de Copenhague de renovar los esfuerzos para atacar el cambio climático.
IPS: Uno de cada cuatro mamíferos corre el riesgo de desaparecer, según la lista de especies amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Pero el objetivo es reducir de modo significativo el ritmo de pérdida de biodiversidad para 2010. ¿Esto todavía se puede lograr? ¿Qué es lo que usted considera «significativo»?
AD: Éste es un problema importante que enfrentará la comunidad internacional en Nagoya, donde alrededor de 8.000 personas evaluarán los avances hechos para lograr el objetivo de 2010. Estamos trabajando en un estudio importante, el Panorama Mundial de la Diversidad Biológica, que será presentado en 2010, en base a informes nacionales que los gobiernos tienen que enviar. Ofrecerá una instantánea sobre el estado de la biodiversidad. Habrá datos científicos sobre si los países lograron o no el objetivo.
Más importante que señalar con el dedo es sacar lecciones del objetivo de Johannesburgo (para 2002) y la estrategia de Nagoya post-2010. Así que ¿»significativo» comparado con qué? ¿Con el informe base de evaluación de 2002? Esperamos que los criterios (de la estrategia de Nagoya) sean medibles, identificando mecanismos para lograr objetivos, porque es importante tomar decisiones en el plano nacional que se traduzcan en estrategias.
IPS: La COP 10 evaluará el estatus del objetivo de biodiversidad para 2010 y discutirá un nuevo objetivo. ¿Usted espera tener buenas noticias en cuanto a indicadores de biodiversidad concretos? ¿Qué cambió desde la COP 1 en Nassau, Bahamas?
AD: El Convenio es único y complejo, y ha llevado algún tiempo adoptarlo. Hay programas de trabajo en todos los sectores, pautas en áreas vinculadas entre sí. Y ahora ha llegado el momento de implementar el Convenio.
Lo que ocurre ahora en comparación con la reunión de Bahamas es que las partes están comprometidas en la fase de implementación. También en L’Aquila hubo jefes de Estado refiriéndose al Convenio sobre Diversidad Biológica. Esto comenzó con la cumbre del G-8 de 2007 en Heiligendamm (Alemania), y continuó en la cumbre de Hokkaido/Toyako (Japón). A este compromiso le ha llevado algún tiempo surgir.
El año próximo, durante la Asamblea General (de la Organización de las Naciones Unidas) que se realizará en septiembre en Nueva York, hablaremos exclusivamente sobre biodiversidad. Eso no ocurrió nunca antes. Este impulso debe traducirse en Nagoya en acciones concretas para implementar el Convenio.
Por primera vez también, la ONU ha dedicado un año a la biodiversidad. Al final de 2010 toda la población del planeta estará al tanto del desafío, comprometida, y asociada al cambio. Ésta es una revolución tremenda.
* Miren Gutiérrez es editora en jefe de IPS.