Mientras las autoridades se culpan unas a otras, la epidemia de dengue ya es la más grave desde que reapareció el virus a fines de los años 90 en Argentina por la cantidad de afectados, la expansión territorial del mal y la irrupción de la variante más agresiva del virus, que nunca antes se había registrado.
"Es un brote epidémico importante, más grave que en otros años porque es mayor el número de afectados y mayor la cantidad de provincias involucradas", explicó a IPS el médico Alfredo Seijo, encargado de la Unidad de Dengue del Hospital Muñiz, de Buenos Aires, especializado en enfermedades infecciosas.
Pero hay confusión informativa oficial al respecto, los datos brindados por las autoridades nacionales hasta ahora dan números muchos menores que los divulgados por funcionarios locales y otros actores de la salud.
Tras relativizar la magnitud del caso, finalmente la ministra de Salud de Argentina, Graciela Ocaña, admitió esta semana que el problema "es grave" y dispuso un refuerzo de la asistencia a la norteña provincia de Chaco, la más afectada pese a la resistencia del gobierno provincial a reconocer las dificultades.
Ocaña dijo el lunes que había 4.147 personas con el virus del dengue en seis provincias y que la mayoría de ellas se habían infectado en territorio argentino. Sólo alrededor de 400 casos son "importados", tal la manera de identificar a quienes contrajeron la enfermedad en otro país o distrito.
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Sin embargo, un informe reservado del Comité Provincial de Emergencia para la Prevención y Lucha contra el Dengue, de Chaco, denunció que los casos confirmados ya ascendían a 11.363. Sólo en la localidad de Charata, en ese estado, autoridades comunales locales contabilizan más de 4.000 contagiados entre sus 35.000 habitantes,. El gobierno provincial, empero, lo niega.
El dengue, que es un mal endémico en zonas tropicales, se expandió fuertemente este año en Bolivia, donde fueron reportados 35.000 contagiados, 22 de los cuáles murieron. Fue, según los expertos, la mayor epidemia en la historia de ese país. También en Paraguay y Brasil se notificaron casos.
En Argentina, aún los números más conservadores, como los del Ministerio de Salud, permiten concluir que la epidemia es la más grave desde que reapareció el virus a fines de los años 90. Hasta ahora, los peores años fueron 2004 y 2007 con casi 2.000 enfermos cada uno, según la Dirección de Epidemiología del ministerio.
Hasta ahora el Ministerio de Salud no ha informado de personas muertas por esta enfermedad, pero desde Chaco se da cuenta del fallecimiento de dos mujeres y otra desde la vecina provincia de Salta.
"En una epidemia de dengue, el número oficial de enfermos es menor al real porque los políticos tienden a ocultar información y también porque hay infectados sin síntomas que no quedan registrados", comentó Seijo.
El dengue es una enfermedad viral transmitida por el mosquito Aedes aegypti. Los síntomas son fiebre, cefaleas y dolor muscular y se trata como una gripe, sin aspirinas. Existen cuatro tipos de virus y la persona queda inmunizada del serotipo que la afectó una vez que se recupera, pero se vuelve más vulnerable hacia los demás, en particular a la variedad hemorrágica.
El tipo hemorrágico, que es el más violento y puede ser letal, apareció por primera vez en Argentina este año.
El Ministerio de Salud de Salta informó este mes de ocho casos de esa variedad. Pero la cartera nacional sólo reconoce tres, y no en Salta sino en Chaco. El médico Seijo advirtió que el problema de la expansión del dengue clásico es la cantidad de pacientes que quedan sensibilizados para contraer la variedad hemorrágica.
"Cuanto mayor es el período que pasa entre la primera infección y la segunda, más riesgo hay de contraer el dengue hemorrágico", alertó, y comentó que en Cuba se registraron casos de esta segunda variante luego de 20 años del primer contagio con el dengue clásico.
Seijo explicó que las epidemias de dengue son cada vez peores por la cantidad de víctimas, el número de países en los que se registra y la mayor presencia del dengue hemorrágico. En este sentido, Argentina muestra la misma tendencia y, según vaticinó, el problema podría agravarse este mismo año.
El especialista señaló que hay factores de predisposición como las migraciones masivas, la urbanización deficiente, la insuficiencia de agua potable y el mal manejo sanitario del problema.
"Al no tener una vacuna, necesitamos controlar el mosquito y eso no se hace con eficiencia", sostuvo. "Las estrategias son de escritorio, desconocen la realidad", apuntó. Una prueba de ellos se registra en Chaco.
Rolando Núñez, del no gubernamental Centro de Estudios Nelson Mandela, comentó a IPS que en Chaco coinciden muchas de las causas que predisponen a la expansión de la enfermedad.
"Casi 70 por ciento de la población carece de acceso a agua de red", denunció este activista, cuya organización tiene su sede en Resistencia, la capital provincial.
Ese déficit se agrava en épocas de sequía. En julio pasado, la Administración Provincial del Agua informó que se estaban construyendo reservorios que permitirían colectar agua en caso de precipitaciones.
"Esos reservorios a cielo abierto, que son verdaderas represas, están rodeando los poblados y constituyen fábricas de mosquitos", alertó Núñez. En tanto, las autoridades sanitarias recomiendan a la población eliminar cacharros o pequeños envases en los que juntan agua de lluvia para su consumo.
Núñez señaló que en Chaco hay además un mal manejo de residuos, un crecimiento extraordinario de (envases) descartables y una explosión demográfica en centros urbanos por la expansión de los cultivos de soja y la consecuente inmigración de población rural hacia las ciudades.
Ante estas condiciones, la provincia "debía hacer una vigilancia epidemiológica estricta" y en lugar de eso "quitó jerarquía al departamento encargado de vigilar y prevenir" la enfermedad, cuestionó. Luego "negó la realidad, la relativizó, prohibió informar" y sólo a fines de marzo comenzó a actuar cuando ya hay una epidemia, agregó.