La alegría se adueñó de la noche de Gibara. Familias, bandas de músicas infantiles, jóvenes con banderas nacionales y más de un millar de personas procedentes de la capital de Cuba y de los más diversos países asistieron a la inauguración del VII Festival Internacional del Cine Pobre de Humberto Solás.
El sueño de uno de los más importantes cineastas cubanos, fallecido el 17 de septiembre pasado, se afianzaba así, no por decisión burocrática sino por la rara confluencia de la voluntad de amigos, artistas, intelectuales, periodistas, pero sobre todo de un pequeño pueblo cubano decidido a luchar por su festival.
"Tras los huracanes de 2008 y la muerte de Solás, teníamos el reto de llegar a Gibara y hacer un festival con la dimensión de los dos últimos, pero sobre todo que no perdiera la alegría ni su espíritu original", señaló a IPS Sergio Benvenuto, director del encuentro.
Pero la noche inaugural, el lunes, marcada por un desfile popular al que nadie acude por compromiso ni para cumplir una meta, el himno de Gibara y los ya tradicionales fuegos artificiales tuvieron como cada año el don de sorprender a los asistentes al este encuentro anual.
La "gente de pueblo", esa a la que Solás dedicó sus dos últimas películas, "Miel para Oshún" (2001) y "Barrio Cuba" (2005), tiene una explicación sencilla. "Humberto siempre fue bueno con Gibara. El cine pobre no puede desaparecer", dijo a IPS un pescador y vendedor de camarones quien vio "a más de una persona llorar de emoción".
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"Fue un fenómeno muy fuerte. Otra vez el pueblo se lanza sobre el festival con esa magia que sólo aquí se vive y la gente queda como hipnotizada", afirmó Benvenuto.
"Es como un tren, uno puede ausentarse y así y todo continúa y la gente se adueña de la ciudad y del encuentro. Es algo que se fue de nuestras manos hace rato, pero de una manera muy armónica", añadió.
Con la idea original de Solás de hacer un festival en "aquel pueblo tan humilde y tan bello, totalmente desprovisto de alfombras y de payasadas, de momias y ridiculeces", el Festival Internacional del Cine Pobre mantiene su esencia de defender "la valentía de salir a hacer cine" y crece hacia una propuesta "multicultural".
Al principio, no me gustaba mucho lo de cine pobre. Temía que se tratara de caer en una estética de la pobreza, pero después entendí que Gibara tenía más que ver con la ética que con la estética. Se trata de promover un cine más reflexivo, crítico y personal", dijo a IPS el ensayista Juan Antonio García Borrero, jurado en la categoría de ficción.
Exposiciones de arte, donaciones de obras a un museo de arte contemporáneo que aún no existe, conciertos y peñas culturales, se suman hasta el domingo a las proyecciones de las obras en concurso, los talleres y encuentros con los realizadores y al homenaje a Tomás Gutiérrez Alea (Titón) (1928-1996), uno de los grandes del cine cubano.
"Retos de la naturaleza", una exposición fotográfica conjunta de la Agencia de Información Nacional de Cuba e Inter Press Service (IPS) sobre los huracanes que azotaron Cuba en 2008, se expone por primera vez en una de las ciudades más golpeadas por el desastre natural.
"La reacción de la gente es como si todas las fotos hubieran sido tomadas aquí, aunque sabemos que no, que son imágenes de toda Cuba", precisó Benvenuto.
Una idea del cineasta Enrique Pineda Barnet ("La bella de la Alambra" – 1989) sobre los artistas invisibles.
"Desde el apuntador de la concha del teatro hasta todos esos trabajadores de la radio, la televisión, el cine, que hacen un trabajo artesanal, refinado y exquisito, totalmente desconocido y subestimado", dijo el director de cine.
"Aquella lágrima colocada en el ojo de una actriz porque ese día no pudo llorar, la esponja mojada con agua sucia para envejecer una chaqueta o el cepillado de un traje para dar una visión empobrecida. Todo eso es el arte invisible", añadió Pineda Barnet, decidido a homenajear "a los que hacen cine, dondequiera que estén".
También en el terreno de lo "invisible" aparece lo que Benvenuto llama "los códigos implícitos". La inauguración del festival con la película de Solás "Un día de noviembre" (1972) se suma, de alguna manera, a los esfuerzos que se realizan, desde 2007, para promover la reflexión sobre el llamado quinquenio gris en la cultura cubana.
"Engavetada", según el crítico de cine Joel del Río, durante seis años y apenas proyectada en Cuba desde entonces, la película "maldita" de Humberto Solás, y quizás la obra que siempre consideró como la más imperfecta, volvió a la pantalla grande con toda su fuerza cuestionadora.
"Es una película que está medianamente lograda desde el punto de vista del guión y de la puesta en escena. Si un mérito excepcional tiene es que testimonia la tristeza que imperó en aquel momento" en la isla, afirmó el cineasta en un testimonio publicado en el libro "Tras la huella de Solás", en 2000.
En una continuación de las reflexiones sobre la clase media citadina iniciada por Titón en "Memorias del subdesarrollo" (1968), "Un día de noviembre" mostraba "la incapacidad del protagonista para sumarse al optimismo de la zafra (azucarera), la emulación socialista y el aquelarre de la rumba", afirma Del Río.
"Su negativa se veía avalada por una razón tan sólida e irrebatible como saberse herido por una enfermedad mortal. Pero era la época de subordinarlo todo, la salud, la familia o la vida privada, a la épica del trabajo colectivo", añade el crítico en el artículo de portada de la primera edición del periódico del VII festival.
La película sucedía a la frustrada zafra de los 10 millones, en 1970, y coincidía con la instauración de una política cultural que intentó entronizar el realismo socialista, promovió la censura de no pocas obras y condenó al ostracismo a intelectuales y artistas por su opción homosexual, por cuestiones religiosas o "desviados ideológicos".
"Lo más importante son las preguntas que mucha gente se hizo con la proyección de la película, el artículo de Joel del Río y la presentación de Rufo Caballero (crítico de cine cubano); el por qué que vino a la mente de las personas que asistieron a la inauguración", comentó Benvenuto.