PALESTINA: La unidad, tan esquiva como la paz con Israel

Grandes obstáculos afrontan las 13 organizaciones políticas y personalidades independientes que deliberan en El Cairo en procura de un gobierno de unidad en la Autoridad Nacional Palestina (ANP).

Las diferencias ideológicas, las luchas internas de poder, las alianzas cruzadas y la diversidad de intereses geopolíticos amenazan con desbarrancar el proceso.

Y eso, a su vez, impacta negativamente en las futuras conversaciones de paz con Israel, lo cual podría tener un efecto dominó en la estabilidad de Medio Oriente.

El derramamiento de sangre y la amargura dominan la relación entre los dos principales partidos palestinos, el Movimiento de Resistencia Islámica (Hamás), apoyado por Irán y en control de la franja de Gaza, y el secular Fatah, que domina Cisjordania y es respaldado por Occidente.

Hamás ganó las elecciones legislativas de enero de 2006. Luego, se instaló un gobierno de unidad que no llegó a estar operativo. Hamás tomó por las armas el control de Gaza en junio de 2007, en lo que calificó de golpe preventivo.
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Elementos de Fatah, liderados por Muhammed Dahlan, apoyados por Estados Unidos e Israel, han procurado dejar a Hamás fuera del gobierno de unidad. Desde entonces, ambas partes fracasaron en sus reiterados intentos de alcanzar un acuerdo.

El mes pasado, representantes de Fatah y Hamás acordaron en El Cairo la conformación de comisiones para analizar los asuntos más conflictivos, como la reestructura de los servicios de seguridad palestinos y la rivalidad entre ambos sectores.

En la agenda también figuran la estructura de un eventual gobierno interino y el cronograma hacia las elecciones presidenciales y legislativas del año próximo.

En la mesa hay un proyecto de acuerdo consistente en asignarle a Hamás ocho ministerios, a Fatah ocho y el puñado restante a repartir entre los otros sectores y personalidades independientes.

Pero el presidente de la ANP, Mahmoud Abbas, líder de Fatah, se opone a esa propuesta. Prefiere un gobierno formado por tecnócratas y ciudadanos independientes. Hamás, por su parte, pretende el cargo de primer ministro o, al menos, la potestad de designarlo.

Con ese telón de fondo, el primer ministro de la ANP, Salam Fayyad, renunció la semana pasada, a fin de facilitar la transición a un gobierno de unidad. Fayyad fue designado al frente de un gabinete de emergencia por Abbas tras la toma de control de Gaza por parte de Hamás.

Fayylad, ex funcionario del Banco Mundial e independiente de los partidos, cuenta con gran apoyo de Occidente y en particular de Estados Unidos, que insiste en que encabece el gabinete.

Un nuevo gobierno necesitará respaldo occidental para afrontar la reconstrucción de Gaza. En la conferencia de donantes de la semana pasada en la ciudad egipcia de Sharm el Sheik, se sumaron compromisos por unos 5.000 millones de dólares. Pero serán desembolsados siempre que Hamás no reciba esos fondos.

La destrucción de la infraestructura de Gaza durante la guerra de tres semanas de Israel contra ese territorio obligó a Hamás y Fatah a mostrar en cierto modo mayor flexibilidad en las negociaciones.

Hamás sabe que la reconstrucción de la franja costera será inviable sin una reconciliación entre palestinos y sin la formación de un gobierno avalado por la comunidad internacional.

Este partido islamista ya no tiene el control total de Gaza ni lo pretende para el futuro. Y ninguno de los bandos quiere ser acusado de obstaculizar la reconciliación y la reconstrucción.

También Fatah necesita a Hamás. Su poder se ha debilitado por el argumento legítimo de que el gabinete de emergencia es inconstitucional, pues carece de aval parlamentario.

La popularidad de Hamás ha aumentado, según las encuestas más recientes. Muchos palestinos cuestionan la debilidad con que Abbas se enfrentó con Israel durante el bombardeo. Un gobierno de unidad que sea percibido como demasiado prooccidental carecería de popularidad en un principio.

Los gobiernos del mundo árabe más afines a Estados Unidos presionan a los dos bandos para que firmen un acuerdo de transacción. Su apoyo es fundamental y hoy muestran una creciente impaciencia, dada la parálisis de las conversaciones, a pesar de las muchas gestiones.

Pero también exigen desproporcionadamente concesiones a Hamás, pues temen que el ejemplo de este movimiento aliente a los partidos islamistas de sus propios países a rebelarse contra sus regímenes autocráticos.

Otro factor que llama a Hamás y Fatah a cerrar filas es la formación de un nuevo gobierno derechista en Israel, para el cual, al parecer, el fin de la ocupación de territorios árabes, el cese de la construcción de asentamientos judíos en ellos y la constitución de un estado palestino viable son anatema.

Pero la gran pregunta es si Hamás aceptará las condiciones del Cuarteto, instancia de mediación internacional que integran la Organización de las Naciones Unidas, la Unión Europea, Estados Unidos y Rusia.

Estas condiciones son la renuncia a la violencia, el reconocimiento del derecho de Israel a existir y la aceptación de los anteriores acuerdos entre el estado judío y la ANP.

Facciones moderadas de Hamás ya mostraron disposición a aceptar la existencia de facto de Israel, si bien no su legitimidad, dentro de las fronteras anteriores a la Guerra de los Seis Días de 1967.

A cambio, exigirían el reconocimiento de los legítimos derechos del pueblo palestino. Hamás, incluso, ya ofreció a Israel una tregua de 20 años, propuesta que fue rechazada.

Por otra parte, facciones de Fatah simpatizan con la lucha de Hamás, al que ven como un movimiento de liberación nacional legítimo, con una plataforma no demasiado diferente de la suya.

Esas facciones de Fatah y de Hamás más tendientes a un acercamiento también lograrían el apoyo de una amplia mayoría de los palestinos para quienes la negociación con Israel no ha conducido a ninguna parte.

Pero si Fatah admite a Hamás en un gobierno de unidad sin que medie la aceptación de las demandas del Cuarteto, y si el movimiento islamista no renuncia a algunos de sus objetivos más caros, la comunidad internacional no brindará su respaldo.

Y cualquier pragmático sabe que, sin apoyo regional internacional, ningún gobierno palestino sobrevivirá.

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