ELECCIONES-ISRAEL: Giro a la derecha hacia lo desconocido

Horas antes de las elecciones generales del martes 10 en Israel, crece un partido ultraderechista que aspira a desempeñar un papel clave en el próximo gobierno, junto con algunos de los otros tres sectores favoritas.

Liderado por Avigdor Liberman, Israel Beiteinu superó, incluso, al otrora poderoso y centroizquierdista Partido Laborista, del ex primer ministro y actual ministro de Defensa, Ehud Barak.

Además, acorta rápidamente la distancia con sus dos principales contendientes: el derechista Likud, del ex primer ministro Benjamin Netanyahu, y el centroderechista Kadima, encabezado en esta ocasión por la canciller Tzipi Livni.

Las encuestas de intención de voto pronostican que el Likud obtendrá entre 26 y 29 de los 120 escaños de la Knesset (parlamento unicameral), en tanto a Kadima le corresponderán entre 24 y 27.

Este panorama facultaría a ambos a encabezar una coalición de al menos tres partidos y, con seguridad, cuatro, todos a la derecha del mapa político excepto el Laborista.
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El partido de Liberman tiene un fuerte apoyo de inmigrantes de origen ruso, alrededor de 20 por ciento de los 5,3 millones de habilitados para sufragar.

Israel Beiteinu fue la sorpresa hace tres años, cuando obtuvo 11 escaños en su primera incursión electoral. Su mensaje se ha propagado con rapidez.

Con la ofensiva israelí contra el territorio palestino de Gaza, su popularidad aumentó a pasos agigantados, al punto que tiene posibilidades de consagrar a 20 legisladores y convertirse en el centro de todo proceso de conformación de una coalición de gobierno.

Este partido se caracteriza por despotricar sin ningún disimulo contra los árabes. Su propaganda de campaña es provocativa y el mensaje racista es claro. La consigna "sin lealtad no hay ciudadanía" es una referencia indisimulada a la generalizada oposición de la población árabe israelí a la guerra en Gaza.

Liberman abogó, además, por "transferir" algunos poblados israelíes de predominio árabe y cercanos a Cisjordania al futuro Estado palestino. Sin embargo, él mismo vive en un asentamiento judío en ese territorio ocupado.

"Es el tipo de líder que estábamos esperando. Sabe cómo hablarle a los árabes en su propio idioma: el de la fuerza", señaló una mujer tras la advertencia de Liberman a las aldeas cercanas a la frontera con Gaza.

El avance de Liberman aterra los árabes israelíes, que constituyen la quinta parte del electorado y están desmotivados por los ataques de sus compatriotas judíos. Las encuestadoras pronostican que la mitad de ellos no votará este martes.

"El fenómeno Liberman no es un voto de protesta común. Su mensaje antiárabe y anticonvivencia es una idea generalizada entre los judíos", sostuvo Ghazal Abu-Raya, del Centro Judío-Árabe por la Paz, alto funcionario del poblado árabe de Sakhanin y educador.

"Esto es horrible. Esto se está convirtiendo en una característica de la sociedad y de la política israelí. Es una verdadera amenaza a nuestra democracia", añadió Abu-Raya, ferviente defensor de la coexistencia árabe-judía.

Pero esa preocupación no existe entre políticos ni votantes judíos. De hecho, ocurre lo contrario. Y el discurso de Liberman parece ser catárquico en esta campaña.

La Fiscalía General informó que penden sobre él graves acusaciones de lavado de dinero y que podría emprender acciones legales en breve. Contra toda lógica, eso no hizo más que aumentar la popularidad del expresivo líder de origen moldavo.

La situación llegó al punto de que los dos candidatos con más posibilidades de ganar debieron cambiar de estrategia y ofrecer a Liberman la conformación de una alianza aun antes de las elecciones.

Kadima, que presenta una plataforma de "gobierno limpio", no se mostró reacio a aliarse con Israel Beiteinu. Netanyahu fue, incluso, más allá. En un acto de campaña, el líder del Likud se dirigió directamente a los votantes rusos el miércoles.

"Si votan a otro partido, el Likud se debilitará", dijo, en referencia a Israel Beiteinu. "Pero si lo votan, yo seré primer ministro, ofreceré a Liberman un importante ministerio en mi gabinete y construiremos un gobierno fuerte. Mi primera medida será unir al campo nacional."

La unidad nacional es una consigna para reunir votos. Pero cualquiera sea la composición del "gobierno nacional" y su principal figura, la coalición ya está definida por una plataforma ideológica derechista, según la mayoría de los expertos israelíes.

Lo que queda por saber es si de forma automática, lo que parece probable, el nuevo gobierno adoptará políticas de derecha claras respecto de los palestinos y de las posibles iniciativas de paz de Estados Unidos.

Netanyahu ya dijo sin rodeos que no será "rehén" de las "concesiones" que el saliente primer ministro Ehud Olmert haya hecho al presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmoud Abbas, ni implementará las promesas de larga data de los últimos dos gobiernos de desmantelar los asentamientos judíos "ilegales" en Cisjordania.

Pero hay otro actor tras bambalinas que actuará en la etapa postelectoral, cuando se conforme la coalición de gobierno.

Es de esperar que en su mensaje de felicitaciones tras las elecciones del martes, el presidente Barack Obama dejará claro que Estados Unidos no quiere quedarse al margen por mucho tiempo.

"Todo parece encaminarse hacia una posible discrepancia entre Washington y Jerusalén", sostuvo el analista político David Landau, ex responsable editorial del periódico israelí Haaretz.

"Por lo que no es imposible que Netanyahu tenga bien claro qué está en juego en el ámbito internacional, en especial la necesidad de contar con una política viable de contención a Irán vinculada con iniciativas a favor de la paz con los palestinos y el mundo árabe", apuntó.

"De las actuales maniobras tácticas y retóricas de la campaña, la señal procederá del tipo de coalición que finalmente decida formar", subrayó.

Las encuestas dejan claro que el próximo gobierno de Israel será de derecha. La duda es si sus miembros optarán por cerrarse en su derechismo o abrirse hacia otras opciones.

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