OBAMA: ADIÓS AL CAPITALISMO COWBOY

El nombramiento por parte de Barack Obama de Hillary Clinton como Secretaria de Estado, su ratificación en la Secretaría de Defensa de Robert Gates y su confianza en gran parte del mismo equipo económico que nos dejó como herencia la actual implosión económica ha llevado a muchos de los simpatizantes del presidente electo a preguntarse si sus promesas de cambio realmente serán cumplidas.

Otros dicen que, astutamente, Obama se está valiendo de figuras del establishment para poder concretar una agenda de transformaciones. Al parecer está siguiendo un dicho que se hizo famoso en su filme favorito, “El Padrino”: “Mantiene cerca a tus amigos y más cerca aún a tus enemigos.”

Aquellos que esperaban un alejamiento más decidido de las políticas de los años recientes, pueden haber atribuido a Obama tendencias más progresistas que las demostradas en sus posiciones mayormente centristas durante su carrera política. Es cierto que su retórica sobre la justicia social invita a tener esperanzas de que actúe como un populista progresista. Pero el presidente electo también fue formado en ambientes universitarios de elite como la escuela de Chicago, partidaria de políticas ortodoxas que ignoran los principios altruistas. De hecho, Obama no podía haber llegado a donde estaba determinado a llegar sin aprender técnicas esenciales de supervivencia, incluyendo una capacidad para adaptarse a los diferentes mundos en los que se movía.

Dados sus antecedentes y su duro aprendizaje, Obama parece ser un pragmático avezado en conciliar las diferencias. Es pronto para decirlo, pero su personalidad y su educación política sugieren una figura híbrida. Obama transcurrió su juventud en a menudo angustiosos intentos de reconciliar las dos identidades encarnadas en el pecado original del esclavismo. Su logro más singular fue el de transformar su gran lucha interior en su mayor fortaleza.

Por ello, es una figura potencialmente capaz de operar transformaciones en las políticas de Estados Unidos y del mundo. Si sus antecedentes y creencias revelan alguna inclinación constante, es la convicción de que la verdad no es posesión exclusiva de algún partido o ideología. En este sentido el estilo inclusivo de liderazgo de Obama representa un alejamiento radical de la forma tradicional de hacer política.

El enfoque integrador de Obama y su modo de escuchar los puntos de vista contrapuestos para luego sintetizar los mejores elementos, pueden comenzar a liberar el inmenso potencial creativo inherente en los conflictos. El siglo XX, una era de ideologías, nos llevó a dos guerras mundiales calientes y a una guerra fría, con el resultado del colapso de ambos contendientes, el comunismo en 1989 y el “capitalismo cowboy” en 2008. El siglo XXI comienza con lo que parece ser una época de pragmatismo, en la que la incuestionable adhesión a ideas fijas es reemplazada, en el mejor de los casos, por un firme compromiso con principios generales y un enfoque flexible para alcanzarlos.

Como un líder de transición que encarna el esfuerzo para reconciliar a enfrentadas razas y culturas de varios tipos, Obama busca nada menos que curvar el arco de la historia. Esta es una responsabilidad mayor de la que cualquier individuo puede asumir. Al buscar tender puentes entre las más encontradas corrientes en la política doméstica y global, el presidente electo intenta lograr la misma fusión y tienta la misma suerte que Abraham Lincoln, su declarada fuente de inspiración.

Incumbe, por lo tanto, que todos los que creen en una política y una cultura más inclusiva que la contemporánea lo acompañen para abrir un espacio en el cual él y otros puedan moverse con más seguridad. Franklin D. Roosevelt, otro de los personajes que inspiran a Obama, una vez respondió a las exhortaciones de sus sostenedores progresistas para que acelerara el paso de los cambios: “Ustedes me han convencido. Ahora vayan y ayúdenme a avanzar.” Este viraje en la política no es la empresa de un solo hombre o un solo sino de un conjunto de actores en un curso de tiempo que vá más allá de esta generación. Como ha dicho a menudo el propio Obama “no se trata de mí, se trata de nosotros.”

Si queremos un mundo que realmente enfrente los desafíos en lugar de exacerbarlos deberemos involucrarnos en el duro trabajo de reconciliar no sólo a las partes enfrentadas en nuestra política sino también los impulsos conflictivos dentro de nosotros mismos. Obama representa un admirable ejemplo de cómo transformar una pugna interior potencialmente abrumadora en un proceso político potencialmente sanador. (FIN/COPYRIGHT IPS)

(*) Mark Sommer, periodista y columnista estadounidense, dirige el programa radial internacional A World of Possibilities ( www.aworldofpossibilities.com).

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