Territorio, y no solo tierras, reclaman los afrodescendientes que viven en comunidades dispersas por Brasil, ocupando áreas definidas hace muchas generaciones, casi siempre para escapar de la esclavitud.
Se trata también de mantener las tradiciones, el modo de vida y la cultura de esas comunidades, explicó Maria Nazaré Ghirardi, del Centro de Estudio y Defensa del Negro de Pará (Cedenpa).
No se trata de asentar a los "quilombolas" —habitantes de los antiguos quilombos o refugios de esclavos negros— como campesinos sin tierra, sino de reconocerles el derecho a la tierra en la que viven con su organización social, costumbres y a veces lengua propia.
Este fue el principal tema discutido en la Tienda Afro-Negritud Quilombola, que hizo parte del Foro Social Mundial celebrado desde el martes hasta este domingo en Belém, capital del septentrional estado brasileño de Pará.
Esto es también una cuestión controvertida en el Estatuto de la Igualdad Racial que el movimiento negro quiere ver aprobado pronto, pero que se arrastra en el Congreso legislativo. Muchos parlamentarios, especialmente los conservadores, se niegan a incluir la palabra territorio entre los derechos de los quilombolas.
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Ya hay 3.524 comunidades quilombolas identificadas en Brasil, pero conocedores del asunto estiman que hay más de 5.000 y unas pocas decenas consiguieron legalizar la propiedad de la tierra, según el derecho reconocido por la Constitución de 1988, como una deuda social generada por la esclavitud que en este país solo fue abolida en 1888.
"Nuestra comunidad quilombola fue reconocida pero aún no tenemos el título de propiedad", es la respuesta común de varias participantes de las actividades de la Tienda Afro-Negritud, como Maria Silvia de Almeida, que vive en un remanente de quilombo en las orillas del río Gurupi, que divide Pará del estado Maranhão.
Allí, más de 160 familias viven de la agricultura y la artesanía, carecen principalmente de asistencia en salud, según Almeida, madre de 10 hijos. La economía solidaria, apoyada por una red, mejoró los ingresos locales, favoreciendo la comercialización de la artesanía y los productos agrícolas, con precios mejores.
La titulación del territorio, la aprobación del Estatuto de la Igualdad Racial, un mayor combate al racismo y el cumplimiento de una reciente ley que obliga a la enseñanza de la historia y la cultura afrobrasileñas en las escuelas son reclamos afirmados en la Tienda, informó Maria Luiza Nunes, coordinadora de comunidades quilombolas de Cedenpa.
En Pará su organización identificó a más de 360 comunidades quilombolas, pero las autoridades agrarias las limitan a poco más de 200, señaló. Otro problema es la presencia de hacendados en la mayoría de esos territorios ya reconocidos, sin que se cumpla la ley que establece que deben ser retirados.
"La justicia social es regularizar los territorios quilombolas", dice una gran pancarta delante de la tienda donde se reunieron los afrodescendientes. La propiedad de la tierra, en ese caso es colectiva, concedida a asociaciones de los quilombolas.
Además, Cedenpa lucha por cuotas para negros no solo en las universidades, sino también en concursos para funcionarios públicos. Entrar a la universidad tampoco es suficiente, es necesario asegurar al estudiante negro condiciones para permanecer en la enseñanza superior, observó Nunes, quien coordina las actividades en la Tienda Afro-Negritud.
De la intensa participación negra en el FSM, también en el Campamento de la Juventud y en diálogos sobre economía solidaria, entre otras actividades, Nunes espera que surja una "gran alianza del movimiento negro, nacional e internacional", capaz de exigir "respeto por parte del Estado" y poner fin al "genocidio" de los jóvenes negros, las mayores víctimas de la violencia delictiva en Brasil.
"No legalizar la propiedad de los territorios es también una violencia", sostuvo Lauriene Almeida, del Instituto de la Mujer Negra de estado de Amapá, al noroeste de Pará. Otra injusticia contra los negros, especialmente del campo, es "matar el sueño de los niños" privándolos del derecho de estudiar. "Dennos acceso a educación y salud y haremos el resto" para tener parlamentarios negros e incluso el presidente del país, con Barack Obama "como referencia", acotó.
En la Tienda Afro-Negritud participaron representantes de movimientos negros de todo el país, además de extranjeros. William Riascos, sacerdote católico de Colombia, "de la Teología de la Liberación", vino a "conocer otras experiencias libertadoras", especialmente las afrobrasileñas, y a articular las luchas para "fortalecer el movimiento negro regional".
Una teología afroamericana de la liberación sería un objetivo a perseguir, señaló.
Hugo Ferney, coordinador juvenil del movimiento negro colombiano, espera comparar realidades, principalmente en la cuestión de la posesión de la tierra. Pero es la vivienda el principal problema en Colombia, donde afrodescendientes e indígenas son "víctimas mayores del conflicto armado" porque están en el escenario de la guerra y refugio del narcotráfico, destacó.
Mientras la guerrilla "no tiene propósitos claros", lo que hace inciertas sus relaciones con la población civil, el gobierno no reconoce que siguen existiendo grupos paramilitares, rechazando por eso las denuncias de sus violencias, lo que agrava la situación de los negros en medio del conflicto, concluyó Ferney.