Por primera vez en Argentina, un libro recoge testimonios y vivencias de una docena de hijos de personas desaparecidas por la última dictadura (1976-1983), secuestrados de niños o nacidos durante el cautiverio de sus padres y que se criaron con adoptantes legales o apropiadores.
"De vuelta a casa. Historias de hijos y nietos restituidos", publicado este mes, permite entender por qué algunos, pese a haber recuperado su identidad y conocido a su familia biológica, siguen aferrados al nombre o apellido que le impusieron sus apropiadores a quienes, en ciertos casos, les siguen diciendo "mamá" o "papá".
Pero también permite comprender por qué otros se abrazaron al nombre que tenían sin saberlo, y repudiaron a quienes los criaron en la mentira. "Comparto el malestar que provoca que aquellos que nos conocen de antes nos llamen con el nombre falso", se queja Juan Cabandié, nacido en la hoy desactivada Escuela de Mecánica de la Armada.
"El robo de bebés y la sustracción de identidad no se conocían a fondo", explicó a IPS la autora del libro, Analía Argento. "Conocemos la labor de Abuelas de Plaza de Mayo", dijo aludiendo a la asociación de mujeres dedicadas a buscar a sus nietos desde 1976, "pero nunca supimos en profundidad lo que sufrieron esos niños que hoy tienen más de 30 años", añadió.
Las fotos que aporta el libro, algunas inéditas, también son reveladoras. En algunas, los niños aparecen con sus padres biológicos, antes del secuestro, y luego en celebraciones familiares con sus apropiadores. También hay imágenes posteriores a la restitución, tras el reencuentro con la familia de origen.
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"A muchos el testimonio les resultó liberador, se sintieron escuchados, comprendidos, porque tienen muchas contradicciones y se sienten, por distintas razones, discriminados", añadió. Argento cree además que el libro puede contribuir a que otras personas, que dudan sobre su identidad, inicien la búsqueda.
Las Abuelas, como se las conoce popularmente en Argentina, ya lograron restituir, ya adultos, a 93 nietos que estaban desaparecidos. Pero se estima que restan unos 400, que vivirían con la identidad cambiada.
Las restituciones fueron divulgadas cada vez que se lograban, pero los nietos y nietas casi nunca participaron de los anuncios públicos.
"Conocer mi historia, conocer a mi familia y escuchar lo que cuentan los amigos de mi mamá y de mi papá me hizo bien, me abrió la cabeza", expresa Claudia Poblete, hija de desaparecidos y apropiada por un militar. A pesar de eso, siguió viviendo con quienes la retuvieron ilegalmente cuando éstos pasaron a cumplir arresto domiciliario.
"Uno se siente estigmatizado", contó Matías Reggiardo Tolosa, uno de los mellizos hijos de desaparecidos que nacieron en cautiverio, fueron apropiados por el policía Samuel Miara, actualmente en prisión, y por su esposa, Beatriz Castillo, y quedaron en medio de una batalla legal y mediática por muchos años, incluso hasta después de que ambos cumplieron su mayoría de edad.
A la mujer que los sustrajo la llama "mamá" y la considera "un pilar fundamental en su vida". "Tuvimos una infancia feliz" dice, incluyendo a su hermano Gonzalo. Con Miara tiene menos contacto desde que está preso. "Puedo llegar a decirle papá, pero eso no cambia nada. Mis padres son mis padres biológicos", remarcó.
Los hermanos Reggiardo Tolosa supieron la verdad a los 10 años, cuando Abuelas de Plaza de Mayo creyó identificarlos. La familia se fugó a Paraguay. Tras su regreso forzado, pericias psicológicas y errores de identificación, los apropiadores quedaron detenidos y los dos adolescentes fueron obligados a vivir con un tío biológico al que no conocían.
"Nunca me sentí tan conejillo de Indias como en esa época", recuerda. "El gabinete psicológico quería desprogramarnos, creían que nosotros teníamos el cerebro lavado por los Miara y que eso requería una terapia de shock". El tío "tenía la idea de que habíamos sido muy maltratados, pero no todo es blanco o negro", reflexiona.
Los mellizos fueron de los primeros casos de restitución de hijos de desaparecidos y se produjo cuando eran menores de edad. Con el tiempo, el trabajo de las Abuelas fue menos traumático. Muchos jóvenes, ya adultos, comenzaron a acercarse solos.
Gonzalo Reggiardo Tolosa lleva en su billetera la foto de su madre y de su padre, a los que no conoció. Pero el día de su boda entró a la iglesia junto a Castillo, la mujer que estuvo presa por haberse apropiado de él y de su hermano, y allí estaba también Miara. Son las contradicciones con que cargan.
Pero ahora que tiene más de 30 años, Matías no quiere que queden dudas. "Es invalorable que me hayan encontrado y que se haya restituido mi identidad, por más que en Abuelas consideren este caso un fracaso en muchos aspectos. El objetivo está cumplido", asegura Matías, quien progresivamente se acerca a amigos de sus padres.
Otro caso complejo fue el de Simón, hijo de la uruguaya Sara Méndez, único caso de una madre que logró recuperar a su hijo.
Méndez fue secuestrada en Argentina, llevada ilegalmente por sus represores a Uruguay, y estuvo presa cinco años. Simón desapareció el mismo día del secuestro de ella cuando apenas tenía semanas de vida. Ambos se reencontraron 26 años después.
Su madre le insiste para que use el nombre que ella le puso. Pero él sigue aferrado al de Aníbal Parodi, tanto como a la familia que lo crió. Cuenta en el libro que estuvo peleado con Sara durante algún tiempo por negarse a usar Simón. También revela que antes de tener un hijo temió por el "antagonismo entre las dos familias".
En un momento, confiesa que se preguntó: "¿para qué mierda me encontraron?". Pero hoy cree que fue bueno. "Está bien. Esto es así. Esto me pasó. Este soy yo".
Conmueve también la historia de los hermanos Marcelo, Victoria y Laura, hijos de Orlando Ruiz y Silvia Daneri.
Los dos primeros, fueron llevados y los mantuvieron un tiempo en cautiverio junto a su madre, para luego ser abandonados en distintos puntos del país. Marcelo en la provincia de Córdoba, con cuatro años, y Victoria, con dos, en la de Santa Fe.
Marcelo y Victoria se reencontraron y recuperaron la relación con su familia biológica. En cambio, Laura, quien nació en el campo de concentración en que estaba su madre, sabe quién es, pero rechaza ese vínculo.
La autora también habló con Carlos D'Elia, hijo de los uruguayos desaparecidos Yolanda Casco y de Julio D'Elía, quien era sobrino del hoy fallecido José D'Elía, el líder histórico de la central única de trabajadores de ese país.
Carlos D'Elía nació en la cárcel clandestina conocida como Pozo de Banfield. Nunca había contado su historia públicamente. Su apropiador pertenecía al área de Inteligencia de la marina de guerra, Carlos De Luccia. Él lo quiso mucho, dice.
El joven, que al final se recibió de economista como su padre biológico, mantiene un buen vínculo con la mujer que lo crió, quien estuvo detenida por la apropiación. Pero quiso conocer el campo de concentración en el que nació, y formó un vínculo intenso con su familia biológica y con los múltiples amigos que recuerdan a sus padres, sobre todo en Uruguay.
"No pretendo que todos comprendan ni tampoco que lo compartan", dice. "Tengo claro que Carlos y Marta (sus apropiadores) no hicieron bien las cosas, y no estoy de acuerdo con ellos, por más que me criaron con amor, como si fuera un hijo", añade.
"No puedo cambiar mis sentimientos por ellos ni volver el tiempo atrás. Yo debería haber crecido con Julio y Yolanda o, dadas las circunstancias, con mis abuelos, sabiendo desde el primer momento la verdad, quienes eran mis padres, sabiendo que me quisieron y que nunca me abandonaron", escribió él mismo en el libro.