TAILANDIA: Otra vez, el ejército en el tablero político

Al darle refugio en un cuartel al primer ministro Samak Sundaravej, acosado por violentas protestas opositoras, las fuerzas armadas de Tailandia confirmaron que son ellas, y no la ciudadanía, el árbitro de la política nacional en este reino del sudeste asiático.

El respaldo decisivo de los militares a la administración de Samak contrasta con el golpe de Estado que dieron en septiembre de 2006 al de entonces, Thaksin Shinawatra, al que siguió un régimen sostenido por las fuerzas armadas durante 15 meses, que concluyó con la elección del actual en las urnas.

Miles de simpatizantes de la opositora Alianza Popular para la Democracia (APD), compuesta mayoritariamente por residentes urbanos de clase media y elementos de la elite conservadora, ocupan desde el martes numerosas oficinas del gobierno para pedir la renuncia de Samak.

La APD ha realizado numerosos actos callejeros desde mayo, pero los de esta semana han desatado una tensión inusitada.

El martes, miles de opositores irrumpieron en el edificio de una televisora progubernamental y otros cientos ocuparon tres ministerios y un cuartel de la policía.

Una multitud ocupó la Casa de Gobierno, lo cual obligó a Samak a buscar refugio en el comando de las fuerzas armadas, al norte de Bangkok. Desde entonces, la APD se ha negado a abandonar la sede del Poder Ejecutivo.

"Es como un juego de ajedrez. La APD trata de arrinconar al primer ministro, y creían haber ganado al obligarlo a conducir el gobierno desde el cuartel", dijo una fuente cercana a las fuerzas armadas que solicitó reserva sobre su identidad.

"Pero, al menos por ahora, se han visto frustradas las esperanzas de la oposición de que la línea dura del ejército actuara contra el gobierno", agregó.

El intento de la APD de lograr una respuesta violenta y clamar para que el ejército intervenga en su defensa también falló. Samak optó por pedirle a la policía que contuviera a la multitud, con acciones limitadas, y apeló a los tribunales para que procesen a los líderes opositores.

"La policía no hará nada que aliente la violencia, que es lo que ellos (la APD) quieren", dijo el primer ministro a la prensa extranjera. "Quieren derrocar al gobierno, y eso es ilegal."

Pero no hay cambios en la postura de la APD, liderada por figuras como el magnate de los medios de comunicación Sondhi Limthongkul y el ex gobernador de Bangkok Chamlong Srimunag.

Fundamentalmente, no renuncian a su pedido de golpe de Estado contra Samak, a quien consideran un títere de Thaksin Shinawatra, hoy exiliado en Londres acusado de corrupción.

"Como la policía, por ahora, mostró contención y no dispersó las multitudes por la fuerza, la APD centra sus esperanzas en militares que puedan compartir sus metas de voltear el gobierno", escribió la periodista Nattaya Chetchotiros en el diario Bangkok Post.

"El problema es que, mientras la mayoría no cree que se requieran acciones radicales, la APD cree que ya llegó el momento. La APD no puede presionar más que ahora", agregó.

Pero los militares también pretenden evitar los daños que causó a su imagen el golpe del 19 de septiembre de 2006, con tanques y tropas movilizadas contra el gobierno de Thaksin. El golpe también fue precedido por meses de protestas conducidas por la APD.

"Los últimos acontecimientos confirmaron que el ejército es la institución más poderosa del país y que está en una posición que le permite dirigir la política nacional sin siquiera dar un golpe", dijo a IPS el experto en seguridad nacional Panitan Wattanayagorn, de la Universidad Chulalongkorn de Bangkok.

"Juega entre bambalinas el rol de hacedor de reyes. Puede quedarse cerca de los círculos de poder pero sin entrar en ellos, para que no lo acusen de errores como luego de 2006", explicó.

De todos modos, los acontecimientos de esta seman marcaron un regreso de los militares a la política tailandesa, donde monopolizaron el poder durante buena parte de la mitad del siglo pasado, cuando los golpes de Estado eran cosa frecuente.

"Se suponía que Tailandia había avanzado en los 14 años que transcurrieron desde la salida del último régimen en 1992", dijo David Streckfuss, experto estadounidense en cultura política tailandesa.

"La gente creía que el rol político de los militares se había reducido y que el Estado de Derecho comenzaba a consolidarse", agregó.

Pero el golpe de 2006 marcó un retorno a la vieja dependencia del país respecto de los militares para resolver los problemas políticos del país.

"Esto viene de la peculiar idea de la 'democracia al estilo tailandés'. Los militares se vuelven importantes cuando las cosas se salen de su curso normal", dijo Streckfuss.

"Desde 2006 se perdió el impulso hacia la construcción de una democracia parlamentaria. Pero las fuerzas armadas están de vuelta, porque el pueblo no confía en el sistema", concluyó.

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