«Llegó pasto para los chilenos», solían decir vecinos de Alamar cuando algún vegetal como berro o col llegaba hasta el mercadito del barrio. Eran los años 70 y 80, y en Cuba no resultaba tan común como ahora disponer de hortalizas frescas en la mesa familiar.
Por entonces, miles de exiliados del Cono Sur sudamericano vivían en Alamar, una suerte de ciudadela dormitorio distante 15 kilómetros de La Habana. Además de disfrutar de la solidaridad cubana, debían adaptarse a la cultura gastronómica del puerco asado, el potaje de frijoles, el arroz blanco y el plátano frito.
En esos tiempos, la agricultura cubana descansaba en una alta industrialización y en el uso de grandes cantidades de insumos y equipamiento por hectárea, pero tenía baja eficiencia y mucha dependencia externa, según especialistas. A la vez, el Estado mantenía una fuerte concentración del uso y explotación de la tierra.
"No había mucha costumbre de comer ensaladas, pero ahora es diferente. La gente ha captado los beneficios de consumir vegetales", comenta a IPS Eva Pérez, residente de Alamar, de unos 100.000 habitantes, al recordar esos años en los que tampoco era posible encontrar verduras cultivadas sin fertilizantes ni plaguicidas químicos.
Al ser abordada por IPS, Pérez miraba los precios en la tienda del Organopónico Vivero de Alamar, una Unidad Básica de Producción Cooperativa (UBPC) que produjo en 2007 algo más de 300 toneladas de hortalizas, 3.536 kilogramos de condimentos secos, 3,18 millones de plántulas de huerta y más de 36.000 de otras posturas, incluyendo árboles frutales.
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La UBPC comenzó en 1997 con cuatro cooperativistas y un área de 800 metros cuadrados. Hoy suman 129, 36 son mujeres, disponen de 11 hectáreas para el laboreo y cada año elevan sus rendimientos y utilidades. Para muchos residentes de Alamar, el primer mérito del vivero es haber salvado el predio donde se asienta de su destino de basurero.
"Estos terrenos estaban desocupados, creo que se pensaba construir un complejo deportivo o algo así, que nunca se hizo. La gente comenzó a botar aquí toda clase de desperdicios, y mire lo que es ahora, verde por todas partes", dice Ivette Barroso, de 40 años, quien se integró a la cooperativa una década atrás.
Tecnóloga química, Barroso dejó su primer trabajo en una fábrica de plásticos para estar más cerca de su casa y mejorar sus ingresos. "La agricultura en la ciudad ha permitido que más mujeres nos incorporemos a estas labores", afirma al enumerar las "bondades" del Vivero Alamar.
Además de ser fuente de empleo para residentes en la zona, la cooperativa beneficia la salud de los consumidores, opina. "Todo lo que se cultiva aquí es sano, no usamos químicos", comenta, mientras coloca semillas en una bandeja dividida en pequeños cuadrados provistos de sustrato orgánico.
La postura en cepellón, como se llama esta técnica, asegura plantas sanas, con buenas posibilidades de transplante exitoso, por su elevada supervivencia y por sufrir menos estrés en el traslado al campo. Además, el método permite planificar las rotaciones de siembras y variedades.
La colaboración de la no gubernamental Agro Acción Alemana permitió al Vivero Alamar, entre otras cosas, disponer de técnicas y equipamientos apropiados para cultivar lechuga, pepino, remolacha y habichuela incluso durante los meses de más calor, como julio y agosto.
Ese respaldo incluye un invernadero para la producción de plántulas en cepellón para uso propio y venta a otros agricultores, diferentes sistemas de riego para el cultivo y la producción de fertilizantes orgánicos, además de un invernadero para sembrar vegetales y vender una parte en divisa.
La cooperación también financió un aula de capacitación para la gente de la UBPC y el intercambio de experiencias con otros cultivadores y cooperativas, así como el puesto para vender verduras directamente al público, sin intermediarios que encarecen los precios.
"Ha sido un potencial decisivo para nosotros… No hubiéramos podido tener toda esa tecnología sin la cooperación, que siempre ha estado vinculada a las necesidades de la UBPC para su producción", dice Miguel Ángel Salcines, administrador del Organopónico Vivero de Alamar.
Con una presencia de 15 años en Cuba, Agro Acción Alemana ha sorteado distancias geográficas y políticas para apoyar muchos proyectos de agricultura urbana, como parte del fomento a la seguridad alimentaria descentralizada.
La organización basa su trabajo en los principios de la ayuda para la autoayuda, mediante proyectos que propicien a grupos humanos asegurar su alimentación por el propio esfuerzo, con métodos ecológicos y sociales sostenibles. También presta asistencia básica en situaciones de emergencia aguda.
En Cuba funcionan las Cooperativas de Créditos y Servicios (CCS) surgidas en la década de 1960, las Cooperativas de Producción Agropecuaria (CPA), creadas en 1976 y las UBPC, constituidas en 1993, poco después de que la debacle de la Unión Soviética y del bloque socialista dejó a este país sin abastecimiento de insumos y equipos para sostener el modelo agrícola vigente.
Los miembros de las UBPC poseen el usufructo gratuito de la tierra por tiempo indefinido, son dueños de la producción y la infraestructura y eligen en forma colectiva a su dirección, que debe rendir cuentas periódicamente ante todos los cooperativistas.
Se calcula que más de 2,4 millones de hectáreas sembradas están en manos del sector no estatal, repartidas entre las UBPC, las CPA, las CCS y actores privados. Ante la necesidad de aumentar la producción de alimentos, el gobierno está reestructurando la agropecuaria y decidió distribuir más tierras ociosas para su cultivo.