ELECCIONES-EEUU: Talibán vota en noviembre

El frente principal de la «guerra contra el terrorismo» del presidente estadounidense George W. Bush se ha trasladado unos 1.800 kilómetros al este, de Iraq a Afganistán.

Este movimiento podría tener un gran impacto en las elecciones presidenciales de noviembre en Estados Unidos, a pesar de que, según las encuestas, la economía reemplazó a la guerra de Iraq como la mayor preocupación de la ciudadanía del país norteamericano.

La victoria en Iraq debe ser la máxima prioridad de la política exterior, según insiste el senador John McCain, virtual candidato del oficialista Partido Republicano, en línea con el actual inquilino de Casa Blanca.

Pero su seguro rival del opositor Partido Demócrata, el senador Barack Obama, y sus más cercanos asesores han señalado repetidamente que la situación en Afganistán y la zona fronteriza de Pakistán con ese país demandan mucha más atención y recursos que los empleados por el gobierno de Bush.

Se requiere una "nueva estrategia" que incluya el despliegue de "al menos dos brigadas de combate más" y un aumento de la asistencia no militar "para cumplir la misión" en Afganistán, afirmó Obama en una columna publicada por el diario The New York Times el lunes, un día después de la muerte de nueve soldados estadounidenses en el país asiático.
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En un acto de campaña, Obama definió a Afganistán y las áreas fronterizas de Pakistán como "el verdadero centro de la actividad terrorista", que reclama un tratamiento "agresivo" por parte de Estados Unidos.

Los nueve soldados murieron en la provincia afgana de Kunar durante un ataque lanzado por alrededor de 200 miembros de las milicias islamistas Talibán, algunos de ellos procedentes de Pakistán.

Otros 15 uniformados estadounidenses y cuatro afganos resultaron heridos en la incursión, rechazada luego con apoyo aéreo.

Se trató del episodio de la guerra en Afganistán más luctuoso desde la muerte de 16 soldados cuando los talibanes derribaron un helicóptero hace tres años.

El diario Los Angeles Times destacó que la cantidad de muertos de la coalición occidental en Afganistán se encuentra en rápido aumento.

Sólo en mayo y junio las bajas estadounidenses y de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) se elevaron a 69 soldados, cifra que supera al total de muertos en Iraq en el mismo período.

El ataque del domingo coincidió con la cuarta visita de este año a Pakistán del jefe del Estado Mayor Conjunto de Estados Unidos, almirante Michael Mullen, para reiterar la insatisfacción, e incluso exasperación, de Washington con la supuesta incapacidad de las autoridades de Islamabad para evitar una infiltración talibana en Afganistán.

La razón principal es que los talibanes de Pakistán tienen desde hace varios años el control efectivo de buena parte del territorio de las Áreas Tribales Federalmente Administradas y de la Provincia de la Frontera Noroccidental.

Allí encuentran refugio tanto los miembros de esa milicia en Afganistán como los de la red extremista Al Qaeda.

Según fuentes de inteligencia estadounidenses, esta última organización ha reconstruido gran parte de su estructura de entrenamiento y planificación, incluida su capacidad de lanzar un ataque en territorio de Estados Unidos.

En marzo, Mullen advirtió que si eso llegaba a ocurrir tendría su origen en las FATA.

Al mes siguiente, la Contraloría General de los Estados Unidos, que opera de manera independiente en la órbita del Congreso legislativo, criticó duramente lo que definió como el fracaso del gobierno de Bush para desarrollar una estrategia para afrontar las amenazas en esa región.

Tanto Mullen como el secretario (ministro) de Defensa, Robert Gates, no ocultan su impaciencia para enviar otros 10.000 soldados a Afganistán —la misma cantidad que reclama Obama— para reforzar a los 34.000 ya desplegados en ese país.

Pero la Casa Blanca no quiere poner en riesgo los avances en la reducción de la violencia en Iraq y plantea que no habrá refuerzos para Afganistán hasta tanto no retire un mayor número de tropas de aquel país.

Irónicamente, sus esperanzas están puestas en el general David Petraeus, confirmado la semana pasada por el Senado como nuevo jefe del Comando Central, con jurisdicción sobre Medio Oriente y Asia sudoccidental, un área que comprende a Afganistán e Iraq.

Petraeus asumirá su nuevo puesto en septiembre, luego de finalizar un análisis de situación que le permita determinar si es posible reducir el número de soldados en Iraq por debajo de 140.000, cifra a la que se llegará a fines de este mes.

Hasta hace poco, Petraeus se oponía a retirar más tropas en lo que resta del año, pero con sus nuevas responsabilidades al frente del comando regional, y el deterioro de la situación en Afganistán y Pakistán habría flexibilizado su posición.

De ser así, la imagen de McCain, cuya principal ventaja sobre Obama es la percepción de que es más duro en materia de seguridad nacional y la "guerra contra el terrorismo", podría socavarse y hasta dar paso a la impresión de que ha subestimado las amenazas en Afganistán y Pakistán.

La oficina de campaña de McCain divulgó este lunes un comunicado de prensa en el que citaba declaraciones hechas por Petraeus en abril e, irónicamente, comentarios de 2004 de Osama bin Laden, para reiterar que Iraq continúa siendo el frente principal de la "guerra contra el terrorismo".

Ni ese comunicado ni el portavoz del senador en materia de política exterior mencionaron el ataque del domingo ni el deterioro de la situación en Afganistán, al que definieron como "un frente importante" de la "guerra contra el terrorismo".

Obama viajará la semana próxima a Iraq y Afganistán. Su visita seguramente dominará la cobertura de la prensa estadounidenses y le dará una oportunidad de oro para exponer sus puntos de vista.

Cuando Petraeus finalice su evaluación, las palabras del senador podrían aparecer proféticas.

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