«Cuando traen ojos, se los cerramos, porque es triste verles esa mirada de terror, como si en sus pupilas vidriosas estuvieran reflejados los asesinos. Nos dan miedo esos hombres armados que quedan en el fondo de los ojos de los muertos, parecen dispuestos a matarnos también».
"Como a mis hermanos los han desaparecido, esta noche espero a las orillas del río a que baje mi difunto. A todas en el puerto nos han quitado a alguien, nos han desaparecido a alguien, somos huérfanas, viudas".
"Por eso, a diario esperamos los muertos que vienen en las aguas turbias, entre las empalizadas, para hacerlos nuestros hermanos, padres, esposos o hijos ", se lee en el relato "Sin nombres, sin rostros ni rastros", del escritor colombiano Jorge Eliécer Pardo, ganador esta semana del Concurso de Cuento y Fotografía sobre Desaparición Forzada Sin Rastro.
Las mujeres de esa historia recogen a los muertos, o sus pedazos que bajan por el río. Así van armando un cuerpo completo, lo adoptan y le hacen el ritual de despedida que no pueden cumplir por sus parientes desaparecidos.
"A mí me ha tocado recoger en el río Atrato a personas muertas, hasta sin cabeza. No sé quién es, pero yo lo llevo a la orilla para que lo entierren, porque es muy triste ver un cuerpo humano al que se lo esté comiendo un gallinazo", ave carroñera, relató a IPS Domingo Valencia, compositor popular que vive a orillas del caudaloso Atrato, en el noroccidental y selvático departamento del Chocó.
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La premiación fue prolegómeno de tres días de sesión del Seminario Internacional sobre Desaparición Forzada Sin Rastro, organizado por la Fundación Dos Mundos, de Colombia, y que terminará este viernes.
Dos Mundos no esperaba reunir más de 50 cuentos, pero el jurado tuvo que decidir entre 427.
Leerlos "fue como abrir la caja de Pandora", dijo a IPS el periodista Guillermo González, miembro del jurado, para quien muchos son testimonios reales.
Contienen "la historia oculta, la que no está en los medios de comunicación, la de la tragedia de los familiares de los desaparecidos", agregó. Tenía que parar la labor a las ocho de la noche "porque si no, no podía dormir".
En los textos "no hay palabras de denuncia fáciles, o descripciones morbosas. Extrañamente, en ese gran paquete de relatos hay respeto sobre las palabras y sobre lo que aconteció, que es mucho más contundente que la descripción descarnada de los hechos", señaló González.
Para él, director de la revista cultural bogotana Número, en Colombia "la violencia de los años 40 y 50 volvió a surgir porque no se cerró bien esa herida". Agregó que "el poder institucional, que ha auspiciado en buena parte esos crímenes, ha logrado mantenerlos ocultos".
Y la labor de investigadores, intelectuales, científicos, juristas y periodistas "es cerrar esa herida, que es presente y muy profunda en el alma de todos nosotros y de Colombia", añadió.
Colombia lleva casi medio siglo de conflicto armado interno.
"Zozobra, amargura, angustia, durante años", así describió la vida de los deudos de la desaparición forzada Carmelo Faleh, secretario general de la Asociación Española para el Derecho Internacional de los Derechos Humanos y uno de los conferencistas del seminario, celebrado en la capitalina Universidad Javeriana.
Tres familiares de desaparecidos, sentados al lado de esta reportera, asintieron a un tiempo con la cabeza, en silencio.
El seminario fue organizado para personas como ellos. Para "que las experiencias internacionales y de organizaciones latinoamericanas de víctimas puedan ser inspiradoras para las mujeres, los hijos huérfanos y para los centenares de familiares víctimas de la desaparición forzada, que no han tenido posibilidad de ser escuchadas en nuestro país", dijo a IPS Fernando Jiovani Arias, médico psicoterapeuta y director de Dos Mundos.
Llegaron protagonistas del movimiento de víctimas y forenses y defensores de derechos humanos de Argentina, Chile, España, Estados Unidos, Gran Bretaña, Guatemala, México, Perú, Suiza y Uruguay.
Cada día y medio desaparece una persona en Colombia, o dos cada tres días, informó en el seminario Gustavo Gallón, director de la Comisión Colombiana de Juristas (CCJ), quien calificó la situación de "desastrosa".
Desde julio de 2002 hasta mediados de 2007, primeros cinco años de la presidencia de Álvaro Uribe, 1.259 personas han desaparecido por la fuerza, según la CCJ. Alrededor del tres por ciento de esos casos se atribuyen a grupos guerrilleros izquierdistas.
"Cerca de 97 por ciento de esas desapariciones comprometen a funcionarios del Estado. Por perpetración directa de agentes estatales, 28 por ciento. Y por tolerancia o apoyo a desapariciones realizadas por grupos paramilitares, 69 por ciento", dijo Gallón.
La autoría atribuida directamente a la fuerza pública se ha multiplicado por cuatro en los últimos cinco años, con 235 casos, frente a 58 entre julio de 1997 y junio de 2002, según el defensor de derechos humanos.
El gobierno con frecuencia descalifica estas cifras, pero desde mediados del año pasado "no hemos tenido ninguna observación", anotó. Se trata de un seguimiento de dos décadas, "con base en la revisión de 20 periódicos y revistas, denuncias directas, datos de la Vicepresidencia y otras fuentes", señaló el jurista.
La CCJ envió a la Fiscalía General de la Nación una muestra de 452 casos de desapariciones forzadas entre diciembre de 2002 y noviembre de 2007, para averiguar por su estado judicial.
La entidad respondió que había uno en etapa de juicio, otro en etapa de instrucción y tres más en investigación previa. Sobre 51 casos existe "algún tipo de investigación", 125 no son investigados, y de los restantes, la Fiscalía "no contestó los derechos de petición", reportó el director de la CCJ.
Nunca nadie contabilizó a los desaparecidos en la guerra colombiana de mediados de siglo. La práctica se reinició en 1977, pero las cifras disponibles son dispares.
Aunque la desaparición forzada está tipificada en Colombia desde 2000, el Observatorio de Derechos Humanos del Programa Presidencial de Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario no la incluye en su informe 2007.
La Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación, creada bajo la ley de desmovilización paramilitar, estima los desaparecidos en 20.000. Pero serían 11.000 para la Procuraduría General de la Nación.
Mientras, la Asociación de Familiares de Detenidos Desaparecidos (Asfaddes) menciona 7.136 casos entre 1977 y 2004, pero un análisis de la organización advierte que puede tratarse de un subregistro, debido al temor de las comunidades a denunciar, y en entrevistas y declaraciones la entidad menciona 15.000 desaparecidos.
Para Gallón, existe "un arsenal importante de dispositivos judiciales que hay que reconocer y valorar. Hay buena voluntad de muchos funcionarios, tanto civiles como militares y de policía y, sin embargo, sigue practicándose la desaparición forzada".
El problema es que "no se está actuando contra los perpetradores". Es "muy importante que haya una política pública, pero sobre todo, mas allá de textos, de normas y de mecanismos, (que haya) voluntad política", anotó.
El seminario confirmó que el entramado normativo de Colombia es excelente, pero no se cumple.
Sin embargo, "el sector judicial poco a poco ha marcado la pauta de un esfuerzo que yo creo es indetenible. Las víctimas ya no pueden ser, en Colombia, pasadas debajo de la alfombra", comentó a IPS Javier Hernández, representante en Colombia de la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos.
Las víctimas "me han enseñado", "me han ayudado", declaró el juez español Baltasar Garzón, invitado al seminario. "La justicia es una especie de animal, de mastodonte que se demora en llegar", que necesita impulso, y "ese combustible, ese alimento, lo dan precisamente las víctimas", afirmó.
El magistrado, que ha encabezado en su país notorios procesos por crímenes de lesa humanidad cometidos en América Latina, bajo el principio de la jurisdicción universal, definió la desaparición forzada como "la humillación del ser humano hasta el final".
"En este ámbito de degradación humana, la parte más necesitada de protección son las víctimas", pero a su vez "si no es con el apoyo de las víctimas, la justicia no puede realizarse como tal", advirtió.
Garzón invitó a romper la barrera, "escandalizar con el fenómeno y con el problema allá donde tiene que ser oído. Las víctimas son incómodas porque piden justicia y ponen sobre la mesa las deficiencias del sistema. Si estamos aquí, es porque el Estado no ha funcionado como debía a través de sus instituciones".
"El futuro se compone del presente y del pasado, y el futuro no se puede construir sobre millones de cadáveres. La herida, primero, hay que limpiarla y suturarla", coincidió con el periodista González.
"No se puede mirar hacia adelante si no tenemos la espalda cubierta", agregó el jurista español.