ELECCIONES-EEUU: Republicanos en picada con Bush de lastre

La impopularidad cada vez mayor del gobierno de George W. Bush pende como un nubarrón sobre las perspectivas de su Partido Republicano, que ve avecinarse una victoria del Demócrata en las elecciones legislativas y presidenciales de noviembre.

George W. Bush firma el libro de condolencias por el terremoto en China. Crédito: Joyce N. Boghosian/White House
George W. Bush firma el libro de condolencias por el terremoto en China. Crédito: Joyce N. Boghosian/White House
Los problemas económicos, los errores en Iraq y la concurrencia sin precedentes de ciudadanos a las primarias demócratas alientan entre los candidatos republicanos al Congreso legislativo la búsqueda de una nueva estrategia que mitigue, al menos, un abrumador triunfo opositor. Las primeras señales fuertes se registraron en los últimos tres meses, en elecciones de miembros de la Cámara de Representantes en bastiones republicanos, anticipadas por la renuncia o el fallecimiento de los titulares de esos escaños. En las tres ocasiones triunfaron los candidatos demócratas.

El popular alcalde de la ciudad de Tupelo, el republicano Greg Davis, perdió la puja por un escaño del estado de Mississippi con el demócrata Travis Davis. En 2004, Bush había aventajado en ese distrito a su rival demócrata John F. Kerry por 25 puntos porcentuales.

Si el Partido Republicano "puede perder en esos distritos, podrá perder en cualquier parte", escribió en la revista National Journal uno de los más reconocidos analistas políticos de Estados Unidos, Charlie Cook.

"Los republicanos necesitan alguna introspección profunda y ver qué están haciendo mal", advirtió.
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El Partido Republicano volaba alto hace apenas cuatro años, cuando aumentó su ventaja en ambas cámaras del Congreso y Bush fue reelegido. El entonces principal asesor del presidente, Karl Rove, fue aplaudido como el arquitecto de lo que entonces se calificaba de "mayoría permanente" republicana.

El desencanto con la economía y la guerra de Iraq, así como una serie de escándalos que tuvieron como agonistas a destacados congresistas republicanos, permitió a los demócratas lograr grandes avances en 2006, cuando se celebraron las elecciones legislativas de mitad de periodo.

Desde entonces, el Partido Demócrata logró, por primera vez desde 1994, una mayoría, aunque escueta, en ambas cámaras del Congreso.

"Los escándalo de representantes republicanos tornaron al partido en blanco de la ira de los votantes en 2006", sostuvo el periodista Fred Barnes en la revista neoconservadora Weekly Standard.

Los demócratas no han podido, desde entonces, usar su mayoría para iniciar la retirada de las tropas de Iraq o para afirmar sus prioridades políticas.

Los republicanos apelan ahora a la leve mejora económica del último mes y a la reducción de la violencia en Iraq para pedir el voto. Su candidato presidencial, John McCain, tiene una imagen de disidente dentro del partido, lo cual podría acercarle votos independientes.

Aun así, se trata de una carrera cuesta arriba. La popularidad del presidente, que en su carácter es líder simbólico de su partido, está tan ajada que se convierte en un lastre muy pesado para McCain y para la mayoría de los candidatos a legislador.

Una encuesta realizada este mes por la firma Quinnipiac asignó a la gestión de Bush una aprobación de apenas 28 por ciento de los entrevistados y la desaprobación de 67 por ciento.

El mes pasado, la empresa Gallup calculó la desaprobación del mandatario en 69 por ciento, la más alta desde que comenzó a realizar esta encuesta hace más de 60 años.

A pesar de todos los pesares, el editor de Weekly Standard, Bill Kristol, consideró en una columna para el diario The New York Times que McCain tiene posibilidades. "El Partido Republicano está mal, pero John McCain (…) lo está haciendo bastante bien", afirmó.

Sin embargo, varios problemas han quedado fuera del foco de Kristol.

Los demócratas planean atar a McCain a la presidencia de Bush, lo cual no les resultará difícil, dado que la situación en Iraq y la economía son las grandes preocupaciones del electorado.

Bush y McCain se vanagloriaron de los tenues avances de la economía y los recientes éxitos tácticos en Iraq, pero seguir apelando a eso durante los casi seis meses que restan para las elecciones resultaría insostenible.

Para peor, McCain debe aventar la desconfianza que le tiene la derecha cristiana, y en ese proceso podría perder votos independientes, que se inclinarían hacia la candidatura demócrata.

E incluso si llega a la Casa Blanca, McCain debería soportar una mayoría demócrata aun más contundente que la actual en el Congreso.

Publicaciones especializadas consideran que los demócratas podrían aumentar su ventaja en el Congreso de modo que el Partido Republicano se reduciría a "un estado de impotencia que recordaría los largos y solitarios años de las décadas del 70 y el 80", como indicó esta semana la revista Politico.

En cuanto al Senado, la mayoría que obtendría el Partido Demócrata lo acercaría a los 60 escaños necesarios para abortar maniobras obstruccionistas.

Tampoco perjudicará a los demócratas, según los expertos, la división del Partido Demócrata entre sus dos aspirantes a la presidencia, los senadores Barack Obama e Hillary Rodham Clinton.

La intensa rivalidad logró elevar la cantidad de demócratas que se registraron para votar en las primarias. Otra desventaja de los republicanos es que cuentan, por lejos, con mucho menos dinero para solventar una campaña electoral intensa.

Con la moral del partido tan baja, y con la previsible pérdida de poder en el Congreso y, quizás, de la presidencia, la recaudación de fondos será problemática para los republicanos.

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