DERECHOS HUMANOS-KENIA: Vivir para contarla

El 7 de septiembre de 2007, mientras caminaba hacia su casa en la capital de Kenia, la entonces candidata al parlamento Flora Igoki Terah fue atacada por cinco hombres que se dedicaron durante largo rato a torturarla.

Uno de los agresores se sentó sobre Terah, le pegó e intentó estrangularla. Otros le quemaron sus muñecas con cigarrillos, le arrancaron cabellos y la golpearon con barras de hierro. Le dislocaron un disco de la parte superior de su columna.

Los atacantes le afeitaron la cabeza, mezclaron su pelo con excrementos y la obligaron a ingerirlo, según relata el último informe anual de la organización Amnistía Internacional sobre el estado de los derechos humanos en el mundo, presentado el día 28.

Hasta ahora nadie ha sido acusado por el ataque. La intención de los agresores era que Terah abandonara su campaña hacia el parlamento.

Su contrincante electoral era David Mwiraria, entonces legislador por la circunscripción electoral de Imenti del Norte, en el oriental distrito keniata de Meru, y ministro en el gobierno del presidente Mwai Kibaki.
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El suyo no fue un incidente aislado. El no gubernamental Centro de Educación para las Mujeres en Democracia, con sede en Nairobi, manejó 153 casos de violencia contra candidatas en la campaña del año pasado, y recibió por correo electrónico y teléfono 258 denuncias de acoso y tortura.

Flora Terah, hospitalizada durante semanas e incapacitada para proseguir en campaña, perdió su apuesta electoral. Pero la entereza que mostró luego y la indignación que su sufrimiento despertó entre los votantes contribuyeron con la derrota de su poderoso rival, superado por otro candidato.

Pero lo peor todavía no había llegado para Terah. En marzo pasado, su único hijo, un futbolista de 19 años, fue asesinado en un episodio que las autoridades inscribieron en la violencia juvenil habitual en Nairobi.

Tras semejante tragedia, Terah sigue comprometida con su trabajo comunitario, dedicado a fortalecer a las mujeres y frenar la violencia entre los jóvenes.

Ha hecho campaña en nombre de las víctimas de la violencia electoral desde su organización, Terah Contra el Terror, y en el Centro para la Democracia Multipartidaria.

Flora Igoki Terah dialogó con IPS sobre su trabajo, su carrera política, la ola de violencia que sucedió a las elecciones en Kenia y el acuerdo de paz alcanzado para ponerle fin.

IPS: — ¿Qué motivó a sus agresores?

FLORA IGOKI TERAH: — Que yo hiciera una fuerte apuesta por el escaño parlamentario. Mi trabajo cívico y político se remonta a 2004, y desde entonces expuse la corrupción de los gobernantes. Querían que dejara de denunciar la corrupción en los Fondos Distritales de Desarrollo, a disposición de los parlamentarios de Meru del Norte.

Además, en Kenia, y especialmente en la comunidad ameru, a la que pertenezco, no está previsto que las mujeres alcancen posiciones de liderazgo. He capacitado para ello a las de mi distrito, no sólo en la actividad política sino también en las fábricas, las iglesias y los negocios, entre otras actividades. Cuando me postulé intentaba traducir mis palabras en acciones. Las mujeres de mi comunidad me apoyaron con entusiasmo.

La opinión pública estaba en contra del representante del distrito en el parlamento, que apeló a todos los trucos para marginar a la oposición. Antes del ataque, recibí muchas presiones para abandonar la postulación. Me ofrecieron, incluso, oportunidades más lucrativas. El ataque físico llegó cuando todo eso fracasó.

— ¿Conoce a sus atacantes? ¿Se tomó alguna medida contra ellos?

— El gobierno local estuvo directamente involucrado. Uno de los cinco agresores era un alto funcionario policial. Lo reconocí y lo identifiqué en la estación de policía. Fueron arrestados, pero los liberaron el mismo día. Desde entonces, dejaron de lado la investigación por motivos técnicos.

Todavía están libres, pero el parlamentario por el distrito no logró la reelección y eso se debió, en buena medida, a los métodos que empleó para alcanzarla.

— ¿Cómo afecta la violencia la participación política de las mujeres?

— En muchas formas. La sociedad de Kenia supone que las mujeres deben ser vistas, no oídas. Esto no se limita a la política. Ocurre lo mismo en las comunidades, en las fábricas y en los templos. Por eso en 200 escaños parlamentarios hay apenas 21 mujeres.

También los actos de violencia y las amenazas desalentaron a la mayoría de las mujeres que ya estaban en la actividad política. Pero, además, se nos considera vulnerables a la intimidación, que no siempre es física, pero que a menudo resulta suficiente como disuasión. Todas las formas de violencia sirven para empujar a las líderes hacia los márgenes..

— ¿Qué clase de apoyo reciben las mujeres de sus partidos?

— En general, mi partido (el Movimiento Democrático Naranja, ODM Kenia, por sus siglas en inglés) me respaldó plenamente y me apoyó mucho luego de mi terrible experiencia.

Pero todos los partidos poseen hermosos manifiestos sobre las mujeres que no son más que palabras vacías. En la práctica, la política en Kenia todavía está dirigida por un "club de muchachotes". Todas las decisiones importantes se toman en reuniones de pequeñas camarillas de hombres, tarde en la noche, alrededor de una botella.

— ¿Qué disparó la ola de violencia que siguió a las elecciones del 27 de diciembre?

— Las escaramuzas no fueron espontáneas. Fueron planificadas por políticos de diferentes partidos. ¿De dónde salió el dinero para establecer las "células" juveniles? ¿Quién armó y usó a los jóvenes para que atacaran violentamente a sus vecinos? ¿Quién los incitó? Es un secreto a voces.

Ahora, esas mismas personas viajan por todo el mundo para "vender" a Kenia. Algunos partidos basaron sus campañas electorales sobre la promesa de expulsar a los "forasteros" de sus tierras nativas.

Los políticos usaron a los jóvenes para ganar poder, y lo tienen. Es el pueblo de Kenia el que perdió, aunque fueron los políticos y los partidos los que orquestaron la violencia.

— ¿Qué piensa de la coalición de gobierno formada luego del acuerdo de paz mediado por el ex secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) Kofi Annan?

— Esta coalición prácticamente eliminó el rol de la oposición, que es una parte integral y crítica de cualquier democracia. Este acuerdo es una condena a muerte para las esperanzas de un sistema de democracia multipartidaria en Kenia.

— ¿Cómo logró sobrellevar las tragedias que vivió en estos meses?

— Soy una mujer fuerte, creyente y espiritual. De todos modos, no podría haber atravesado esto sin el cuidado y la bondad de mis amigos, particularmente los del Centro para la Democracia Multipartidaria. Me he recuperado bien físicamente, pero de vez en cuando tengo que ir a terapia.

— ¿Cuáles son sus planes para el futuro?

— Escribí un libro sobre mi experiencia en la política, que está por publicarse. También trabajo en proyectos para alejar a los jóvenes de la violencia. Creo que los propios jóvenes considerados perpetradores de la violencia son, de hecho, víctimas.

Luego, bajo el Acuerdo Nacional, una nueva Constitución será elaborada y sometida a referendo en un plazo de 12 meses. No queremos dejarles la Constitución a los políticos. Los miembros de la sociedad civil debemos mantenernos vigilantes. Nos aseguraremos de que la nueva Constitución sea hecha para el pueblo de Kenia, no para los políticos.

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