«Me duele morirme sin ver a mi hijo libre», dijo Pedro Manuel Pérez, de 62 años, ocho días antes de sucumbir a la leucemia. Con su funeral de esta semana en la norteña ciudad colombiana de Riohacha terminaron 10 años de esperar a su familiar, prisionero de guerra de las FARC.
El cabo del ejército William Pérez tenía 23 años cuando la guerrilla de las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) atacó el 2 de marzo de 1998 la base militar de El Billar, al sur del país.
En ese combate "murieron 62 soldados profesionales, 31 pudieron huir y 43 fueron secuestrados por la guerrilla, entre ellos oficiales y suboficiales como nuestro hijo", rememoró el padre de Pérez a la periodista Yosmery Magdaniel, quien remitió a IPS la noticia de la muerte de este hombre el lunes y enterrado al día siguiente en Riohacha, capital del departamento de La Guajira.
La mayoría de los 43 capturados en El Billar, soldados rasos, fueron devueltos por la guerrilla izquierdista unilateralmente.
Hoy siguen cautivos, en espera de un canje por guerrilleros presos, unos 34 uniformados, tres "contratistas" estadounidenses que trabajaban para la guerra y tres rehenes civiles, incluida la ex candidata presidencial de nacionalidad colombo-francesa Ingrid Betancourt.
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Desde 2003, por el ensangrentado camino del acuerdo humanitario han muerto a balazos 13 rehenes civiles y ocho militares, otro uniformado murió por enfermedad, y en un ataque colombiano a un campamento en Ecuador el 1 de marzo pereció el jefe negociador de las FARC, "Raúl Reyes", lo cual causó el rompimiento diplomático entre ambos países.
Las buenas noticias del canje se circunscriben a ocho vidas salvadas.
En 2007 escaparon de las FARC un suboficial de policía y un rehén civil, el actual canciller de Colombia, Fernando Araújo.
La vertiginosa mediación oficial, de agosto a noviembre, del presidente de Venezuela, Hugo Chávez, y de la senadora opositora colombiana Piedad Córdoba logró la liberación unilateral de seis civiles entre enero y febrero.
El costo: un peligroso enfrentamiento entre el mandatario venezolano y su antítesis política en la región, el derechista presidente colombiano Álvaro Uribe, quien desautorizó la gestión abruptamente.
Desde la muerte de "Reyes", "el gran problema es que las FARC no han nombrado interlocutor", dijo el periodista Carlos Lozano, director del semanario comunista Voz, y nombrado el 2 de mayo por Uribe facilitador del canje, junto con el ex ministro conservador Álvaro Leyva.
En las FARC "hay mucha desconfianza" y, por tanto, "es un rol riesgoso" negociar el canje, pues los equipos de comunicación de los jefes guerrilleros sirven para ubicarlos, agregó Lozano en diálogo público sobre el acuerdo humanitario con el ex ministro Camilo González Posso, director del Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz (Indepaz), realizado esta semana en la sede bogotana de la alemana Fundación Friedrich Ebert.
Ambos subrayaron que los combatientes como el cabo Pérez son los grandes olvidados, y los que más años llevan prisioneros.
El anterior embajador de Washington en Bogotá Colombia, William Wood, los comparó en 2006 con "enfermos terminales". El ejército señaló que todos ya fueron reemplazados. Este año Colombia destinará 6,5 por ciento de su producto interno bruto al gasto militar.
Uribe, adscrito a la "guerra contra el terrorismo" del presidente de Estados Unidos, George W. Bush, y tercer receptor mundial de ayuda militar de ese país, niega que en Colombia exista un conflicto armado interno. Si lo hiciera, dijo Lozano, tendría que aceptar la discusión sobre su origen en los años 40, "para concluir que no tiene solución militar".
El acuerdo humanitario es una entre muchas batallas que se libran en la guerra colombiana, cuyo nudo es el forcejeo por la tierra.
Los golpes recibidos este año por las FARC "son muy fuertes", evaluó Lozano.
Las computadoras que el gobierno dijo haber encontrado en el campamento del abatido "Reyes" revelaron secretos militares de las FARC, así como la memoria de sus gestiones políticas y diplomáticas.
El 7 de marzo, otro miembro de la cúpula insurgente, "Iván Ríos", fue asesinado por su propia guardia para cobrar una gruesa recompensa. Desmoralizada por la guerra y sitiada por el ejército, el domingo se entregó una experimentada guerrillera subalterna de "Ríos", con nombre de combate "Karina", que llamó a la dirección de las FARC a poner fin a la guerra y sentarse a negociar.
Para Lozano, "una guerrilla está preparada para la muerte de sus líderes", pero "es un hecho evidente, y no se saca nada con negarlo", que ante la sostenida presión militar de Uribe se ha reducido "mucho" el espacio territorial de las FARC, que en 1996 dominaba 45 por ciento del país, según un informe de inteligencia alemán al Bundestag (parlamento) ese año.
Pero esta guerrilla, la mayor de Colombia, tiene aún "capacidad de reacción", según Lozano, no está en "el fin del fin", como sostienen los militares, y "cuando estemos en él, todavía habrá 10 años más de guerra", advirtió el ex ministro González.
El empantanamiento militar se refleja en los "inamovibles" del canje, condiciones en las que ni las FARC ni el gobierno ceden, y los que peor pagan son quienes están en cautiverio.
"Comparto que el secuestro es un error de la guerrilla. Hay que atraerlos hacia la política. ( ) Yo no creo que haya opción por la vía armada y revolucionaria", declaró Lozano, también dirigente del Partido Comunista, quien apoya el canje porque "es una bandera altruista, humanista, y esos son los principios fundamentales de la izquierda".
Aunque el periodista matiza que "no hay grandes razones" para ser optimista, "ninguno de los dos (gobierno y FARC) está cerrado" al canje, pero les "falta voluntad política".
Francia y las familias de los cautivos defienden la participación de Chávez, que Bogotá repele. Considerado el periodista más enterado sobre el acuerdo humanitario, Lozano adelantó, sin revelar detalles, que "algo se está moviendo" y que "ojalá se pueda seguir por ahí".
Pero para González, caracterizado estratega de paz, el acuerdo humanitario es como un espejismo: "Entre más lo queremos, más se aleja".
"No me atrevo a decir que un acuerdo humanitario esté muerto, porque uno a veces se equivoca, pero sí está en el punto más bajo. El capítulo del acuerdo humanitario se está cerrando y ha quedado en medio de una trampa", advirtió.
González considera que las FARC no van tras la libertad de sus combatientes presos, sino que usan el canje para lograr, en primera línea, réditos políticos al demostrar su fuerza, tesis que Lozano no comparte.
"El gobierno tampoco está interesado en liberar a los secuestrados y subordina (el acuerdo humanitario) a una derrota militar de las FARC. Su interés superior es ganar la guerra", completa González.
Incluso, si ambas partes comenzaran a negociar el intercambio en una zona desmilitarizada, que es el ideal de familias y mediadores, "se sentarían a discutir lo mismo que están discutiendo ahora", sostuvo.
Esa discusión se centra en que para Uribe, las FARC no son más que una banda "terrorista", y para la guerrilla, el presidente es un "cabecilla narcoparamilitar", en referencia a bandas de ultraderecha que actúan con la fuerza pública y cuyo apoyo electoral el mandatario no rechazó.
Es casi tan difícil lograr un acuerdo humanitario como lograr una negociación de paz, porque la correlación de fuerzas crece en contra de las FARC, señaló el ex ministro, mientras, a pesar de encuestas telefónicas que "muestran respaldo popular", en realidad "hay un desgaste" de Uribe, conceptuó González.
El "cerco humanitario" que ordenó Uribe desde fines del año pasado a su ejército "es la antesala del rescate militar". Antes de abrir un diálogo directo con Uribe, las FARC tienen en su mente realizar "un golpe equivalente" a la pérdida de sus dos líderes, advirtió.
"La negociación sobre la base de secuestrados no tiene opción" en la Colombia de hoy, consideró González, mientras "la percepción creciente, mayoritaria, es que es posible derrotar a las FARC". La alternativa, "cualquiera que sea, está en el escenario internacional", puntualizó.