CHINA-JAPÓN: Buena vecindad en el siglo XXI

La decisión de China de aceptar la asistencia de un equipo de especialistas de Japón para las tareas de rescate tras el devastador terremoto de la semana pasada pudo tener más que ver con mejorar los vínculos de buena vecindad que con la capacidad de este país en la materia.

Beijing no respondió enseguida al ofrecimiento de Tokio, pero el jueves Japón se convirtió en el primer país del que China aceptó asistencia tras años de negarse a recibir ayuda ante situaciones similares.

La apertura puede atribuirse, en gran parte, a la "histórica" visita del presidente chino Hu Jintao a Japón pocos días antes del sismo del 12 de este mes.

"Finalmente termina un periodo de 10 años de relaciones anti-japonesas y anti-chinas", indicó historiador estadounidense Bill Steele, de la Universidad Internacional Cristiana, de Tokio.

Japón y China han tenido muchas idas y venidas en sus relaciones bilaterales a lo largo de los años, recordó Steele. "Sólo espero que la actual buena voluntad prosiga. Todo dependerá de la política del gobierno y de cómo lidie con ciertos asuntos históricos".
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En comparación con la última visita de un presidente chino a Japón, ésta de Hu fue un gran éxito. Hace 10 años, su predecesor Jiang Zemin (1993-2003) sermoneó a Tokio en público por las atrocidades cometidas en tiempos de guerra dando pie al inicio de un largo periodo de acrimonia entre ambas potencias asiáticas vecinas.

"Creo que el compromiso de Hu con la creación de relaciones amistosas se distingue del de Jiang Zemin", dijo a IPS Asako Jatsura, universitaria de Tokio. "Nadie se imagina a su predecesor sacándose el saco y los lentes y jugando al ping-pong en público. Al parecer quiso caer simpático a los japoneses".

Pero Katsura, quien hace poco visitó la occidental ciudad china de Nanjing como trabajadora voluntaria, comentó que quedó desconcertada con el bloqueo informativo y el control sobre la prensa respecto de la situación en Tíbet.

"La televisión estatal criticaba de la mañana a la noche la violencia de los tibetanos y elogiaba la actuación del ejército chino", relató.

Todavía queda un largo recorrido antes de lograr una verdadera reconciliación entre ambos países, sostuvo Yasushi Kudo, director y fundador del no gubernamental NPO Genron, con sede en Tokio, dedicado a promover la libertad de prensa en Asia Pacífico mediante debates que fomenten un diálogo directo entre periodistas e intelectuales chinos y japoneses.

Hu evitó mencionar asuntos polémicos vinculados al pasado, aunque se ingenió para incluir en una declaración conjunta un artículo acerca de que "ambas partes deben lidiar con la historia como es debido".

Las frías relaciones diplomáticas, tras la visita de Jiang Zemin a Japón en 1998 cuando mencionó de mal humor las agresiones japonesas en tiempos de guerra, duraron hasta el final del gobierno del ex primer ministro japonés Junichiro Koizumi, de 2001 a 2006.

Visiblemente todo cambió tras la asunción de Yasuo Fukuda en septiembre de 2007 y su posterior visita a China a principios de este año. Los dirigentes chinos lo recibieron con entusiasmo y sellaron acuerdos amistosos de cooperación científica sobre cambio climático y desarrollo conjunto de energía nuclear.

Beijing envió al consejero de Estado Tang Jiaxuan en febrero y el canciller le siguió Yang Jiechi en abril a fin de allanar el camino para la visita presidencial.

En la estadía de cinco días, Hu visitó al emperador de Japón, Akihito, y su familia en el palacio imperial y jugó al tenis de mesa con jugadores destacados de ambos países frente a las cámaras de televisión. Tras conocerse la muerte del panda del zoológico de Tokio, el jefe de Estado chino reaccionó con rapidez y ofreció una pareja de la especie gigante.

Al final de su visita, Hu visitó zonas históricas de la antigua ciudad de Nara, en el oeste de Japón, al parecer en un intento de recordar los intercambios culturales históricos entre ambos países y reiteró las posibilidades de cooperación futura.

"Como vecinos y países con enorme influencia en Asia y el mundo, China y Japón no tienen más alternativa que recorrer un camino de paz, amistad y cooperación", declaró en conferencia de prensa. "Estamos en un nuevo punto de partida. Tenemos la oportunidad de desarrollar nuevas relaciones".

Ambos gobiernos acordaron promover "intercambios culturales entre los pueblos" y cooperar en la creación de un marco internacional sobre cambio climático efectivo para después de 2012, en alusión al protocolo de Kyoto vigente desde 2005.

Bajo ese convenio 36 países industrializados, salvo Estados Unidos, se comprometieron a reducir sus emisiones de gases invernadero en al menos 5,2 por ciento para ese año respecto de las de 1990.

"Japón y China confirmaron que ninguno de los dos se convertirá en una amenaza para el otro y subrayaron la iniciativa de paz", escribió Yoshibumi Wakamiya en una columna del periódico Asahi Shimbun. "Es un placer ver ese mensaje de ambos para el siglo XXI".

Pero la cumbre no dejó logros concretos respecto de asuntos bilaterales polémicos. Luego ocurrió la cuestión de un alimento exportado por China a Japón que intoxicó a muchos consumidores que terminaron enfermos.

"Los dos influyentes países asiáticos debían hablar abiertamente y avanzar en la dirección correcta en asuntos como el alimento contaminado o los campos petroleros", indicó la gobernadora de la prefectura de Chiba, Akiko Domoto, donde dos familias se vieron afectadas de gravedad. "No debemos restar importancia a esto por la cuestión de los pandas".

Pero detrás de las flameantes banderas de bienvenida al presidente de China en las calles de Tokio hubo protestas contra la represión en Tíbet.

Unos 200 manifestantes favorables al líder espiritual tibetano Dalai Lama gritaban "Tíbet libre" en la Universidad de Waseda y hubo escaramuzas con la policía cuando llegaba Hu para dar una conferencia.

Una semana antes de la llegada del presidente chino a Japón, el relevo de la antorcha olímpica, realizado bajo estrictas medidas de seguridad en la ciudad de Nagano llevó a cientos de estudiantes chinos a defender la llama de manifestantes favorables al Tíbet.

Fukuda mencionó la represión en esa región en sus conversaciones con Hu, pero terminó elogiando la decisión de Beijing de dialogar con el Dalai Lama e impulsando los esfuerzos de reconciliación.

"Los japoneses no están contentos con la tímida diplomacia de su primer ministro", sostuvo un integrante del conservador Partido Liberal Democrático. "Seguirá perdiendo apoyo por ello".

"Nos preocupa la base política más bien débil de Fukuda", señaló el historiador japonés Mitsuyoshi Himeta, especialista en relaciones sinojaponesas. Pero felicitó las relaciones bilaterales centradas en el futuro que se iniciaron a partir de la visita del primer ministro japonés a China hace cinco meses.

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