CAMBIO CLIMÁTICO: Un juego de avaros

Cada vez hay más pruebas de que el cambio climático puede instalar un caos en el futuro como ningún otro fenómeno que se haya conocido, según una original investigación publicada en una prestigiosa revista científica estadounidense.

Tomar medidas colectivas a tiempo para evitar lo peor significa recompensar acciones sustentables, castigar a los que contaminan y felicitar públicamente a aquellos que tratan de proteger el ambiente, prosigue.

Todas las naciones fijarán un objetivo y un cronograma para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero liberadas por la quema de combustibles fósiles cuando se reúnan en Copenhague a fines de 2009 con motivo de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático.

La mayoría de los científicos atribuyen el recalentamiento del planeta a los llamados gases invernadero como el dióxido de carbono, el metano y el óxido nitroso.

Numerosos científicos insisten en que el objetivo que debe fijarse para 2020 debe ser una reducción de entre 25 y 40 por ciento, respecto de las cifras registradas en 1990.
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¿Podrá la comunidad internacional alcanzar ese objetivo colectivo mediante acciones individuales cuando todo el mundo sufre de forma individual las consecuencias de no lograr la meta? La respuesta sencilla es: no.

Al menos ése fue el resultado de un experimento realizado para evaluar la capacidad de las personas para lidiar con ese tipo de situación.

"La gente no actúa con racionalidad, ni siquiera para proteger a sus propios intereses", observó Manfred Milinski del Instituto Max Planck de Evolución Biológica en Plon, Alemania.

El experimento de Milinski es un juego sencillo.

Seis jugadores reciben 40 euros (poco más de 62 dólares) en sus cuentas privadas. En cada jugada deben transferir de forma anónima entre cero, dos y cuatro euros (alrededor de tres y seis dólares) a una "cuenta climática" colectiva.

Después de 10 jugadas, el juego termina y la cuenta climática debe tener al menos 120 euros (más de 187 dólares). Si se alcanza o se supera esa cifra, el clima se salva y cada jugador puede quedarse con la cantidad que quedó en su propia cuenta.

Pero si no llegan a depositar los 120 euros, hay 90 por ciento de posibilidades de que el clima y los jugadores pierdan.

Diez grupos jugaron y sólo cinco alcanzaron el objetivo, y éstos lo hicieron por poco. Un resultado sorprendente si se tiene en cuenta que a todos se les mencionó los graves riesgos que supone el cambio climático.

Si en cada jugada todos contribuían con dos euros (poco más de tres dólares), se lograba el objetivo, se salvaba el clima y los jugadores se llevaban 20 euros (unos 31 dólares) en el bolsillo. Simple. Todo el mundo ganaba.

"Todos los grupos debieron logar el objetivo", dijo Milinski a IPS, al explicar el estudio publicado por la revista científica estadounidense Proceedings of the National Academy of Sciences, (conocida por sus siglas en inglés PNAS) el 19 de febrero.

¿Qué pasó entonces?

Los jugadores comenzaron aportando dos o incluso cuatro euros, pero luego se detuvieron con la esperanza de que otros aportaran por ellos y así quedarse con más dinero en sus cuentas personales. Al parecer, la actitud avara de una persona fue imitada por las otras.

Pero hacia el final del juego, al ver que no se llegaba al objetivo y todos perderían, las contribuciones se dispararon. Para la mitad de los grupos ya era demasiado tarde y por unos pocos euros no alcanzaron la meta.

"Fue el experimento más frustrante que haya hecho", indicó Milinski.

Los resultados lo llevan a preocuparse de los problemas graves que afronta la humanidad.

El juego fue con pequeños grupos de universitarios con conocimientos de la situación a quienes se dio una consigna clara y reglas simples para salvar el clima. Aun así, sólo la mitad pudo dejar sus propios intereses de corto plazo de lado para lograrlo.

"Cuanto más grandes son los grupos, menor es la cooperación", apuntó Milinski. "Y muchas personas desconocen la amplitud del problema climático. Es mucho más complicado en el gran juego de las negociaciones" políticas al respecto.

En la realidad es obvio que Canadá y Estados Unidos son los "free-riders" ("usuarios abusivos"), en tanto Gran Bretaña hace un "juego limpio" y otros países como Suecia son "altruistas", aportan más de lo que les corresponde para reducir las emisiones.

La cooperación mejora con el aprendizaje, indicó Anna Dreber, investigadora de la Universidad de Harvard y coautora de un comentario acerca del estudio de Milinski publicado también en la revista científica PNAS.

"Si los grupos que perdieron vuelven a jugar, podrán aprender y obtener un mejor resultado", dijo Dreber a IPS.

Dreber saca esperanzas de otra versión del juego de Milinski con menos posibilidades de salvar el clima, pero algunas personas invirtieron igual su dinero. Posiblemente fue el resultado de haber recibido instrucciones previas acerca del peligro que supone el cambio climático.

"Estas observaciones también sugieren que las personas están dispuestas a apostar por el clima", escribió Dreber.

Pero si a la gente se le hace creer que el riesgo es pequeño, entonces no colaborarán. Las personas deben estar bien informadas de los peligros que supone el cambio climático y entonces se sentirán más inclinadas a colaborar, concluyó Milinski.

También es muy importante reconocer y felicitar a personas, organizaciones y países como Suecia que luchan para proteger el ambiente, indicó Dreber.

Ellos son miembros valiosos de la comunidad mundial. De esa forma aumenta la posibilidad de que otros cooperen y sigan su ejemplo. Los "usuarios abusivos" no son bienvenidos y entonces tienen menos probabilidades de recibir ayuda de otros actores.

La prensa tiene un papel importante que desempeñar, no sólo informando de los graves peligros que conlleva el cambio climático sino mejorando la reputación de aquellos que abordan el problema, remarcó.

"Todavía no hay un liderazgo firme en cuestiones climáticas por parte de intereses filántropos, empresariales y de los medio de comunicación", añadió Dreber.

Las acciones contaminantes deben ser señaladas como tales. Dreber sugiere que algunos vehículos pueden llevar autoadhesivos que adviertan: "Este automóvil es altamente ineficiente. Sus emisiones inciden en el cáncer de pulmón y en un cambio climático peligroso".

No es realista esperar que los dirigentes políticos del mundo vayan a resolver el problema en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático del año que viene en Copenhague, subrayó Milinski.

Las personas deben darse cuenta de que el dióxido de carbono en la atmósfera se eleva con rapidez y que al igual que sus hijos están en peligro. Tenemos que cambiar nuestra forma de vivir a fin de reducir el uso de combustibles fósiles, señaló.

* Este artículo es parte de una serie de cuatro sobre los cambios psicológicos y de comportamiento necesarios para reducir la temperatura del planeta.

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