CUBA: Se busca una identidad

La identidad cultural cubana escapa de estereotipos y adolece de un diálogo nacional, a juzgar por las conclusiones de siete jóvenes artistas que caminaron 1.400 kilómetros, de una punta a la otra de esta isla, en una especie de agotador performance titulado «Boceto para un archipiélago».

Luego de tres meses y tres días de caminata, el grupo retornó a La Habana sin satisfacer, tal vez, su deseo de descubrir la quintaesencia de la "cubanía", pero con la vivencia de haber conversado con cientos de personas, que les revelaron cuán diversa y contradictoria puede ser la vida cotidiana de quienes habitan en este país caribeño.

"Hay mucho estatismo en todo el país, la gente puede salir muy poco del lugar donde vive", apuntó a IPS Maykel Rodríguez, estudiante de la Escuela de Artes Plásticas San Alejandro. "No se puede concretar un sentido de nación, de identidad, cuando no hay comunicación verbal, cuando no hay un movimiento de las personas", afirmó.

Para Guibert Rosales, el traslado de un sitio a otro de la geografía nacional le abrió la posibilidad a un "autorreconocimiento" importante para consolidar el sentimiento de pertenencia. "La escasa libertad de movimiento interna que tiene el cubano le impide hacer las conexiones hacia ciertos arraigos en otros lugares de la isla", señaló.

El andar más allá de las cuatro provincias del occidente de la isla, hizo a Roberto Martínez "sentirse extranjero". "Teníamos que caminar con una bandera cubana para que no nos confundieran, pues la gente nos preguntaba si éramos venezolanos, 'palestinos' (inmigrantes de la zona oriental) o cortadores de marabú", recordó.

La aparición de los siete muchachos también tomó por sorpresa a las autoridades locales en regiones del este y oeste del país. No pocas veces debieron demostrar la veracidad de sus documentos. "Sin las cartas nos hubiéramos buscado un problema. ¿Por qué, si soy cubano?", preguntó Osneidy Pérez, de 27 años.

El proyecto artístico, que recorrió más de 200 asentamientos poblacionales, entre ellos nueve ciudades cabeceras provinciales, tuvo el respaldo de la Escuela San Alejandro, del estatal Consejo de las Artes Plásticas, de la no gubernamental Fundación Núñez Jiménez de la Naturaleza y el Hombre y la empresa telefónica estatal Etecsa.

Además, recibieron el apoyo de la Asociación Hermanos Saíz, la organización de jóvenes creadores afiliada a la Juventud Comunista, la Oficina Regional de Cultura para América Latina y el Caribe de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, y de su Comisión Nacional.

Rodríguez, estudiante de San Alejandro, estima que el sentimiento identitario está lastrado por la "falta de espacios de diálogo para que la gente pueda decir lo que piensa". "Hay cierto recogimiento en dar opiniones tal vez complicadas, la gente no toca temas que pueden ser dolorosos", indicó.

Este joven licenciado en bioquímica afirma que en la isla predomina también cierto temor a la independencia individual, al surgimiento de iniciativas al margen de las instituciones estatales, en un contexto donde los discursos sobre la nacionalidad están fuertemente ligados a la política.

"Creo que cuando exista un ambiente menos politizado, la gente podrá fijarse un poco más en lo que en realidad son", aseveró.

Al partir, el grupo se había planteado la necesidad de cuestionar "falsos sentidos de identidad" y estereotipos sobre la "cubanía". En el trayecto constataron la veracidad de algunos tópicos, como el carácter hospitalario de los habitantes de esta isla y la casi omnipresente religiosidad, pero también la pérdida de tradiciones y valores.

En poblados de la zona central, como Remedios y Falcón, comprobaron la persistencia de antiguas festividades conocidas como "parrandas". Sin embargo, en otros sitios, como San Miguel de los Baños, en la occidental Matanzas, observaron cierta apatía frente a la destrucción del patrimonio.

"Lo que más se conserva son los arraigos espirituales, populares, porque los mantiene la gente común", aseguró Rosales, de 27 años. "Se mantiene como identidad lo que depende del pueblo y, cuando depende de instancias superiores, se deteriora", sostuvo.

El artista, de 27 años, considera que existe una tensión entre el intento de "estandarizar" un sentido de identidad vinculado a un sistema social, y las manifestaciones culturales locales, más cercanas a un pasado que se pretende borrar totalmente o, al menos, encauzar en las normas oficiales.

"Hay una palabra que distingue a Cuba del cabo de San Antonio (extremo oeste) a la punta de Maisí (extremo este), somos una isla llena de añoranza", señaló Rosales.

A su paso encontró la nostalgia por las fiestas tradicionales de la Navidad, suprimidas oficialmente durante tres décadas, y por las viejas costumbres en muchos bateyes de ingenios azucareros, cerrados luego de la reforma en el sector entre 2002 y 2005, ante la caída en picada de la producción de ese producto.

El grupo planea realizar una exposición a fines de este año, que comprenderá instalaciones, fotografías, videos arte y otras expresiones del arte contemporáneo. También realizarán un audiovisual sobre el proyecto de "Boceto para un archipiélago" y un documental sobre la religiosidad en este país.

La muestra recogerá también el testimonio de las obras que realizaron, sobre todo en las ciudades, donde rompieron la rutina diaria con sus osados performances e instalaciones en plazas, parques y avenidas.

"No caminamos para ver el paisaje de Cuba e inspirarnos en él", apuntó Lázaro Navarrete, profesor de San Alejandro. "Una de nuestra constantes fue el continuo roce con la población para llevarnos una visión de cómo vive la gente", dijo.

A la par de la búsqueda hacia fuera, las fatigosas jornadas sirvieron también para "aprender de la soledad", indicó Senén Pérez, fotógrafo.

Como el resto de sus colegas, Pérez encontró en la convivencia un ejercicio muy productivo, "para dialogar y encontrarse uno mismo".

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