El ex jefe de Estado de Finlandia Martti Ahtisaari, presidente de la no gubernamental Iniciativa para el Manejo de Crisis, posiblemente sea el experto en resolución de conflictos más confiable del mundo.
Su organización, con sede en Helsinki, fue fundada en 2000, con el objetivo de alcanzar la "seguridad sustentable" en todo el mundo mediante una combinación de "análisis, acción y asesoramiento".
Ahtisaari, presidente finlandés entre 1994 y 2000, asistió en Venecia a la conferencia "El papel de las comunicaciones en la Alianza de Civilizaciones", organizada por la Organización Internacional para las Migraciones, autoridades locales italianas y la agencia Inter Press Service.
IPS: —¿Cuánto han progresado Estados Unidos, Rusia y la Unión Europea para solucionar el conflicto en Kosovo, la provincia de Serbia que procura su independencia?
AHTISAARI: — No parece que hayan avanzado demasiado. Por supuesto que el secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Ban Ki-moon, debe informar al Consejo de Seguridad, que comenzará a discutir el asunto. Tienen el informe que yo y mis colegas presentamos en marzo. Veremos si ahora le dan una recepción diferente.
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Creo que la gestión realizada por tres mediadores internacionales durante 120 días constituyó un ejercicio útil e importante, que ahora debería unir a la Unión Europea en su tratamiento de este conflicto.
— ¿La cuestión de Kosovo sirve de modelo para estudiar el modo en que se debe solucionar este tipo de conflictos?
— No. Creo que es mucho más importante analizar la clase de liderazgo que tienen los países. Si se observa el mundo y su historia, los grandes desastres siempre giraron en torno de ciertos individuos y quienes los siguieron.
Desafortunadamente, las consecuencias del liderazgo del ex presidente de Serbia Slobodan Milosevic (1989-2000) no pueden ser ignoradas. La mayoría de los serbios reconoce que entonces se hicieron cosas incorrectas. Este tipo de admisiones debe ser el comienzo de la búsqueda de soluciones.
Hay fuerzas democráticas en el poder que derrotaron a Milosevic en las urnas y que a veces se comportan como si no hubiera sucedido nada, como si debiéramos comenzar desde un punto en el tiempo previo a Milosevic. Pero las cosas no funcionan así.
No creo que se pueda forzar la situación. Más de 90 por ciento de la población de Kosovo quiere la independencia por lo que ocurrió en los años 90. No hay necesidad de retroceder más en el tiempo.
— ¿Hay diferencias irreconciliables?
— Creo que ambas partes han trabajado mucho. Los líderes políticos de la mayoría albanesa en Kosovo han visitado las comunidades serbias. La Iglesia Ortodoxa Serbia ha dialogado con los albanokosovares y esto ha dado pie a un cambio de actitud en muchos lugares.
Pero el problema es que, cuando no está claro si un país se volverá independiente o no, surgen obstáculos para el diálogo normal entre los pueblos. Los serbios de Kosovo, incluso, no participaron en las elecciones. Lo decidieron después de que el gobierno de Serbia los instó a ello.
Autoexcluirse del proceso político dificulta todo. Hay complicaciones para llegar a una situación relativamente normal en la que se pueda mantener un diálogo.
Existe una enorme cantidad de trabajo por hacer, con independencia del estatus final de Kosovo, porque la reconciliación es un ejercicio de largo plazo.
— ¿Cuáles son los principios más efectivos en la resolución de conflictos?
— A lo largo de mi carrera he tratado con grupos que fueron en algún momento calificados de terroristas, en algunos casos sólo por conveniencia política. Cuando esos grupos llegaron al poder, o lo compartieron en otros, se convirtieron en actores políticos responsables en sus países. No creo que se pueda aprender a ser responsable sin manejar poder.
Mi experiencia indica que la gente y las organizaciones saben qué se espera de ellas si son parte del proceso político democrático, a través de elecciones libres y limpias.
Pero pienso que es irracional creer que cualquiera de estos grupos considerados terroristas ingresará en un proceso político aceptando de antemano todas las condiciones. Es algo que se dará, pero como parte de ese mismo proceso político. Perdemos el tiempo si pensamos que se puede dejar artificialmente de lado a estos grupos.
— IPS organizó un diálogo sobre la alianza de civilizaciones. ¿Eso puede ayudar?
— Creo que IPS es una organización de prensa importante, sobre todo porque su información se concentra en los procesos, no en las personalidades o los episodios en los que otros medios ponen el acento. Analiza las cuestiones globales, y esto es de fundamental importancia, acerca a la gente. Podemos sacar conclusiones de este debate.
— ¿Hay soluciones fundamentales para los conflictos?
— Pueden resolverse si tenemos voluntad política. Si logramos que los diferentes actores nos apoyen, las soluciones pueden encontrarse.
Sabemos muy bien qué debe hacerse en la mayoría de los conflictos. Pero no emprendemos las acciones necesarias. Por eso, es fundamental ver cómo se acercan las diferentes religiones, como lo hemos visto aquí en Venecia. Es la mejor medicina preventiva en la que puedo pensar.
— ¿Puede la guerra ayudar en alguna ocasión?
— La Segunda Guerra Mundial (1939-1945) terminó con el nazismo, que estaba destruyendo a Europa. A veces se requiere una intervención militar para detener el genocidio. Creo que hubo más daños por no intervenir a tiempo. Se podrían haber salvado muchas vidas.
Sabemos que la comunidad internacional podría haber actuado en diversos lugares de África y no lo hizo. Pero es muy importante que, si se usa la fuerza militar para detener un conflicto, el trabajo de reconciliación debe comenzar de inmediato.