PAKISTÁN: El aliado indeciso de EEUU

Las demandas de políticos estadounidenses de que Pakistán coopere en forma más estrecha con Washington en su «guerra contra el terrorismo» no toman en cuenta ni la incompetencia ni las diferentes prioridades estratégicas de los militares pakistaníes.

Así lo indica el estudio "Pakistán: indeciso aliado en la guerra contra el terrorismo", divulgado por el independiente Carnegie Endowment for International Peace (CEIP) en medio de una creciente preocupación en Occidente sobre los esfuerzos de reconstrucción de Afganistán, el resurgimiento del movimiento islamista Talibán y la inestabilidad en las zonas fronterizas con Pakistán.

El autor, Ashley Tellis, señala que amenazar a Pakistán con fuertes sanciones o con una intervención unilateral estadounidense contra las fuerzas islamistas en las Áreas Tribales Administradas Federalmente (ATAF), como instaron candidatos presidenciales tanto del gobernante como el Partido Republicano como del opositor Partido Demócrata, "intensificará la resistencia a las operaciones contraterroristas y a la estrecha colaboración con Estados Unidos" en el sistema de seguridad nacional pakistaní.

"Sean cuales sean los defectos de Islamabad, la posibilidad de tener como adversario a un enorme y precario Estado musulmán, con armas nucleares y con un desagradable historial de proliferación, debería llamar a la calma incluso a los políticos más hastiados", dijo Tellis, quien recientemente fue consejero en asuntos de Asia meridional para el Departamento de Estado (cancillería) y para el Consejo de Seguridad Nacional.

Desde julio, cuando la comunidad de inteligencia estadounidense concluyó que la red terrorista Al Qaeda estaba recuperándose de su desalojo hace seis años de Afganistán y reconstituyendo su base central en sitios seguros de las ATAF, Pakistán saltó al tope de la lista de preocupaciones de política exterior de Washington.
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Los temores se agravaron con una serie de crisis políticas internas, incluyendo el intento del presidente Pervez Musharraf de remover al jefe de justicia de la Suprema Corte, el sangriento desenlace de la ocupación de la Mezquita Roja de Islamabad por parte de islamistas radicales y el estado de emergencia de seis semanas adoptado por el mandatario principalmente contra la oposición secular.

La confusión no tiene perspectivas de menguar. Aunque Musharraf levantó el estado de emergencia la semana pasada, los partidos de oposición lo acusaron de querer fraguar las elecciones parlamentarias del mes próximo. Analistas creen que los comicios podrían dar origen a una nueva lucha de poder que rápidamente podría propagarse a las calles y arriesgar la estabilidad de todo el país.

Tellis y otros especialistas en Washington, sin embargo, creen que la política contraterrorista de Pakistán permanecerá bajo el exclusivo dominio del ejército y del aparato de inteligencia sin importar el resultado de las elecciones, y que el gobierno de Bush tendrá los mismos problemas que ha tenido desde 2001 para asegurarse la cooperación de Islamabad en estos temas.

A Washington le preocupa la renuencia de los militares pakistaníes a abandonar a sus antiguos clientes, incluyendo el Talibán y grupos terroristas opuestos a India antes concentrados en la disputada provincia de Cachemira.

También temen por la "ineptitud en las operaciones contraterroristas" contra los miembros del Talibán en Pakistán, en su mayoría de la etnia patana, y por los fracasos políticos de los principales aliados del presidente afgano Hamid Karzai: las fuerzas de Estados Unidos y de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).

Luego de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y Washington, Musharraf y los militares adoptaron lo que Tellis llamó una estrategia contraterrorista "selectiva". Aunque combatió con severidad a grupos terroristas internos y Al Qaeda, no así a los talibanes y a los grupos cachemiros que sirvieron como apoyo del ejército y de los servicios de inteligencia en su histórico conflicto con India.

Al mismo tiempo, mientras el gobierno formalmente proscribió a algunos de los principales grupos cachemiros, sus líderes continúan vinculados con el Talibán y Al Qaeda, y no está claro si los militares y los servicios de inteligencia han permitido o estimulado esos vínculos, indicó Tellis.

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