La atmósfera es somnolienta. Cuatro mujeres en un invernadero plantan silenciosamente prolijos lechos de rosas. Otras dos caminan relajadamente, cargando coloridos ramos de flores.
La quietud del ambiente en esta granja de la villa de Naranahalli, a unos 60 kilómetros de Bangalore, oculta la actividad de la poco conocida Red Karuturi, la mayor productora de rosas del mundo, con oficinas en Addis Abeba, Ámsterdam, Bangalore, Dubai y Nairobi.
La compañía pagó 73 millones de dólares para comprar este año la granja de rosas Sher a sus dueños holandeses. Ahora planea producir un millón de flores al día para marzo próximo en sus 188 hectáreas.
El gobierno ofrece incentivos, aunque no suficientes para atender la creciente demanda internacional. Los productores de rosas invierten su elevado margen de ganancias —entre 30 y 40 por ciento anual— en planes de expansión.
«Todos están haciendo dinero», afirmó el gerente de mercadeo de Karuturi, Rohit Kulkarni.
«Hay ganancias para todos. La calidad de vida de nuestros trabajadores ha mejorado notablemente en la última década», aseguró R.D. Reddy, el director de Meghna Floritech, con sede en Bangalore.
La percepción de ingresos durante todo el año ha ayudado a las familias, pues ahora no dependen del pago esporádico por el típico trabajo estacional de los campesinos, agregó.
«Nuestros negocios de exportación, en el que los clientes demandan prácticas de comercio justo, aseguran que respetemos normas laborales éticas», dijo Reddy.
Si esta actividad de mano de obra intensiva no protege a sus trabajadores, «se irían a la industria textil o de la construcción», agregó.
La mayoría de las compañías exportadoras deben cumplir con requisitos ambientales y laborales fijados por sus clientes. Las empresas prósperas ofrecen a sus empleados bonificaciones y cobertura de salud. Las que contratan a inmigrantes, como Karuturi, les ofrecen alimentos, vivienda y educación.
La mayoría de la fuerza laboral se compone de mujeres: sus dedos son más aptos para el delicado manejo que requieren las rosas.
Existen en Bangalore unas 33 granjas dedicadas al cultivo de rosas, que ocupan una superficie de más de 200 hectáreas. Junto con Pune, en el vecino distrito de Maharashtra, constituyen los mayores productores de India gracias a su benigno clima. Pero los principales abastecedores del mercado mundial son Etiopía y Kenia.
«No podemos igualar las condiciones de los países africanos, que tienen mejores suelos y clima adecuado y gozan de aranceles más bajos por parte de los importadores. Pero alrededor de 70 por ciento de los gerentes de granjas de rosas en el mundo son indios, debido a su calificación», indicó Reddy.
Las rosas son cultivadas en invernaderos. Se siembran 70.000 plantas por hectárea, que deben ser atendidas por 12 trabajadores y una temperatura constante de 25 grados centígrados de día y 15 de noche.
Los productores se preparan para atender la enorme demanda del Día de San Valentín el 14 de febrero y aplican diariamente 40 kilos de nitrógeno, fósforo y potasio en lugar de los 25 habituales.
El día de los enamorados de Occidente y la Navidad ofrecen a los exportadores indios excelentes oportunidades. El precio de venta, que habitualmente es de 20 centavos de dólar por flor, alcanza los tres y hasta cuatro dólares.
Los productores también muestran una inusual preocupación por el ambiente: evitan el desperdicio de agua y el uso excesivo de fertilizantes. Aplican pesticidas sólo en caso de ser necesario.
«Hacemos un uso muy eficiente del agua, los químicos y el suelo. Si no lo cuidamos, estaríamos fuera del negocio en dos años», afirmó Reddy, años atrás director del servicio forestal del distrito de Andhra Pradesh.
En otros países donde la floricultura está más establecida hubo denuncias sobre contaminación ambiental y excesivo uso de agua. Las mayores críticas se refieren a los bajos salarios y a las inadecuadas condiciones de trabajo.
Ambientalistas y expertos en seguridad alimentaria han formulado sus dudas sobre la inversión de grandes sumas de dinero en granjas dedicadas a la producción de rosas, que deben importar materiales, pesticidas y equipos para los invernaderos y, además, pagar a asesores.
Si los recursos dedicados a la floricultura de India se volcaran a la producción de comida, este país produciría cuatro veces la cantidad de alimentos que podría comprar en el mercado internacional con los ingresos que obtiene por la exportación de flores, calculó la ambientalista Vandana Shiva.
La activista advirtió, además, que se pide a las naciones pobres que dejen de cultivar alimentos básicos para dedicarse a productos lujosos que consumen los países del Norte rico.
Los floricultores de india tienen otros motivos de preocupación, comenzando con la burocracia gubernamental.
La gubernamental Agencia para el Desarrollo de Exportaciones Agrícolas ofrece subsidios para infraestructura, mientras el Mercado Internacional de Flores de Bangalore, donde se realizan las ventas, ha languidecido durante años por trabas burocráticas.
El mercado reanudará este mes sus actividades «y existe la impresión de que las cosas empezaron a moverse», dijo el comisionado de desarrollo de Karnataka, Sudhakar Rao. La ausencia de una asociación del sector es una espina en la industria india de las rosas, concluyó.
* Este artículo es parte de una serie sobre desarrollo sustentable producida en conjunto por IPS (Inter Press Service) e IFEJ (siglas en inglés de Federación Internacional de Periodistas Ambientales).