Brasil afronta el dilema de construir o no grandes represas hidroeléctricas sopesando las necesidades de ampliar la capacidad de generación de electricidad -para evitar una repetición de la crisis energética de 2001-, y el temor a los daños ambientales y sociales. La Central Hidroeléctrica de Belo Monte, en el río Xingú, un proyecto paralizado por falta de autorización ambiental pero que se pretende reanudar, acentúa la polémica.
La represa inundaría 400 kilómetros cuadrados de tierras en la Amazonia oriental, desalojando a unas 2.000 familias campesinas. En cambio podría añadir 11 mil 182 megavatios a la potencia nacional instalada de 82 mil 400 megavatios.
Las centrales hidroeléctricas inundaron más de 34 mil kilómetros cuadrados en Brasil, en gran parte bosques amazónicos, forzando el desplazamiento de 200 mil familias, según el Movimiento de Afectados por Represas, favorable a las fuentes alternativas de energía.
