Las competencias deportivas con atletas discapacitados contribuyen a alertar a padres y educadores sobre limitaciones más peligrosas: las derivadas de la sobreprotección.
Andrea tiene 10 años y es ciega de nacimiento. Asiste a la escuela de deficientes visuales Benjamín Constant, para lo cual tiene que levantarse a las 4 de la mañana. Vive lejos de Río de Janeiro, en el municipio de Campo Grande, a dos horas de la escuela en ómnibus. Aprende baile y hace deportes. Pero lo que más le gusta es la natación, que practica dos veces por semana.
"Mi hija me dice, 'mamá, la gente tiene prejuicios, piensa que nosotros somos tontos, no que sólo no vemos'", dice a IPS su madre, Albertina Meirelles da Costa.
Andrea nada desde que era bebé y una vez cada 15 días entrena a mar abierto, en la Praia Vermelha, en el barrio carioca de Urca. Su madre dice que la trataron como a sus hermanos, que no son ciegos, y que eso parece haber dado resultados.
"Mi familia es temerosa, me dice que estoy loca al dejarla entrar al agua así, especialmente al mar, pero a mi hija le encanta. Se siente muy bien y sueña con representar a su país en algún torneo cuando sea mayor", agrega Da Costa.
El ejemplo de Andrea es el que el médico ortopedista Ari Zekcer, especialista en deportes y atletas con deficiencias, considera debería ser el eje del estímulo de competencias como el Mundial de Ciegos, celebrado entre el 28 de julio y el 8 de agosto en São Caetano do Sul, en el sureño estado de São Paulo, o los Juegos Parapanamericanos, entre el 12 y el 19 de este mes en Río de Janeiro.
"Correr, jugar, saltar y hasta caer es parte del proceso de cualquier niño. Pero cuando un adulto lidia con un niño deficiente, generalmente cree que tiene que estar siempre a su alrededor, inclusive prohibiéndole determinados movimientos", dice en entrevista con IPS.
Según el médico, director de la clínica privada Zekcer Sports Medicine, ese tipo de comportamiento es muy común sobre todo con deficientes visuales.
"El resultado es un niño que deja de desarrollar la autoconfianza, la noción espacial y la coordinación motora", advierte. "Nadie puede desarrollar algo que no utiliza" y "cuando esa persona sea adulta, su independencia puede comprometerse seriamente", dice.
Lo contrario sucede con Andrea. La independencia que le da la práctica de deportes "la hace sentir bien, valorada, y físicamente es fuerte y 'dura'", afirma su madre.
Lo que más le gusta a Andrea es sumergirse en el agua y quedarse ahí, bien el fondo. Eso le da tranquilidad. No tiene miedo.
"Se maneja en el agua mejor que cualquiera de nosotros, siente el movimiento de las olas, los ruidos, siempre sabe dónde queda la orilla", sostiene Da Costa.
En una ocasión salvó a una prima en apuros. "La niña se estaba ahogando y los grandes no nos habíamos dado cuenta. Es muy valiente y rápida. Todo el mundo la felicitó, ella estaba tan orgullosa", recuerda.
La Organización Mundial de Salud (OMS) estima que cerca de 10 por ciento de la población de cualquier país es portadora de algún tipo de deficiencia, que separa en cinco por ciento de discapacidades mentales, dos por ciento de físicas, 1,5 por ciento auditivas, 0,5 por ciento visuales y uno por ciento múltiples.
En la mayoría de los casos, Zecker considera que alguna práctica deportiva es positiva, en primer lugar por los beneficios físicos.
"Innumerables investigaciones indican que el practicante de un deporte presenta mejoras en la función cardiorrespiratoria, en los índices de colesterol, en el humor y en la capacidad para desarrollar actividades diarias", subraya.
Los discapacitados "conquistan más independencia, noción espacial, coordinación motriz, superaran dificultades específicas de su deficiencia, desarrollan la agilidad, el equilibro y, el control de los movimientos", agrega.
Por otra parte, "al practicar un deporte desarrollan más capacidad de integración social, comienzan a realizar actividades de forma más activa, adquieren más concentración y noción de reglas, lo que a su vez los integra mejor a su mundo social, laboral y familiar", asevera.
En los Juegos Parapanamericanos de Río se disputaron 10 modalidades, entre ellas atletismo, básquet en silla de ruedas, fútbol y natación de ciegos y voleibol sentado, de las cuales participaron 248 atletas de todo el continente.
Zecker considera que ese tipo de competencias debería ser más estimulado por los gobiernos, además de crear condiciones adecuados de acceso a la salud para esos ciudadanos.
"La exposición de esos ejemplos de vida y superación tienen una importancia relevante en la educación de otros. Algunos deficientes físicos toman conocimiento a partir de ahí que el portador de necesidades especiales no es un inválido", concluye Zecker.
Guilherme Borrajo tiene 25 años y es uno de esos atletas. Jugador de la selección de voleibol en los Parapanamericanos, le amputaron la pierna izquierda en 2001, después de ser atropellado por un ómnibus al salir del estadio de fútbol Maracaná.
Hoy se mueve con muletas y el día a día en la ciudad se le hace difícil. Pero el deporte, que ya practicaba antes del accidente, lo hizo superar muchos miedos.
"Después del accidente estaba muy triste. En un principio pensé que iba a tener más limitaciones de que las que en realidad tuve", dijo a IPS.
Para Borrajo, que en 2006 fue elegido el mejor levantador de su equipo en el Mundial de Holanda, el apoyo familiar "fue lo más importante para mí".
Tras el accidente, el deporte le produjo más beneficios que cuando lo practicaba como una diversión más, "en cuanto a la preparación física, la confianza y mi realización personal", sostiene.