El proyectado Gasoducto del Sur, planificado para llevar ese combustible desde el Caribe hasta el Río de la Plata y abastecer buena parte de Brasil, «se enfrió por ataques desde la misma Sudamérica», justificó el presidente de Venezuela, Hugo Chávez.
El monumental proyecto fue lanzado en abril de 2006 en Río de Janeiro por el propio Chávez y sus pares Luiz Inácio Lula da Silva, de Brasil, y Néstor Kirchner, de Argentina, calculándose un costo de 25.000 millones de dólares para tender los 8.000 kilómetros de tuberías que alcanzarían a los tres países involucrados en el anuncio, más Paraguay, Uruguay, Perú y Ecuador.
El tendido, que cruzaría la Amazonía o bien la bordearía por todo el oriente brasileño, debía ser capaz de llevar diariamente 150 millones de metros cúbicos del combustible, casi la mitad del actual consumo de la región, desde el nordeste venezolano hasta los principales centros urbanos e industriales de sus países vecinos hacia el sur. "Venezuela tiene, afortunadamente para América Latina, una de las reservas de gas más grandes del mundo. Aquí hay gas para un siglo", dijo Chávez la semana pasada, en un acto con simpatizantes suyos al oeste de Caracas.
Las reservas venezolanas de gas se calculan en 150 billones de pies cúbicos, lo cual ubica a este país en el noveno lugar en el mundo en la materia, pero en su mayor parte asociadas a petróleo crudo, que sería necesario producir en paralelo junto al fluido. Bolivia, que es el segundo reservorio sudamericano, tiene 52 billones de pies cúbicos, pero de gas libre.
El entusiasmo inicial por el gasoducto, que según lo convenido en Río de Janeiro debía presentarse a los restantes gobiernos sudamericanos desde septiembre, dio paso a una prolongación de lapsos para estudios y reuniones, y aun al silencio de los gobiernos. "No podemos obligar a nadie", deploró Chávez, quien agregó que el planteo fue hecho en términos de cooperación bolivariana, pues, "si yo estuviera pensando sólo en dinero, le venderíamos (el gas) a América del Norte".
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Sin reacciones conocidas aún de Brasilia y tampoco de Buenos Aires, la organización ecologista Amigransa (Amigos de la Gran Sabana, un gigantesco Parque Nacional en el sudeste venezolano) se regocijó, porque "afortunadamente todo lo que se expresó sobre la inviabilidad de este proyecto gigante tuvo eco en los técnicos sudamericanos que evaluaron su factibilidad".
Alicia García, de Amigransa, advirtió sin embargo a IPS que, "si pensamos con optimismo, el presidente Chávez quizás maneja información sobre la inviabilidad del gasoducto; si lo hacemos con pesimismo, quizá su declaración es una presión a los posibles socios para que apoyen definidamente el proyecto".
Chávez prevé visitar Buenos Aires y reunirse con Kirchner el lunes próximo. Pero su declaración sobre el "enfriamiento" del gasoducto se produjo después que su ministro de Energía, Rafael Ramírez, se reunió, precisamente, con el mandatario argentino.
Según informaciones de los gobiernos sudamericanos concernidos, siete grupos de expertos, que totalizaban una cincuentena, estudiaban la viabilidad económica y técnica, la ingeniería, el trazado, el financiamiento y los temas ambientales y sociales asociados.
La descorazonada declaración de Chávez tradujo el estancamiento en las reuniones y trabajos para dar forma al proyecto y pareció dar la razón a los críticos del gasoducto.
"Sin contar problemas ambientales o económicos por su rentabilidad, el proyecto es imposible porque Venezuela no dispone ahora del gas necesario para alimentarlo", advirtió a IPS Luis Giusti, ex presidente del grupo estatal Petróleos de Venezuela, horas antes de que Chávez expusiese las dificultades.
El proyecto era objeto de duras críticas desde hace un año, incluso por parte de los llamados a ser sus beneficiarios.
"No tiene coherencia económica, cruza muchos ríos y bosques haciendo imposible calcular sus costos, y encarecería demasiado el gas venezolano entregado a Argentina", dijo, por ejemplo, el secretario de Energía del estado brasileño de Río de Janeiro, Wagner Victer.
A pesar de la alianza política tejida entre La Paz y Caracas, ya en abril de 2006 el viceministro de Hidrocarburos de Bolivia, Julio Gómez, sostuvo que el gasoducto "es un proyecto chiflado, una locura". Además, en el parlamento boliviano se lo tildó de "competencia desleal" de Venezuela para con la demanda boliviana de mejor precio para su gas.
Pero el frente más duro ha sido el de los ambientalistas, que incluso recolectaron firmas en cuatro continentes para pedir a los gobiernos que desecharan el proyecto. Cartas dirigidas a los mandatarios y firmadas por Amigransa fueron divulgadas en el marco de la Cumbre Energética Sudamericana realizada en abril en Venezuela.
"La integración de nuestros pueblos requiere un cambio de paradigma que se aparte del modelo de desarrollo dependiente de los hidrocarburos impuesto a nuestra civilización", advertía la carta de Amigransa, considerando que el proyecto "acrecentará la deuda ecológica y social y, por ende, la pobreza".
El tendido de la tubería, más las vías e instalaciones necesarias para su mantenimiento, "sería el paso definitivo para la destrucción de la Amazonía, la Guayana venezolana y diversos ecosistemas de la costa caribeña y atlántica, poniendo en riesgo inminente a la región con devastadoras consecuencias para el planeta", según el texto ecologista.
La queja de Chávez sobre el gasoducto, que "en el dialecto presidencial equivale a un RIP (Requiescat in pace) para este proyecto bandera de la revolución continental", según el crítico petrolero venezolano Gustavo Coronel, puede acarrear una nueva fricción, en el reparto de culpas, entre Brasil y Venezuela.
"Nada ni nadie logrará distanciarnos", ha repetido Chávez acerca de su alianza política con Lula, aunque en lo que va de año Caracas y Brasilia han encarado varias visibles diferencias. La primera, precisamente en materia energética, por la alianza entre Estados Unidos y Brasil para desarrollar la producción y el mercado global del etanol como combustible alterno a la gasolina, una opción criticada por Chávez y por el presidente de Cuba, Fidel Castro, como lesiva a los intereses de una humanidad hambrienta de siembra de alimentos.
También ambos mandatarios han chocado en relación con el proceso de ingreso de Venezuela como miembro pleno al Mercado Común del Sur (Mercosur), conformado desde su origen por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay.
Lula censuró a Chávez por haber calificado de "loro del imperio" (Estados Unidos) al parlamento brasileño, que aún no ratificó ese ingreso de Venezuela, luego de que algunos legisladores criticaran la no renovación por parte de Caracas del uso de una frecuencia de de una emisora privada de televisión.