DEFENSA-VENEZUELA: Hay submarinos rusos en la costa

El anuncio de que Venezuela comprará a Rusia cinco submarinos disparó de nuevo alarmas de armamentismo convencional en un país que adopta como doctrina de defensa la guerra asimétrica o «de todo el pueblo».

Los submarinos costarán más de 1.000 millones de dólares, los que se suman a los 3.000 millones de dólares que el gobierno de Hugo Chávez ha dispuesto en los últimos dos años para la compra de armas también Rusia. Además, adquirió tres radares a China y esta semana se informó de la importación de aviones militares de transporte.

Los sistemas de armas incluyen 24 cazabombarderos Sukhoi-30, 55 helicópteros Mi-17 y Mi-35, 100.000 fusiles AK-103 y una fábrica de esos Kalashnikov y de sus municiones. Varias de las aeronaves ya sobrevuelan territorio venezolano.

"Estados Unidos nos amenaza constantemente. Tenemos que defender nuestra revolución", dijo a fines de junio en su visita a Moscú el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, quien mantiene un abierto enfrentamiento político con Washington.

Chávez ha acusado a Washington de negar la reposición de armamento y repuestos para los cazas F-16 que Venezuela le compró hace un cuarto de siglo, así como para los aviones de transporte Hércules C-130, también de manufactura estadounidense.
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La agencia rusa Interfax informó de la venta de los submarinos propulsados con combustible diesel de la clase Varshavyanka, conocidos en Occidente como Kilo 636, para operaciones anti-naves y equipados con seis tubos lanzatorpedos, 18 torpedos, 24 minas y ocho misiles superficie-aire.

Una versión mejorada, el submarino Amur 677, es más silencioso y tiene sistemas de lanzamiento vertical, para alcanzar con misiles crucero objetivos ubicados a cientos de kilómetros.

"¿Por qué submarinos?", se preguntó Chávez dirigiéndose a sus críticos. "Porque tenemos mar, para ayudar a proteger los campos de producción energética en mar abierto y porque el imperio norteamericano tiene planes de agresión y ha hecho intentos de ese tipo hace años, cuando un portaaviones entró en aguas territoriales de Venezuela".

En cambio, Rocío San Miguel, presidenta de la organización no gubernamental Control Ciudadano para la Seguridad y Defensa, entiende que los submarinos "no calzan con las necesidades de vigilancia marítima que tiene Venezuela, que son de superficie y de naturaleza aduanera, ambiental, fiscal, sanitaria y de lucha contra el narcotráfico".

La adquisición de los sumergibles "es molesta para los vecinos y puede alterar la geopolítica en el Caribe", comenzando por la vecina Colombia, que tiene pendiente con Venezuela la delimitación de sus áreas marinas y submarinas junto a la frontera norte, involucrándose aguas del mar Caribe y el golfo de Venezuela, comentó a IPS San Miguel.

Durante décadas, las academias militares de Colombia y Venezuela incluyeron en sus juegos de guerra hipótesis de conflicto con su vecino.

El general retirado Fernando Ochoa, ministro de Defensa cuando en 1992 Chávez lideró un cruento y fallido alzamiento, opinó que, "debido al deterioro de su prestigio y a que nadie cree en la invasión ‘gringa’, Chávez necesita recuperar popularidad a lo Galtieri, creando tensión con un país vecino".

En 1982, el entonces dictador argentino Leopoldo Galtieri ordenó ocupar militarmente las islas Malvinas, para detener el acelerado deterioro del régimen impuesto en 1976, con el resultado de una guerra con Gran Bretaña, la consecuente derrota ante la segunda mayor fuerza militar marítima del mundo.

Según Ochoa, eso explica que "se haya comprado material bélico pesado, aunque es contradictorio con la teoría de la guerra asimétrica, que demanda material liviano antes que submarinos o aviones de alta tecnificación para una guerra regular en la región".

La preparación "de todo el pueblo" para tareas de defensa llevó hace un par de años a Chávez, quien llegó al gobierno en 1999, a establecer la Reserva, con decenas de miles de civiles, como quinto componente de la Fuerza Armada, junto al ejército, la armada, la aviación y la guardia nacional, que es una fuerza militar con labores de policía.

El hasta ahora comandante de esa Reserva, el general Gustavo Rangel, asumió este miércoles como ministro de la Defensa, "lo cual impulsará la nueva doctrina de seguridad, de unión cívico-militar y guerra de resistencia", dijo el coronel retirado Héctor Herrera, del grupo pro-oficialista Frente Cívico-Militar Bolivariano.

Rangel reemplaza al general Isaías Baduel, artífice de la devolución del gobierno a Chávez en abril de 2002, cuando un golpe de Estado cívico-militar lo sacó del cargo por dos días, y quien pasa a retiro con otros generales, como Alberto Muller, coordinador del Estado Mayor Presidencial.

A la prensa trascendió que Baduel lideró dentro de los altos mandos la corriente "profesionalista" de los cuadros militares con compra de armamento convencional, en tanto Muller, siguiendo el discurso de Chávez, defendió la "guerra de todo el pueblo".

"Hay presiones en los mandos militares respecto del cambio que significa el nuevo modelo de defensa, porque eso quita una serie de privilegios. Mi posición es opuesta a profesionalizar la Fuerza Armada", dijo el izquierdista Muller, quien en 2005 fue llamado de nuevo a filas por el presidente pese a que ya tenía 70 años de edad y 20 de retirado.

La Fuerza Armada venezolana "debe apuntar a la defensa de todo el pueblo, hacia la guerra de resistencia que hace el pueblo frente al invasor extranjero", recalcó Muller.

El politólogo Alberto Garrido dijo a IPS que, "aunque Chávez comparte con Muller el juicio de que el choque final con Estados Unidos es asimétrico, la impredecible situación geopolítica regional y la realidad militar nacional lo han obligado a ser receloso".

El esquema del presidente sería "preparación para una guerra combinada, convencional y asimétrica. La convencional no puede operar eficazmente contra Estados Unidos, pero tiene validez frente a vecinos, algo esbozado por Baduel cuando formuló (hace un año) la hipótesis de guerra por derrame de conflictos en países fronterizos", según Garrido.

La llamada guerra asimétrica o "sin restricciones", según los teóricos chinos Qiao Lyang y Wang Xiangsui, presupone la utilización de cualquier clase de lucha ante una potencia abrumadoramente superior en fuerza, tecnología o influencia diplomática, combinando acciones políticas y militares e implicando a la población civil.

San Miguel recordó que Venezuela es signataria de los Convenios de Ginebra de 1949 y sus protocolos adicionales de 1977, que protegen a la población civil y vedan su empleo en acciones bélicas, "pues si asumen el papel de combatientes se podrá usar la fuerza letal contra ellos".

La anunciada adquisición de submarinos por Venezuela no despertó mayores resquemores en el resto de América. Washington se abstuvo de incluir el tema cuando, todavía con Chávez en suelo ruso, el presidente de ese país, Vladimir Putin, visitó a su par estadounidense George W. Bush en la residencia de veraneo de éste.

Hasta que dejó su cargo hace dos semanas, el embajador de Washington en Caracas, William Brownfield, repitió con frecuencia en sus declaraciones públicas: "Estados Unidos no ha invadido nunca a Venezuela, no la está invadiendo y jamás la invadirá".

Colombia no hizo declaración alguna sobre la materia.

Un pacto entre los presidentes Chávez y el colombiano Álvaro Uribe mantiene lejos de los micrófonos diversos temas sensibles.

Diplomáticos europeos y latinoamericanos en Caracas reconocen en privado que una potenciación del armamento venezolano debe llevar a Colombia a fórmulas de equilibrio.

Según Ochoa, la hipótesis de un conflicto con Colombia exige la neutralidad de Estados Unidos, "sin la cual una aventura sería una irresponsabilidad inaceptable".

En Brasil, el almirante Julio Soares de Moura, comandante de la Marina, desechó toda preocupación. "No diría que hay una carrera armamentista en Venezuela, creo que es un reequipamiento o renovación de arsenal. No me parece que sean ningún riesgo. Brasil y Venezuela mantienen relaciones cordiales", explicó Soarez de Moura.

San Miguel insistió en que Venezuela carece de un "libro blanco", que defina las amenazas a su seguridad y la construcción de políticas de defensa nacional. "Pareciera como que el presidente se expresa y los demás actúan. No hay quien le diga que no". *****

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