GRAN BRETAÑA: Dime con quién andas

La máxima de que las personas pueden ser juzgadas por la compañía que elijen se aplica también a los líderes. Allí es donde el saliente primer ministro británico Tony Blair tuvo su principal falla: estar en estrecha cercanía del presidente estadounidense George W. Bush.

"Creo que él perdió por su asociación con Bush", dijo a IPS el analista Julian Le Grand, de la Escuela de Economía de Londres. "No creo que muchas personas aquí digan que ganó con esto. Creo que ése será uno de los factores que en última instancia derivará en una caída de su reputación", agregó.

"El problema en Iraq ha sido un gran factor, y a eso se le suma su vínculo con Bush como algo que no le ha ayudado a ganar aprecio dentro del país o dentro del Partido (Laborista)", indicó.

Rodnye Barker, también de la Escuela de Economía, coincidió con su colega.

La intervención en Iraq fue su mayor error, pero "no se va por eso, sino por ser un hombre que ha estado en el cargo durante 10 años y un hombre cuya reputación se ha visto arruinada por su política exterior (su cercanía con Bush). Todo esto significa que su tiempo se ha terminado", dijo Barker a IPS.

Es tentador leer entre líneas y sospechar que Blair sí es conciente de esto. En un discurso el jueves en su distrito electoral de la nororiental ciudad inglesa de Sedgefield, donde anunció que dejaría el cargo el próximo 27 de junio, el primer ministro se esforzó por no nombrar a Bush cuando se refería a Estados Unidos.

Los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y Washington fueron "completamente imprevistos y dramáticos, y yo decidí que estaríamos hombro con hombro con nuestro más antiguo aliado. Lo hice por convicción. Primero en Afganistán y luego en Iraq. El último caso fue muy controvertido", afirmó.

Más adelante en su discurso, Blair estuvo muy cerca de reconocer su error. "Sacar a Saddam (Hussein) y a sus hijos del poder, así como al (movimiento islamista afgano) Talibán, fue algo hecho con relativa facilidad. Pero el efecto bumerán que se generó desde entonces, de parte del terrorismo mundial, ha sido feroz, implacable y muy costoso", admitió.

"Creo que debemos ver más allá. Los terroristas, que nos amenazan aquí y en el resto del mundo, nunca se rendirán si nosotros nos rendimos. Es una prueba a nuestra voluntad y convicciones. Y no podemos fallar", añadió.

El término clave usado por Blair fue "efecto bumerán", pues sugiere un drástico cambio de su postura sostenida en público por años de que las acciones terroristas –incluyendo los atentados con bomba en Londres el 7 de julio hace dos años—no tenían relación con la invasión y ocupación de Iraq.

Blair mantuvo firmemente esa posición frente a las crecientes evidencias de que la invasión había provocado más actos de terrorismo, en vez de reducirlos.

El primer ministro habló de la necesidad de una fuerte acción contra el terrorismo, pero luego de admitir que éste pudo haber aumentado por "efecto bumerán" de la invasión a Iraq.

Y quizás se apresuró al minimizar la situación en Afganistán en comparación con la de Iraq. El Talibán se ha fortalecido en los últimos años, y las operaciones británicas en el sur afgano para contenerlo han provocado considerables bajas civiles.

Si estas operaciones provocarán más actos terroristas o no sólo se sabrá luego de que Blair haya abandonado el cargo.

En todo esto, a Blair no se lo ve como alguien que actúa solo, sino ligado a las decisiones de Bush.

Cuando el mandatario estadounidense y sus tropas se metieron en problemas, Blair se limitó a acompañarlo. Los mayores errores de Blair son los que tomó prestados de Bush. Y para un líder, seguir el error de otro puede ser peor que cometer uno propio.

La crisis en Iraq eclipsó el éxito de Blair en Gran Bretaña, que se convirtió en el país más próspero de Europa. Gran parte de ese logro fue alcanzado en los 10 años de administración del primer ministro.

"El país es próspero, la inflación está baja, la economía es fuerte", señaló Barker.

Además, Blair logró un avance en Irlanda del Norte, que ahora tiene un gobierno compartido tras varios años de paz. Ese territorio británico en suelo de Irlanda, dividido entre protestantes leales a Londres y republicanos católicos que desean unirse a Dublín, parecía un problema imposible de resolver.

Al final de cuentas, Blair no fue presionado a renunciar por sus errores, ni elogiado por sus éxitos. Su problema fue que, después de 10 años, el público se hartó.

"Hay un elemento de aburrimiento. No sólo en el partido sino en todo el país. Le pasó a Margaret Tatcher, que también estuvo muchos años en el poder (entre 1979 y 1990). Sin importar los logros, el público siente que es momento de que otro asuma. El factor del aburrimiento llegó subrepticiamente", sostuvo Le Grand.

"Cualquier pueblo se aburre cuando un líder sigue y sigue. Y, paradójicamente, si ese líder tiene un gobierno bueno y eficiente, rápidamente las personas olvidan las razones que les llevaron a votar por él en primer lugar, que era el gobierno ineficiente de su predecesor. La memoria no dura mucho en política", dijo por su parte Barker.

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