La figura femenina al frente del Ministerio de Economía no garantiza un sesgo de género en las políticas en esta área clave de los países, tradicionalmente dirigida por varones. Esa es la conclusión al menos al observar la gestión de mujeres en Argentina y El Salvador.
"La designación de una ministra de Economía en Argentina fue un hecho auspicioso y ojala sostenido, pero no necesariamente implica una mirada de género", comentó a IPS la investigadora Natalia Gherardi.
"Que (ellas) asuman cargos de responsabilidad en la primera línea de gobierno es importante, pero eso no garantiza que su gestión apunte a la equidad en el desarrollo, pues para eso hace falta que su designación sea resultado de una política en ese sentido", dijo la coautora de "Participación de las Mujeres en Cargos Públicos", trabajo editado por el Equipo Latinoamericano de Justicia y Género.
Con Gherardi coincidió Ima Guirola, del Instituto de Estudios de la Mujer en El Salvador, quien señaló a IPS que, si bien la presencia femenina encabezando la cartera de Economía de su país es "un avance importante", la llegada "per se no ha redundado en políticas que contribuyan a una mayor igualdad de género".
Para esta experta, en un momento determinado la equidad de género puede pasar por reclamar una mayor representatividad numérica. Sin embargo, ello no se agota en el equilibrio numérico sino que más importante es lograr una incidencia en políticas que tengan esa perspectiva, remarcó.
A fines de noviembre de 2005, el presidente centroizquierdista de Argentina, Néstor Kirchner, hizo un recambio ministerial que introdujo importantes novedades. Por primera vez se designó a mujeres para dirigir los ministerios de Economía y de Defensa, dos áreas históricamente a cargo de hombres.
La economía argentina quedó en manos de Felisa Miceli, quien se desempeñó hasta entonces como presidenta del estatal Banco de la Nación, y las fuerzas militares bajo el mando de Nilda Garré. En esta última área ya había antecedentes de mujeres en este máximo puesto en Colombia, Chile y Uruguay.
El avance femenino es considerado el fruto de años de trabajo silencioso que las preparó para la máxima responsabilidad, pese a lo cual tuvieron que imponerse a fuerza de mostrar capacidad, explican las expertas.
Esta mayor presencia de mujeres en puestos de liderazgo se observó también en los últimos años en la Corte Suprema de Justicia de Argentina, donde por primera vez dos mujeres conforman este alto tribunal junto a cinco varones.
Además ya aparece una mujer en el cercano horizonte electoral de este año para reemplazar a Kirchner en el próximo cuatrienio. Nada menos que su esposa, la senadora Cristina Fernández. Todas las encuestas de intención de votos dan ganadores a cualquiera de los dos que se postule finalmente por el gobernante Partido Justicialista (peronista).
No obstante estos logros de las argentinas, Gherardi entiende que en los nombramientos y proyectos de postulación para los comicios de este año "no hay decisión de adoptar una acción positiva desde el punto de vista de género". Si así fuera, dijo, deberían ser más los nombramientos, y múltiples las medidas con esa orientación.
La sindicalista Zunilda Valenciano lo confirma. Desde la presidencia del capítulo argentino del Foro de Mujeres del Mercosur (Mercado Común del Sur, que integran también Brasil, Paraguay, Uruguay y Venezuela), comentó a IPS que la gestión de Miceli está centrada en los resultados de la macroeconomía y no hay políticas específicas para la promoción de la mujer.
"Las mujeres tenemos muchas más dificultades que los hombres para acceder al crédito, sobre todo si estamos solas, y no hablo de un crédito hipotecario que es el más difícil, sino de pequeños préstamos personales o para un emprendimiento", denunció la dirigente sindical.
En Argentina, la llegada de mujeres a la actividad política estuvo condicionada desde comienzos de los años 90 a la ley de cupo, que exige la presencia de por lo menos 30 por ciento de mujeres en los lugares de las listas de candidatos a diputados y senadores con posibilidades de ser elegidos al Congreso Nacional, y en la mayoría de los parlamentos provinciales.
Pero en otras áreas, donde no hay normas de acción positiva, la meta está más lejos para ellas. Ninguna mujer encabeza el Poder Ejecutivo en las 24 provincias del país y apenas cuatro son vicegobernadoras. En el gabinete presidencial, hasta la llegada de Miceli y Garré, sólo había una mujer.
Se trata de Alicia Kirchner, hermana del mandatario y que está al frente del Ministerio de Desarrollo Social, un área asociada a roles tradicionalmente femeninos.
En El Salvador, el presidente Elías Saca también sorprendió en 2004 al designar a Yolanda de Gavidia para la cartera de Economía. En esta actitud no estuvo ajeno el hecho de que otras mujeres hayan llegado al primer nivel de la función pública, como es el caso de la vicepresidencia del país y la alcaldía de San Salvador.
Pero la designación de Gavidia y la promesa presidencial de impulsar el desarrollo de la mujer a través de créditos, guarderías y otros centros de promoción no alcanzaron para que se advierta un cambio en la política económica, o un acento hacia la mayor equidad de género.
"Hay una distorsión en la concepción de participación política de la mujer. Se cree que eso garantiza la perspectiva de género", indicó Guirola. "Esto habría que desmitificarlo porque induce a creer que por colocar mujeres en cargos públicos se diseñarán políticas de género transversales en todo el gobierno", advirtió.
Guirola consideró que, si bien es "ejemplarizante" la llegada de una mujer al cargo, sus decisiones no están aisladas del gobierno que la designa. Y en este sentido, la gestión de Saca, favorable a los tratados de libre comercio, no es propicia al desarrollo femenino.
Por eso, las mujeres que propician la participación política en América latina, consideran que la llegada a cargos de máxima responsabilidad es un derecho y un primer paso, pero eso no bastará para mejorar las condiciones de vida de millones de ellas si no hay una transformación que contemple la perspectiva de género.