FORO SOCIAL MUNDIAL: El riesgo de los extremos

No faltan vaticinios de muerte, o al menos de crisis, del Foro Social Mundial (FSM), realimentados por los informes sobre problemas organizativos y la cuantiosa merma de participantes en su séptima edición, realizada este mes en Nairobi.

Los defensores del FSM también caen a veces en la exageración por lo contrario, atribuyéndole triunfos, como una decisiva contribución a la llegada de la izquierda o centroizquierda al gobierno de ocho países de América Latina y a la presencia de los temas sociales en la agenda internacional.

Pero este encuentro mundial de la sociedad civil, nacido en enero de 2001 en el sur de Brasil, no pudo tener la influencia que le asignan sobre esa corriente política ahora triunfante en la región, pues en general es producto de procesos de décadas anteriores, en las que proliferaron experiencias populares y movimientos sociales que sí aumentaron el electorado de izquierda.

También esa primera edición del FSM en Porto Alegre fue posterior a las grandes conferencias de la Organización de las Naciones Unidas sobre ambiente, derechos humanos, desarrollo social, población, mujeres, hábitat y hasta la que aprobó los Objetivos de Desarrollo para el Milenio, que movilizaron decenas de miles de gobernantes, diplomáticos y expertos entre 1992 y 2000, incorporando por primera vez de modo masivo en la discusiones a delegados de la sociedad civil.

Los usuales críticos del FSM, por su parte, olvidan esa historia última de diversificación o fragmentación de los movimientos sociales y políticos, que le quitaron al sindicalismo, a la lucha de clases y a los partidos políticos el monopolio del combate contra las injusticias del capitalismo, agregando las variadas discriminaciones y desigualdades como blancos.
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El FSM responde a la necesidad de superar la dispersión, de articular internacionalmente esa diversidad de iniciativas y fuerzas que representan a la sociedad, aunque sin cumplir los mecanismos tradicionales de representatividad por vía electoral o sindical, y van fortaleciendo nuevas formas de hacer política, en favor de una democracia más participativa.

Por esa razón, el encuentro social podrá cambiar sus métodos, la organización de sus encuentros e incluso su nombre e ideas centrales, pero la sociedad civil mundial ya no podrá privarse de un foro para articular y dinamizar sus luchas, intercambiar experiencias y reflexionar de modo conjunto entre representantes de todo el mundo.

Se trata de un nuevo actor en el escenario mundial, de organización difusa, que en determinados momentos puede alcanzar consensos que movilicen, como en las manifestaciones de 2003 contra la guerra en Iraq. Vino para quedarse y ejercer un papel democratizador. Y busca identificar los mejores medios para darles poder y manifestarse.

El encuentro, que surgió como contrapartida al Foro Económico Mundial, probó responder a esa necesidad al obtener adhesiones masivas, promover amplios debates y el surgimiento de nuevas redes y campañas internacionales, además de reuniones locales, nacionales y regionales. Pero nada asegura la perennidad de su forma actual y menos aún que será único.

Hay presiones para convertirlo en un instrumento político que adopta resoluciones y programas.

Decisiones y acción, reclaman muchos activistas e, incluso, miembros del propio Consejo Internacional del FSM, argumentando que la fórmula actual inmoviliza. En el Foro de 2005, en Porto Alegre, un grupo de 19 conocidos intelectuales intentó un golpe de timón con un manifiesto divulgado como pretendido "Consenso". Pero cayó en el vacío.

Como "espacio abierto" de la sociedad civil, sin jerarquías y con total respeto de la diversidad, como defienden sus fundadores brasileños, el FSM absorbe disensiones, manifestaciones y propuestas de todo tipo. Los movimientos y organizaciones participantes son libres y estimulados a unirse y movilizarse en torno de las propuestas comunes.

Francisco Whitaker, uno de los fundadores, defiende esa metodología en su libro "Desafío do Forum Social Mundial: um modo de ver (Desafío del Foro Social Mundial: un modo de ver)", al justificar la Carta de Principios que desde 2001 lo define como un "espacio de encuentro", no representativo ni deliberativo, contrario al uso de la violencia y la globalización neoliberal. Pero las ambiciones contenidas en el FSM, de articular y movilizar la sociedad civil en la construcción de "otro mundo posible", implican enormes desafíos. La repercusión de sus megaencuentros en la prensa cayó mucho respecto del novedoso inicio, revelando la necesidad de una otra forma de comunicación con la población.

A la reunión de Nairobi, del 20 al 25 de este mes, llegaron menos de 50.000 participantes, apenas la mitad de la meta y de la cantidad registrada en cada una de las cuatro ediciones anteriores.

El elevado precio de la inscripción limitó la presencia de los delegados pobres de Kenia, agravando las críticas al "elitismo" interno, uno de los molinos de viento con que pelean los "altermundistas", pretendiendo popularizar la concurrencia para no seguir reproduciendo desigualdades de la sociedad.

Pero encuestas comprobaron que tres cuartos de los participantes en estos encuentros realizados a comienzos de año son estudiantes, graduados o posgraduados en universidades, indicando que se trata de una elite económica.

Esa es una realidad consecuente de los costosos viajes y de que se trata de participantes principalmente del llamado tercer sector.

El Consejo Internacional del FMS decidió postergar para 2009 la próxima reunión mundial, ante la dificultad de autofinanciar encuentros anuales, otro hecho que alimenta epitafios.

A cambio, en enero de 2008 se promoverán jornadas de protesta en todo el orbe, durante la reunión del Foro Económico Mundial, el encuentro anual de la elite financiera y gobernante planetaria en la localidad suiza de Davos, con el desafío de movilizar muchos millones de manifestantes.

Un desafío mayor del FSM es superar la diversidad aún caótica de sus temas. En Nairobi se realizaron 1.200 seminarios, paneles, diálogos y actos. Es demasiado, aunque es la mitad de los registrados en foros anteriores, lo cual indica una insuficiente articulación de las acciones y programas.

Lo ideal sería unos 500 encuentros, según Cándido Grzybowski, otro coordinador brasileño del proceso.

A pesar de esa variedad, faltan visiones sistémicas y varias luchas siguen caminos paralelos.

Los ambientalistas, por ejemplo, se sienten "periféricos" en el proceso del FSM, pese a la urgencia de sus temas, y desarrollan sus propias vías de articulación internacional. Hay además poca preocupación por la viabilidad política y económica de las numerosas propuestas y banderas, aunque la consigna sea "otro mundo posible".

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