El cuerpo del ex dictador Augusto Pinochet quedó reducido ahora a un puñado de cenizas guardadas en una de las residencias de la familia. Pero, pese a que su figura era irrelevante en el concierto político a la hora de morir, su legado de división y violencia seguirá marcando a la sociedad chilena.
Pinochet provocará dramáticas divisiones por varias generaciones en Chile, según analistas y observadores comunes, como lo pautan las demostraciones que le siguieron a su fallecimiento el domingo 10.
Más de 50.000 personas se acercaron a la Escuela Militar para participar en el funeral de quien encabezó la dictadura de 17 años. Paralelamente, otros miles se congregaron para celebrar frente a la estatua del socialista Salvador Allende, el presidente democrático derrocado el 11 de septiembre de 1973 a sangre y fuego por las fuerzas militares lideradas por Pinochet.
La figura de Allende, muerto en su despacho mientras la sede de gobierno era bombardeada, está ubicada en la entrada trasera del reconstruido palacio de La Moneda, junto a la de otros mandatarios elegidos democráticamente como Jorge Alessandri Rodríguez (1958-1964) y Eduardo Frei Montalva (1964-1970).
Elizabeth, una analista de sistemas de computación de 35 años, cree que la polarización en torno a la figura de Pinochet nunca terminará del todo, "porque ninguno de los dos lados perdona".
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Una única alternativa para cerrar las heridas es que "aparezcan los detenidos-desaparecidos", señala, en alusión a las 1.119 personas asesinadas cuyos cuerpos no han sido hallados, que se suman al saldo fatal de la dictadura de otros 1.800 opositores asesinados, 35.000 torturados y 800.000 forzados a marchar al exilio, entre ellos la hoy presidenta de Chile, Michelle Bachelet.
"Mientras no se encuentren, el pesar siempre estará y eso se transmite de generación en generación", dijo Elizabeth a IPS.
Precisamente, las asociaciones de familiares de las víctimas de violaciones a los derechos humanos entienden que la muerte de Pinochet no significa el cese de los juicios en curso por estos crímenes, al igual que los que se siguen por corrupción durante el régimen.
También Alfredo, un declarado "pinochetista" de 31 años, piensa que la sociedad chilena seguirá fragmentada por muchos años, aunque plante una visión distinta.
"Para terminar con la división es necesario que los dos bandos reconozcan sus errores y hagan gestos reales de unidad, como una verdadera ley de amnistía", indicó a IPS este estudiante de ingeniería, quien reconoce, empero, que a algunos militares les ha faltado voluntad para revelar el destino de los desaparecidos.
Niega que los seguidores de Pinochet sean fanáticos. "Sólo se trata de ensalzar la figura de un héroe, del único libertador del marxismo en el mundo", justificó.
La presidenta Bachelet se refirió por primera vez a la muerte del ex gobernante de facto tres días después de ocurrida, indicando que "simboliza la partida de un referente de un clima en el país de divisiones, de odio, de violencia".
Pero, precisó que la desaparición física de Pinochet no da paso a otra era. "La nueva etapa que vive Chile comenzó en 1990, cuando reconquistamos la democracia", sostuvo la mandataria, quien fue apoyada en sus dichos por la Concertación de Partidos por la Democracia, la coalición de centroizquierda que agrupa a cuatro colectividades y que gobierna Chile desde hace 16 años.
Entre los hechos ocurridos tras la muerte del ex dictador y que los analistas ubican como demostrativos se cuenta la actitud de su nieto, Augusto Pinochet Molina, que le costó la baja del ejército.
El ahora ex capitán, de 33 años, justificó la dictadura en un discurso fuera de programa al finalizar la ceremonia fúnebre, señalando que su abuelo fue "uno de los líderes más prominentes del mundo en su época, un hombre que derrotó en plena guerra fría al modelo marxista que pretendía imponer su modelo derechamente por el medio armado".
Pinochet "tuvo que ver cómo su mujer y su familia eran vejados por jueces que buscaban más renombre que justicia", remató su alocución en referencia al chileno Juan Guzmán Tapia, hoy jubilado, que estuvo a punto de condenarlo, y al español Baltasar Garzón, que pidió en 1998 su extradición a España.
Pocas horas después y tras una dura declaración de la presidenta Bachelet, fue expulsado de las filas militares.
Otro nieto, pero este del asesinado general Carlos Prats, ex comandante en jefe del ejército durante el gobierno de Allende, tuvo una actitud totalmente opuesta. Pudo acercarse al ataúd de Pinochet y escupirlo en la madrugada del martes 12, cuando era velado en la Escuela Militar.
Francisco Cuadrado Prats, un artista visual, esperó paciente varias horas rodeado de pinochetistas para poder descargar de esa forma su furia por el atentado que le costó la vida a su abuelos, Prats y su esposa Sofía Cuthbert, perpetrado en 1976 en Buenos Aires por agentes de la desaparecida Dirección de Inteligencia Nacional (DINA) del régimen dictatorial chileno.
Pero también se sucedieron análisis sobre la incidencia de la muerte del ex dictador en el futuro político del país.
"Pinochet fue muy hábil. De la mano de Jaime Guzmán (abogado asesinado en 1991 por el insurgente Frente Patriótico Manuel Rodríguez) apostó por un 'rayado de cancha' constitucional que ha obligado a la Concertación a gobernar en calidad de testaferro o administrador de su 'legado'", escribió el investigador y académico Alfredo Jocelyn-Holt en una columna en el diario La Tercera. De igual forma, el analista Patricio Navia se preguntó por el futuro de la coalición de gobierno.
"La Concertación nació y se consolidó en oposición a la dictadura. La muerte de Pinochet profundiza las dudas sobre la viabilidad futura de una coalición que supo mantener lo esencial de aquellas buenas políticas económicas implementadas en el gobierno militar y logró construir una democracia más justa, más incluyente y respetuosa de los derechos humanos", reflexionó Navia, en el mismo matutino.
"Ahora que la Concertación parece unida esencialmente por su deseo de mantenerse en el poder, la desaparición física de Pinochet terminará por desnudar la falta de unidad respecto a proyectos comunes de futuro", advirtió.
En otra reflexión, el sociólogo Rodrigo Baño, de la Universidad de Chile, manifestó a IPS que Pinochet no sólo divide a los chilenos en materia política e ideológica sino que también social.
"Los seguidores de Pinochet y sus detractores son socialmente muy distintos", arguyó el académico, explicando que el empresariado y la clase alta, que llegaron en masa al funeral, apoyan al fallecido militar, mientras que las capas populares, mayoritariamente, la repudian.
Baño explica que la división social comenzó durante el gobierno de Allende y se agudizó en la dictadura, situación que se mantiene hasta hoy y que es muy complicado corregir.
Por esta razón, no puede estimar el tiempo que seguirá dividida la sociedad chilena por la obra del ex dictador. "Depende del proceso político y del grado de integración que se alcance", sostuvo.
No obstante, cree que ante una crisis económica, momentos en que se agudizan las contradicciones, puede surgir otro liderazgo, que reemplace al del ex gobernante de facto. "La vinculación (de la derecha a Pinochet) se va a mantener hasta que aparezca una nueva alternativa", planteó.