AMBIENTE-BRASIL: Contaminación hídrica al acecho

Casi 30 millones de brasileños se ven afectados por la contaminación hídrica en Sao Paulo y Río de Janeiro. En la primera, esto contribuye con la escasez de agua. En la segunda no reduce la oferta del líquido, pero amenaza con inutilizarlo, al no poder hacerlo potable.

Por esto, las dos ciudades —las mayores zonas metropolitanas del país— viven amenazadas por cortes periódicos en su abastecimiento de agua.

Para los 18,5 millones de personas que viven en la Región Metropolitana de Sao Paulo, se trata de una «bomba de tiempo que puede estallar en cualquier momento», dijo María Luisa Ribeiro, coordinadora de la Red de las Aguas, iniciativa de la Fundación SOS Mata Atlántica para dinamizar la comunicación y la participación social en la gestión hídrica nacional.

En su límite de capacidad, los ocho sistemas que abastecen a la ciudad captan 65.000 litros de agua. La población vive pendiente de la «buena voluntad de San Pedro», el dios de las lluvias para los brasileños, señaló Ribeiro al ser entrevistada.

Durante muchos años, los distintos barrios suspendieron el suministro hídrico en días alternados. El racionamiento, que se extendió hasta 2002, fue superado gracias a un ajuste de distribución y buenas lluvias, pero «sin ampliar la disponibilidad de agua», destacó la activista.

Sao Paulo se estableció en un lugar de limitados recursos hídricos, en las nacientes del río Tieté, que cruza el estado. Luego, la deforestación y la ocupación humana de las orillas limitaron la capacidad de los manantiales, cada día más amenazados por asentamientos ilegales.

El censo de 2000 permitió estimar que 1,6 millones de personas residen en esas áreas, según el no gubernamental Instituto Socioambiental, que estudia y controla las fuentes locales de agua. La población, que aumentó mucho en los últimos años, es tanta que no es posible transferirla a otro lugar. Mientras, vierte sus aguas servidas y su basura en represas y ríos.

La rigidez de la Ley de Protección de Manantiales, de 1975, que restringe los asentamientos en las cuencas, tuvo un efecto inverso al buscado: el área fue ocupada ilegalmente, lo que generó un desagüe desordenado, observó Ribeiro.

La creciente contaminación encarece el agua. En los últimos cinco años aumentó 51 por ciento la necesidad de productos químicos para hacerla potable. También se elevaron los costos del transporte, porque la mitad de la población metropolitana depende del sistema Cantareira, a 70 kilómetros del centro de Sao Paulo. Además, sus aguas vienen de la cuenca del río Piracicaba, compartido con grandes ciudades del interior, generando disputas y «conflictos de gestión», acotó Ribeiro.

La Compañía de Saneamiento Básico del Estado de Sao Paulo (Sabesp) —hoy reconocida como la mejor de Brasil— implementó medidas para ampliar los manantiales y el tratamiento de desagües, mejorar la distribución y promover el uso racional del agua.

Esto se sumó al combate contra las fugas del líquido. Hoy se estima que un tercio del agua suministrada se pierde en la red de distribución.

La Región Metropolitana de Río de Janeiro vive una situación más cómoda. Hasta 2025 está asegurada la disponibilidad de agua —no necesariamente potable— para sus más de 11 millones de habitantes y la instalación de nuevas industrias, aseguró, al ser entrevistado, Friedrich Hermes, presidente del Comité de la Cuenca del río Guandú, fuente de 85 por ciento del suministro.

El sistema se beneficia de un conjunto de cinco represas construidas hace décadas para generar electricidad, aprovechando el río Paraíba del Sur, que nace cerca de Sao Paulo y cruza todo el estado de Río de Janeiro.

Sus aguas constituyen la principal fuente del sistema Guandú, que dispone de 120.000 litros por segundo de agua sin procesar, de los cuales 90.000 son usados para el abastecimiento, explicó Hermes. El remanente permite prever que no habrá escasez hasta 2025.

La cantidad hace posible cierta tranquilidad, pero no asegura la calidad. «No hay riesgo de desabastecimiento a corto plazo. El río Guandú, engrosado por la transposición artificial de las aguas del Paraíba del Sur, ofrece un volumen más que suficiente», afirmó Edes Fernandes de Oliveira, de la Compañía Estadual de Aguas y Alcantarillado (Cedae, por sus siglas en portugués).

«Sin embargo, si no cesan las agresiones al ambiente, a largo plazo puede haber problemas», admitió al ser entrevistado.

Entre ellos, el principal es el desagüe, sin tratamiento, del líquido utilizado por la población que proliferó en la cuenca del Guandú en las últimas décadas, ante la expansión de la Región Metropolitana de Río de Janeiro hacia el oeste.

La Cedae, que busca proteger el ambiente local y promueve la reforestación de orillas de ríos y represas de la cuenca, también prohibió la extracción de arena del lecho del río Guandú, actividad antes incontrolada.

Hoy son 1,5 millones de habitantes, pero el flujo perdió ritmo y «no debe crecer tanto en las próximas décadas», señaló Hermes. Además, está la basura tirada en las orillas de los ríos y las industrias atraídas por la abundancia de agua y otros factores favorables en la región, como el puerto de Sepetiba.

José Roberto Araujo, asesor parlamentario y funcionario del órgano ambiental del estado de Río de Janeiro, ensayó otra explicación. Al estar ubicada cerca del medio del río Paraíba del Sur, la ciudad tiene asegurada abundante agua, pero también la desventaja de recibir la contaminación del estado de Sao Paulo, donde el río recorre un área muy poblada e industrializada, observó.

Además, el río recibe el desagüe de otras grandes ciudades del propio estado, sin ningún tratamiento previo, lamentó. Las industrias instaladas a lo largo de la cuenca también contaminan, pero permiten un mejor control. Y algunas de ellas, como la gigantesca Compañía Siderúrgica Nacional, cumplieron con un reciente programa de reducción de contaminantes, sostuvo.

Pero la situación supera las fronteras estaduales. Para Paulo Canedo, experto en aguas de la Universidad Federal de Río de Janeiro, el problema general de todo Brasil es la escasa atención al desagüe urbano y su tratamiento, con décadas sin las inversiones necesarias.

Los gobiernos «gastan mucho en hacer potable el agua» y en asistencia médica, pero no priorizan el saneamiento básico, lo que sería más económico, al reducir el costo de obtener agua y mejorar la salud pública, criticó Canedo.

* Este artículo es parte de una serie sobre desarrollo sustentable producida en conjunto por IPS (Inter Press Service) e IFEJ (siglas en inglés de Federación Internacional de Periodistas Ambientales). Este artículo fue publicado originalmente el 28 de octubre por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.

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