FÚTBOL: Espectáculo para semidioses

Un domingo sin fútbol en plena Copa Mundial FIFA 2006 agrava el síndrome de abstinencia que muchos hinchas ya sufrieron el miércoles y jueves, el intervalo entre octavos y cuartos de final, tras un promedio de tres partidos al día en las 19 jornadas previas.

Veinticinco por ciento de los entrevistados en una encuesta en Gran Bretaña manifestaron preferir un partido de fútbol a las relaciones sexuales, y 53 por ciento reconocieron síntomas de "tensión prepartido", como insomnio, humor inestable y falta de apetito sexual.

Un ingeniero brasileño reveló, entrevistado por un diario local el jueves, las locuras que hizo para asistir a todos los partidos de varias Copas. Renunció a un empleo, salió de vacaciones y ahora rompió con la novia.

La Copa, que intensifica el turismo y la venta de televisores e interrumpe labores, lleva también a intelectuales a analizar aspectos políticos, económicos, sociales y culturales de este fenómeno de pasión mundial, cuya expansión sepultó prejuicios y menosprecios académicos.

¿Que hace del fútbol el deporte mas popular y universal, llevándolo a conquistar el mundo y penetrar inexorablemente incluso en países donde la tradición favorece a otros juegos, como el béisbol y el críquet?

Ya es usual describir el fútbol como representación de la guerra, con su terminología militar —defensa, ataque, tiros y tácticas—, sublimación de la agresividad masculina, nuevo culto religioso y metáfora de la vida.

También son observaciones usuales comparar el gol a un orgasmo y destacar el fútbol como el deporte más democrático, al aceptar distintos biotipos de atletas y combinar individualidades con acción colectiva.

El fútbol seduce por ser "un juego más imprevisible" que el resto, según Ricardo Álvarez, periodista brasileño que le dedicó muchos años como reportero y editor de noticieros televisivos. Más que en cualquier otro deporte, el favorito está sujeto a derrotas que "redimen a los pobres y oprimidos".

El hecho de jugarse con el pie, el mismo miembro usado para sostenerse y correr, acentúa esa "caja de sorpresas", lugar común que define el fútbol, acotó.

Pero es como espectáculo, más que como práctica deportiva, que el fútbol supera los demás deportes colectivos, atrayendo espectadores al ofrecerles un sentimiento de mayor participación y emociones más variadas. El "matrimonio" con la televisión es casi perfecto.

El hincha es omnisciente. Tiene una visión de toda la cancha, más amplia que la del jugador. Sabe lo que éste debería hacer en cada jugada, juzga al árbitro, al director técnico y a cada futbolista, conoce todas las reglas del juego y reconoce incluso cuando es legítimo infringirlas. Es un semidiós.

Cuando los jugadores de "su" equipo hacen correctamente lo que él desea y prescribe mentalmente o intuitivamente, viene el gol y el éxtasis. Se siente entonces omnipotente y, por lo tanto, casi un dios. La omnipresencia poco le importa si está justamente donde más quiere estar, en un estadio o delante de la televisión.

Una "bella jugada" que sorprende es también motivo del placer estético que el filósofo alemán Gumbrecht Hans Ulrich, profesor de literatura comparada en la estadounidense Universidad de Stanford, identifica en su libro "Elogio de la belleza atlética", comparándola con experiencias artísticas como el disfrute de la música o la pintura.

Los deportes tienen, en general, origen en actividades y habilidades útiles para la supervivencia humana o la producción material, como correr, saltar, pelear a puñetazos, tirar piedras, balas o flechas.

Los deportes colectivos, como el básquetbol y el voleibol, rompen con esa "evolución" natural, pero aún se basan sobre el uso de las manos, naturalmente más hábiles.

El fútbol subvierte todo al exigir a los pies la habilidad de manejar la pelota. El mismo miembro que sostiene y transporta el cuerpo es encargado de patear la pelota con una precisión antes inimaginable.

Además, al contrario de otros deportes de equipo, con canchas netamente urbanas, artificiales, el fútbol se juega sobre césped, incorporando un elemento rural, observa José Miguel Wisnik, profesor de literatura de la Universidad de Sao Paulo y compositor de música popular, quien está escribiendo un libro sobre fútbol.

Son aspectos que aumentan la dificultad de controlar la pelota y la imprevisibilidad de un partido, haciendo vulnerables incluso a equipos de incontestable favoritismo. No hay equipos imbatibles. La "lógica" tiene menos cabida que en los demás deportes.

Todos esos elementos acentúan la participación y la potencia de la hinchada, que muchos denominan "el decimosegundo jugador". Su participación puede ser decisiva.

Los equipos suelen triunfar con mayor frecuencia jugando "en casa", apoyados por sus hinchas. Ser anfitrión aumenta mucho las posibilidades de una selección nacional, como lo comprueba la historia de las Copas Mundiales.

Es que en el fútbol tiene menor repercusión que en otros deportes colectivos la programación y la acción planificada por los directores técnicos, observa Gumbrecht, que pronunciará charlas sobre estilos en el fútbol en Brasil y Argentina la próxima semana.

Si en el voleibol, por ejemplo, se trata de ejecutar bien o mal las jugadas "programadas", el fútbol ofrece muchas alternativas a cada momento, es el campo de lo imprevisto, de la jugada eficiente, equivocada o "creativa".

Los hinchas no solo ven, sino que "juegan" en cada momento. Eligen sus propias jugadas. Participan, casi como si estuvieran en la cancha.

Así se justifica que los brasileños usen una palabra mas precisa para designar al hincha: "torcedor", el que puede torcer el rumbo de un partido a favor de su equipo con gritos, abucheos, bramidos, banderas, oraciones, supersticiones o fe. (FIN/IPS/mo/mj/wd cr sc ae/06)

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