Bananos de Ecuador, chocolate de Bolivia, café de Guatemala y México, azúcar de Nicaragua. En los estantes de supermercados de la capital austriaca son cada vez más visibles los productos agrícolas importados de América Latina.
Esa constatación en principio es normal, pues la compra de alimentos latinoamericanos es de larga data en Europa. Pero no lo es tanto cuando se descubren las etiquetas de "orgánico" y "fair trade" (comercio justo) adheridas a estos productos ofrecidos en los expendios de Viena, donde este viernes se reunirán los gobernantes de las dos regiones.
Más de 55,000 supermercados europeos ya comercializan productos acreditados con este sello, lo cual llevó a que el año pasado se alcanzara un volumen anual de ventas de más 616 millones de euros (casi 800 millones de dólares), 49 por ciento más que en 2004.
Sólo en Austria, se registró en el mismo lapso 63 por ciento de incremento en las ventas de artículos con etiqueta "fair trade", como se identifican los bienes que se supone son obtenidos en una cadena productiva respetuosa del ambiente y de los derechos laborales y salariales de los trabajadores, en el marco de un proceso de promoción del desarrollo social.
La asociación Fairtrade Austria anunció los espectaculares resultados de 2005 en vísperas de la IV Cumbre América Latina y el Caribe-Unión Europea, que congregará a 58 jefes de Estado y de gobierno.
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Aunque el tema principal de la cumbre es la de consolidar las relaciones comerciales y la integración entre las dos regiones, así como de intensificar la cooperación para el desarrollo, las negociaciones oficiales ignoran las posibilidades que el comercio justo ofrece en ambos sentidos.
En vez de ello, el mecanismo sobre la mesa de la reunión es el de las asociaciones de libre comercio, calcadas sobre acuerdos como el que une a Canadá, Estados Unidos y México.
Ese Tratado de Libre Comercio de América del Norte, en vigor desde 1994, es precisamente cuestionado por activistas que entienden obstaculiza el comercio justo, permitiendo a empresas sancionar a gobiernos que legislen en defensa del ambiente y de los derechos de los trabajadores.
"Varios factores han contribuido al incremento del comercio justo en Europa, entre ellos las crecientes consideraciones éticas de los consumidores, que los llevan a demandar bienes en cuya producción son respetados los derechos humanos de los trabajadores en los países del Sur, así como la protección del ambiente", comentó a IPS Georg Gruber, director de Fairtrade Austria.
"Nosotros hemos podido ampliar nuestra oferta tradicional, de bananos, café y chocolate, a otros segmentos, como flores, y cítricos", agregó.
Fairtrade Austria es parte de la red de Organizaciones Internacionales de Etiquetado de Comercio Justo (FLO por sus siglas en inglés), que funciona en unos 50 países, sobre todo de Europa, y que incluye asociaciones en Australia, Canadá, Estados Unidos, México y Nueva Zelanda.
FLO existe a partir de asociaciones creadas en los años 50 en Holanda, mientras que en Alemania fue creada en 1992 y en Austria en 1993.
El aumento del comercio justo de algunos productos en Europa es tan espectacular, que ya es considerado como un de los segmentos más dinámicos del mercado de comestibles, que, en general, no crece.
En Suiza, 47 por ciento del banano, 28 por ciento de las flores y nueve por ciento del azúcar comercializado concierne a productos etiquetados con el sello comercio justo. En Gran Bretaña, las cifras correspondientes son cinco por ciento del té y 20 por ciento del café molido.
Para el presidente de la rama austríaca de la organización humanitaria Caritas, Franz Kuebler, "la lucha contra la pobreza en los países en desarrollo tiene mucho que ver con la conducta de los consumidores en los países industrializados".
"Gracias a la existencia de instituciones como Fairtrade, cada uno de nosotros puede y debe contribuir a ofrecerles a los campesinos y trabajadores en América Latina, África y Asia una oportunidad para un futuro mejor", apuntó.
FLO participa en la venta de productos de más de 550 cooperativas de países en desarrollo, que representan más de cinco millones de productores. Para garantizar que esos artículos sean en verdad "justos", la organización examina una vez al año que las empresas asociadas satisfagan sus criterios de inscripción.
"Se han establecido dos tipos de criterios básicos", explicó a IPS Verokina Polster, también de Fairtrade Austria.
"El primero se aplica a cooperativas, que deben respetar formas democráticas de participación de sus miembros, y el segundo a empresas privadas, que se comprometen a pagar salarios decentes a sus trabajadores, a respetar sus derechos de sindicalización y, en los casos necesarios, de proporcionar a sus trabajadores una vivienda digna", detalló.
Compañías privadas y cooperativas que intervienen en el programa de comercio justo también se comprometen a no emplear niños, a respetar las legislaciones locales sobre salario mínimo y a manejar criterios básicos de protección del ambiente y de la salud y seguridad de los trabajadores.
"Además, dado que Fairtrade se considera una ayuda al desarrollo, los productores se comprometen a mejorar continuamente las condiciones de trabajo, la calidad de los bienes que exportan, así como su sustentabilidad ambiental", dijo Polster.
Como contrapartida, Fairtrade debe pagar precios mínimos superiores a los del mercado, así como premios, que consisten en inversiones en proyectos de desarrollo, tales como escuelas, sanatorios, redes de agua potable y obras de infraestructura.