UE-AMÉRICA LATINA: Del Consenso de Washington al de Viena

Hecho trizas el Consenso de Washington, que en la década pasada animó la apertura liberal de América Latina y el Caribe, la brújula regional puede ahora apuntar hacia Viena, sede de la cumbre de mayo con la Unión Europea (UE) y capaz de proveer nuevas guías para la integración y la gobernanza en este hemisferio.

El desafío para la región es plantear a la UE un nuevo consenso "sobre la manera de crecer con equidad, a partir de la coherencia entre los tres temas claves de la relación: integración regional, negociaciones comerciales y cohesión social", asentó un informe presentado en la sede caraqueña del Sistema Económico Latinoamericano (SELA).

El informe se presentó en el marco de la reunión sobre las "Relaciones económicas entre la Unión Europea y América Latina y el Caribe", celebrada el 13 y el 14 de este mes.

Las cumbres UE-América Latina y el Caribe, de 58 naciones, se iniciaron en Río de Janeiro en 1999, siguieron en Madrid (2002) y Guadalajara, México (2004). La del 11 y 12 de mayo próximos, en Viena, será la primera fuera del ámbito iberoamericano.

Si el consenso en las subregiones de América Latina y el Caribe es difícil, uno regional lo es más, "pero hay que verlo como un camino o proceso de diálogo, que se construye bajo una presión externa, como por ejemplo Viena", dijo a IPS Christian Ghymers, especialista en la Comisión Europea, órgano ejecutivo de la UE, y co-redactor del informe.

De Viena "debe salir una clara hoja de ruta sobre los pasos y acciones a desarrollar, y con un calendario preciso para avanzar en la relación bi-regional", sostuvo Ghymers, "y hay que tomarle la palabra a la UE. Si por ejemplo dicen que se abrirán a discusiones si América Latina también lo hace", postuló.

El "consenso de Viena" remite, según la propuesta, a un diálogo comercial para que América Latina y el Caribe "se comprometan a una apertura gradual de sus cuatro mercados subregionales, incluyendo servicios y bienes industriales, condicionado al acceso al mercado de la UE, incluido el sector agrícola".

El segundo soporte del propuesto consenso sería un diálogo bi-regional sobre cohesión social e intercambio de buenas prácticas de lucha contra la exclusión y la pobreza, incluida la creación de un fondo común para compensar los costos de las aperturas comerciales, por ejemplo con programas de recapacitación laboral.

Y el tercero sería un diálogo bi-regional que posibilite la mirada crítica entre socios, para monitorear las políticas macroeconómicas en uno y otro lado del Atlántico, y el cual requiere la consolidación y acuerdos de apertura entre las cuatro subregiones latinoamericanas: el Mercosur, los andinos, América Central y el Caribe.

Europa "aunque sea muy diversa es una región integrada en temas fundamentales y con instituciones comunes, lo que no es el caso de América Latina, que es una región histórica y culturalmente hablando, pero sumamente desintegrada en lo económico, en lo institucional y en sus proyectos", comentó a IPS Joaquín Roy, director del Centro Unión Europea en la estadounidense Universidad de Miami.

En América Latina y el Caribe "no sólo tenemos varios grupos, sino que no tenemos órganos supranacionales independientes, como la Comisión o el Parlamento Europeo, y además no sostenemos suficientemente nuestros programas en el tiempo", advirtió a IPS el secretario permanente del SELA, Roberto Guarnieri.

Al Mercosur (Mercado Común del Sur) pertenecen Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, y Venezuela tramita su adhesión como miembro pleno. Esta última junto con Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú conforman la Comunidad Andina de Naciones.

La Comunidad del Caribe está integrada por Antigua y Barbuda, Bahamas, Barbados, Belice, Dominica, Granada, Guyana, Haití, Jamaica, Montserrat, San Cristóbal-Nevis, Santa Lucía, San Vicente y las Granadinas, Surinam y Trinidad y Tobago.

Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua y Panamá conforman el Sistema de la Integración Centroamericana.

"Si los europeos no ven progresos importantes en integración y gobernanza —transparencia, credibilidad, predictibilidad— buscarán cada vez más fortalecer otras regiones. Nos estamos quedando atrás de Asia, por ejemplo", deploró Guarnieri.

Ghymers destacó una paradoja: "Por un lado, no hay otras regiones del mundo que compartan tantas raíces históricas, culturales, religiosas y de valores que América Latina y el Caribe y la Unión Europea. Pero, por otro, los hechos y datos económicos muestran relaciones bilaterales decepcionantes".

América Latina y el Caribe comerciaron con la UE en 2004 por unos 110.000 millones de dólares (tanto importaciones como exportaciones), un tercio más que una década atrás, pero representando cinco por ciento del comercio europeo, frente a seis por ciento en 1995, según cifras de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, Cepal. . Wolf Grabendorff, de la fundación alemana Friedrich Ebert, coincidió en que América Latina "es vista como una región cultural, no política ni económica, no hay una voz única y los europeos no tienen una contrapartida".

La visión europea segmentada es lo que explica, dijo Grabendorff a IPS, que se lograsen acuerdos "con países individuales cohesionados, como México y Chile (que han firmado tratados comerciales con la UE). En esa óptica, América Latina y el Caribe, con 33 países tan diversos, es algo demasiado grande y quizá en el futuro los acuerdos puedan progresar más con América del Sur".

Roy coincide en esa línea "pues por razones geográficas, históricas, económicas y políticas, México, América Central y el Caribe están más en la esfera estadounidense. En ese sentido, el acuerdo con México puede verse como cabeza de playa de la UE en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte", que incluye también a Canadá y Estados Unidos.

Sin embargo, el Mercosur lleva una década negociando sin éxito un tratado de libre comercio con la UE, trabado en gran medida por las protecciones agrícolas europeas frente a un bloque eminentemente agropecuario.

Todos los expertos coinciden en el riesgo de credibilidad del sistema de las cumbres bi-regionales, si la vistosa cita de 58 gobernantes cada dos años no logra traducirse en acuerdos a los que se haga seguimiento.

"Esas frustraciones no significan que las cumbres bi-regionales sean inútiles o estén en vías de obsolescencia, sino que indican la insuficiencia de los resultados de negociaciones tradicionales y una demanda, aún mal definida, para utilizar el nivel regional", indicó Carlos Quenan, del Instituto de Altos Estudios de América Latina en la parisina Universidad de La Sorbona y co-redactor del informe con Ghymers.

Se enfrenta el celo de poderes e instituciones existentes, tanto nacionales como regionales. Ejemplos son la Comisión Europea, que teme perder competencias en materia comercial, pero también "la dificultad de traspasar en América Latina el tema de la soberanía, que en definitiva es el de los poderes de cada presidente", según Roy.

Para Quenan y Ghymers, las cumbres bi-regionales "permiten crear un espacio de encuentro entre dos procesos de integración regional en curso y pueden tener un efecto catalizador sobre las otras negociaciones y sobre actores nacionales dominantes".

Aquí suma sus esperanzas Allan Wagner, secretario general de la Comunidad Andina de Naciones, para quien un acuerdo CAN-UE "mejorará la inserción internacional de los países andinos y acercará a la región el modelo de desarrollo europeo, más incluyente y enfocado en la cohesión social".

La reunión en el SELA acogió la idea de impulsar un "consenso de Viena" con cinco acciones concretas, la primera de las cuales es fomentar el acercamiento ciudadano. Ghymers y Quenan propusieron aprovechar el ciclo bicentenario de las independencias latinoamericanas para desarrollar actividades culturales de alta visibilidad.

En particular destacaron la figura del venezolano Francisco de Miranda (1750-1816), quien participó en la independencia de Estados Unidos, la sudamericana y en la Revolución Francesa y concibió un proyecto integrador continental. Hace exactamente 200 años, en 1806, intentó un desembarco liberador en las costas de Venezuela.

También se propone impulsar diálogo entre las regiones sobre macroeconomía, en políticas sociales y de infraestructura, dialogar sobre universidades, migraciones y remesas, e identificar los llamados bienes públicos regionales.

Estos, según el Banco Interamericano de Desarrollo, son aquellas políticas y medidas que hacen abiertas, eficientes y modernas las economías, promueven la innovación tecnológica y actúan como un muro de contención a crisis o políticas perniciosas en la región o en los vecinos.

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