El comerciante palestino Abed Zatari aún lucía en la frente el moretón que le dejó una piedra arrojada por niños judíos 10 días atrás, en un tipo de incidente que se ha vuelto frecuente en la meridional ciudad cisjordana de Hebrón.
Zatari circulaba por la calle de los Mártires rumbo a su casa cuando 10 o 15 niños residentes de asentamientos judíos comenzaron a tirarle piedras. Mientras, soldados israelíes observaban el episodio.
"Hay cientos de incidentes individuales cada día", dijo a IPS Zatari, que soportó una decena de esos ataques sólo en el último año. "Nadie nos escucha ni nos ayuda. Solo toman fotos y hacen informes."
Desde el inicio de la segunda intifada (levantamiento palestino), en septiembre de 2000, colonos judíos mataron a 24 palestinos en los territorios ocupados, dijo a IPS Bassem Eid, director general del Grupo de Monitoreo de los Derechos Humanos Palestinos en Jerusalén.
"Ningún colono fue arrestado, acusado o enviado a juicio", aseguró Eid. Aunque su organización sigue cada caso, a veces los esfuerzos son en vano por el rechazo a la autopsia, pues que el Islam estipula que los muertos deben ser enterrados de inmediato.
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Como sucesivos gobiernos israelíes promovieron desde los años 70 los asentamientos judíos en Cisjordania, se afianzaron las medidas de seguridad para impedir ataques palestinos, mientras los colonos "sienten que tienen cierta impunidad", opinó Eid.
Pero Israel llevó a algunos colonos ante la justicia. Pero los activistas de derechos humanos palestinos afirman que el castigo, a menudo, no guarda proporción con el delito. En ese sentido, recordaron la sentencia a seis meses de prisión dictada a un colono en 1997 por matar a un niño de 12 años que le tiraba piedras.
Eid dijo que un palestino que comete ese mismo delito puede estar seguro de que será encarcelado de por vida y que su casa será demolida.
La violencia por parte de los colonos, que según Eid comenzó en 1988, durante la primera intifada que había comenzado el año anterior, se caracterizaba por tiroteos o agresiones con piedras contra automóviles y hogares palestinos.
También tiraban botellas, basura y a veces bloques de concreto desde edificios contra mercados árabes, lo que alejó a los clientes y dejó fuera del negocio a muchos comerciantes, afirmó.
Nina Atallah, investigadora de la organización de derechos humanos Al-Haq, con sede en Ramalá, dijo a IPS haber recibido informes sobre cócteles molotov contra casas palestinas, niños árabes golpeados, olivos talados o arrancados de raíz y envenenamiento del sistema de distribución de agua.
Los residentes de la dividida ciudad de Hebrón se quejan de que el ejército israelí impide a los adolescentes palestinos ingresar al souk (mercado de alimentos), que a menudo es el epicentro de los problemas entre judíos y musulmanes. A veces, los detiene durante horas.
La violencia de judíos contra palestinos, buena parte de la cual es ejercida por jóvenes, responde principalmente a una intención de venganza frente a decisiones del gobierno israelí que perjudican a los colonos religiosos, dijo Eid.
La Suprema Corte israelí ordenó el mes pasado evacuar a colonos de un mercado de Hebrón, lo que motivó a otros colonos a atacar a palestinos.
Un informe presentado este mes por funcionarios internacionales ante la Comisión de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) sobre el estado de las relaciones palestino-israelíes concluye que la violencia ejercida por colonos sigue siendo seria, en especial en el centro de Hebrón, donde, indica el estudio, aterrorizan a la población árabe.
Hebrón, una tranquila ciudad que otrora fue parte del corazón industrial de Cisjordania, alberga a más de 100.000 palestinos, así como a unos 700 colonos judíos que "han hecho de su vida un infierno", como sintetizó un activista de asistencia humanitaria.
En esa misma ciudad, pero en febrero de 1994, el médico judío Baruch Goldstein mató a tiros a 29 árabes que se encontraban en la mezquita lindera a la Tumba de los Patriarcas.
Hebrón es un laberinto de puestos de control que separan los mundos de judíos y musulmanes.
En la vía pública hay más soldados que colonos reales, que tienden a esconderse en vehículos militares blindados, que los transportan de un lugar a otro. Ciertas calles linderas con viviendas judías son de acceso prohibido para los automóviles palestinos, aunque los hogares árabes están ubicados en la misma vecindad.
Lo que enciende la violencia es la circunstancia de que ambas comunidades viven más cerca una de otra en Hebrón que en el resto de las ciudades cisjordanas. Otra fuente de fricciones es que muchos colonos no nacieron en Israel, sino en Francia, Estados Unidos, Rusia, España y Australia, entre otros países.
El principal asentamiento judío en el distrito correspondiente a Hebrón es Kiryat Arba. Eid espera que los colonos radicados dentro de la ciudad sean enviados allí luego del cierre de las colonias israelíes.
Al comerciante Zatari no le importa si los colonos se quedan o se van. Desde su comercio, ubicado a pocos metros de un puesto de control militar, dice no temer a los ataques judíos, a los que cree pergeñados para expulsar a los árabes huyan de su ciudad.
"Yo no me iré. Soy un ciudadano aquí. Nosotros somos dueños de esta tierra", afirmó.