Sobre la porción venezolana de la cordillera de los Andes ya no vuelan los cóndores, las mayores aves voladoras del planeta, pues migraron a Colombia o perecieron los pocos ejemplares que hace algunos años fueron parte de un programa de repoblamiento.
Venezuela tiene registro arqueológico y testimonial como hábitat del cóndor (Vultur griphus) hasta muy entrado el siglo XX, lo que animó a la Fundación Bioandina en Mérida, suroeste venezolano, a pactar la reinserción de adultos y jóvenes traídos desde el zoológico de Cleveland, Estados Unidos.
La Fundación heredó el proyecto que encabezó un banco regional que fue a la quiebra, pero no pudo impedir que de la media docena de cóndores liberados varios muriesen baleados por cazadores inescrupulosos.
"En al menos uno de los casos se supo quién había disparado, pero no se condenó al individuo", dijo María Rosa Cuesta, de la Fundación Bioandina.
Con base en algunos ejemplares protegidos en zoológicos "la Fundación decidió entonces enfocar su trabajo a informar para cambiar la actitud de la gente hacia esta especie", señaló Cuesta a Tierramérica.
La información disponible "hace pensar que la población venezolana de cóndores ha sido siempre un apéndice de la colombiana de su cordillera oriental, con individuos que permanecían ciertos períodos en nuestros Andes", indicó.
Uno de esos raros ejemplares fue observado por Luis Quintero, agricultor de Mérida. "Fue como un pequeño avión, negro con los bordes blancos, lo más bonito que he visto volando desde el páramo de Mifafí, aprovechando la corriente del viento hacia el sur, hacia Colombia", narró Quintero.
Al volar, el cóndor despliega sus alas de más de tres metros de majestuosa envergadura. Los adultos llegan a 1,3 metros de altura y pesan hasta 14 kilogramos. No es un ave rapaz, sino carroñera: se alimenta de animales muertos.
Pero si los cóndores prácticamente han desaparecido en Venezuela, en Colombia su población crece poco a poco: hay alrededor de 100 ejemplares y se aspira tener en algunos años hasta 160, según la ministra colombiana de Ambiente, Sandra Suárez.
Hacia los años 80 del siglo pasado muy pocos cóndores sobrevivían en Colombia, pero un plan de acción concertado con apoyo de zoológicos estadounidenses "permitió establecer ya seis grupos de repoblamiento en los tres ramales de la cordillera andina colombiana", indicó Miguel Barrera, del grupo ambientalista Corpoboyacá.
En el norte de Ecuador, se calcula que existen unos 75 ejemplares, y hace dos décadas expertos del zoológico de la ciudad estadounidense de Los Ángeles estimaron en 120 los cóndores que cruzarían el norte y centro de Perú.
Sin embargo es en Argentina y en Chile donde más abunda la especie. La Fundación Bioandina argentina y la Unión de Ornitólogos de Chile han desarrollado programas de protección y reintroducción del cóndor en la cordillera que comparten esos países, donde se calcula que pueden vivir hasta cinco mil ejemplares.
El cóndor ha vivido desde la Tierra del Fuego, en el sur de Argentina y Chile, hasta la Sierra Nevada de Santa Marta, en el norte de Colombia. "Es un eslabón simbólico del pasado cultural sudamericano", observó Luis Jácome, de Bioandina argentina.
Figura en el escudo nacional de cuatro países: Bolivia, Chile, Colombia y Ecuador. La pieza "El cóndor pasa", registrada en 1933 por Daniel Alomía Robles, es como un segundo himno para Perú. Los conquistadores castellanizaron como "cóndor" la voz quechua "kuntur".
El cóndor ha habitado zoológicos desde mediados del siglo XIX, y el primero en cautiverio nació en Londres en 1846. En San Diego, Estados Unidos, nació uno en 1924, y Berlín consiguió otro en 1925. A fines del siglo XX comenzaron programas para repoblar las cumbres sudamericanas con ejemplares obtenidos en cautiverio.
Bolivia es uno de los últimos países en apostar a estos programas. Apenas "ahora iniciamos un estudio de observación, cuantificación y hábitos, con miras a un posible proyecto de reinserción", dijo a Tierramérica el ecologista Boris Ríos, de la Sociedad de Conservación de la Vida Salvaje (WCS, por sus siglas en inglés).
Al contrario de lo que difunden algunas leyendas, el cóndor carece de garras y no ataca a ser vivo alguno, porque se alimenta de carroña, sobrevolando a veces hasta dos días el cuerpo de algún animal fallecido antes de descender para comerlo. Su familia es la Cathartidae, que deriva del griego "kathartes", el que limpia.
Los escolares se conmueven con el relato de los cóndores monógamos, que permanecen de por vida con la pareja escogida. Son sexualmente maduros a los ocho años y ponen sólo un huevo cada dos, que incuban alternadamente el macho y la hembra, aunque en compensación son longevos y pueden vivir hasta 75 años.
En Argentina, Bolivia y Chile se han beneficiado de la dureza del clima, con vastos territorios de altas montañas prácticamente despoblados, pero han debido retroceder en otras zonas donde se expandió la frontera agrícola.
Ríos, de WCS, anotó sin embargo que "en ocasiones la desaparición de la fauna cuyos cadáveres les servían de alimento se ve compensada con alguna res que muere al caer por algún risco o falda de montaña, sobre todo en los meses de sequía en Bolivia, de mayo a septiembre".
Pero trampas y disparos de cazadores, el envenenamiento de animales que les sirven de alimento, el choque con tendidos eléctricos y la negligencia institucional se mantienen como amenazas humanas sobre la mayor de las aves voladoras.
* El autor es corresponsal de IPS. Este artículo fue publicado originalmente el 17 de diciembre por la red latinoamericana de Tierramérica.
(