EEUU-IRÁN: La hora del realismo

El anuncio del influyente embajador de Estados Unidos en Iraq, Zalmay Khalilzad, de que iniciaría negociaciones directas con Irán constituye una nueva y clara señal de que el equilibrio de poderes dentro el gobierno de George W. Bush se vuelca a favor de los llamados «realistas».

El anuncio, hecho en una entrevista publicada el domingo por la revista estadounidense Newsweek, marca un importante cambio en la política exterior de la administración Bush, que ahora se ve obligada a buscar la colaboración iraní para estabilizar Iraq.

Washington y Teherán no han mantenido conversaciones directas desde mayo de 2003, poco después de que la coalición británico-estadounidense derrocó al presidente iraquí Saddam Hussein y cuando la influencia de los neoconservadores estaba en su cenit.

Por entonces, la administración de Bush afirmaba que atentados atribuidos a la red terrorista internacional Al Qaeda en Araba Saudita habían sido preparados en territorio iraní. Esta acusación interrumpió de inmediato el diálogo diplomático bilateral que se desarrollaba en Ginebra, dirigido por el propio Khalilzad y que tenía como asuntos centrales Afganistán e Iraq.

"He sido autorizado por el presidente (Bush) para entablar un diálogo con los iraníes como lo hice en Afganistán directamente. Habrá reuniones, y eso es también una novedad y un ajuste" en la política exterior, dijo el diplomático a Newsweek.
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La decisión de reiniciar conversaciones directas con Teherán, que aún no ha reaccionado al anuncio de Khalilzad, desencadenó un acalorado debate dentro de la administración Bush, abonado por los temores al programa de desarrollo nuclear iraní.

Algunos políticos de línea dura, incluyendo a los neoconservadores vinculados al independiente Comité sobre el Peligro Presente, creado para combatir el terrorismo islámico, quieren que la administración se acerque a Teherán para así ganar un mayor acceso a los grupos opositores iraníes.

Los neoconservadores sostienen que, con suficiente apoyo de Estados Unidos, esos grupos podrían subvertir el régimen teocrático iraní, así como el respaldo al sindicato polaco Solidaridad contribuyó a crear las condiciones para poner fin al sistema comunista en ese país europeo en 1990.

Pero otros creen que sería un error dar cualquier paso que le otorgue legitimidad internacional al gobierno iraní, sobre ante la desafiante postura del nuevo presidente, Mahmoud Ahmadinejad.

"Por un lado, creo que es una buena idea mantener contactos con adversarios", dijo Raymond Tanter, ex integrante del Consejo de Seguridad Nacional, quien llegó a proponer a Washington que utilizara contra Teherán al grupo iraquí Mujahadin-e Khalq, incluido en la lista de organizaciones terroristas elaborada por el Departamento de Defensa (cancillería).

"Por otro lado, cuando oigo que Ahmadinejad propone borrar a Israel del mapa, me parece que establecer contactos sería premiar la beligerancia iraní. No sé por qué lo hacen", añadió.

Los realistas, bando que dominó en el último medio siglo la política exterior de Estados Unidos pero fue relegado por los neoconservadores en el primer periodo de Bush, prefieren la acción multilateral y priorizan el fortalecimiento de las alianzas tradicionales de Washington, en especial la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).

En cambio, los neoconservadores son hostiles a los procesos multilaterales en general y a la Organización de las Naciones Unidas en particular. Sus postulados sobre política exterior rechazan el pragmatismo y formulan los conflictos en términos morales.

Para el historiador Juan Cole, experto en Medio Oriente de la Universidad de Michigan (noreste), el anuncio de Khalilzad tiene un mensaje claro.

"Es una señal de desesperación y un reconocimiento de que (el gobierno de Bush) necesita la buena voluntad de Irán para salir de Iraq", dijo a IPS.

De hecho, Khalilzad explicó que la decisión es parte de una estrategia general desde hace tiempo requerida por realistas como el ex consejero de Seguridad Nacional Brent Scowcroft y algunos miembros del opositor Partido Demócrata, incluyendo a su principal portavoz en asuntos de política exterior, Joseph Biden, quienes subrayan la necesidad de buscar la cooperación de los países vecinos a Iraq para un eventual repliegue estadounidense.

Ese objetivo se volvió más urgente el mes pasado, cuando el respaldo de la población estadounidense a la ocupación cayó drásticamente, así como la confianza en la "guerra mundial contra el terrorismo" liderada por Bush.

Mientras el apoyo popular al presidente cae a niveles no vistos desde la administración de Richard Nixon (1969-1974), los demócratas intensifican sus demandas de un viraje hacia el realismo en la política exterior, y los integrantes del gobernante Partido Republicano se impacientan.

La Casa Blanca fue sacudida a inicios de este mes cuando una mayoría de senadores republicanos votó junto a los demócratas un pedido al gobierno para que presente informes periódicos sobre las perspectivas de replegar un número sustancial de soldados de Iraq en 2006 y entrenar a efectivos locales para reemplazarlos.

El Departamento de Defensa tiene planes para retirar gran parte de los casi 160.000 soldados en Iraq. La idea sería reducir ese número a 140.000 después de las elecciones parlamentarias iraquíes previstas para el mes próximo, a 115.000 para julio de 2006 y a unos 100.000 o menos para noviembre de ese año.

Pero estos proyectos están condicionados no sólo a la capacidad del ejército para entrenar y equipar a decenas de miles de integrantes de las fuerzas de seguridad iraquíes, sino también a una estrategia política efectiva para reducir la violencia de la insurgencia sunita.

Al mismo tiempo, es clave asegurar que los grupos chiitas, en especial el Consejo Supremo para la Revolución Islámica en Iraq, el más vinculado a Teherán, estén dispuestos a aceptar cualquier medida destinada a pacificar el país.

Es a la luz de todo esto que se deben analizar los intensos contactos diplomáticos de las últimas semanas en Medio Oriente, sobre todo la cumbre de la Liga Árabe en El Cairo, donde chiitas y sunitas iraquíes se reunieron para hacer un llamado por la reconciliación del país y exigir el repliegue de todas las tropas extranjeras.

El presidente iraquí Jalal Talabani también dio una señal clara al realizar una visita a Teherán inmediatamente después de la cumbre árabe.

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