La expansión agrícola a expensas del bosque nativo causa un grave desequilibrio ambiental en la nororiental provincia argentina de Chaco, cuyos habitantes, entre los más pobres del país, sobreviven entre intensas inundaciones y prolongadas sequías.
Desde hace seis meses no llueve en Castelli, una localidad de 36.000 habitantes en el centro de Chaco. La sequía no sólo afecta los cultivos y el ganado. El agua que reparte a diario la cooperativa local para consumo se redujo a un tercio de lo habitual y sólo se obtiene de madrugada.
Chaco es una de las provincias más pobres de Argentina. Treinta y ocho por ciento de los habitantes del país viven en la pobreza, pero en esta provincia esa proporción se eleva a 60, y 27 por ciento de los cuales sufren la indigencia, según estadísticas oficiales.
La falta de agua obliga a los habitantes más pobres a abastecerse en pozos inseguros. A comienzos de este mes, una persona fue internada con diagnóstico de cólera.
A comienzos del siglo XX, la provincia concentró una activa explotación de árboles de quebracho para extraer tanino, una sustancia que se utilizaba en la industria del cuero.
Luego, la fiebre del algodón avanzó sobre los bosques. Hoy, el furor de los grandes hacendados es la producción y exportación de soja y girasol.
La contracara de esa agricultura intensiva y de monocultivo es la deforestación, que deja expuesto el suelo a los rigores del clima. Hace unos 70 años, 70 por ciento de la superficie chaqueña estaba ocupado por monte. Ahora se calcula que apenas 45 por ciento del suelo mantiene esa cubierta.
Desde 1996 a 2003, el área sembrada con algodón en la provincia cayó de 612.000 a 85.000 hectáreas, según el Ministerio de la Producción de Chaco. En ese mismo periodo, la soja pasó de 76.000 a 768.000 hectáreas y el girasol de 56.000 a 300.000.
La explotación agrícola en detrimento del bosque agrava la vulnerabilidad en que vive la población, sobre todo en el centro del país, la zona lindante con la selva conocida como "El Impenetrable", la segunda de América del Sur por su extensión después de la Amazonia.
Vicente Barros, doctor en Ciencias Meteorológicas, explicó a IPS que en los últimos dos decenos Chaco ha presentado una "alta variabilidad" en el clima.
"Durante largos meses, en invierno, se mantiene muy seco y para fin de año caen precipitaciones tan intensas que las mismas zonas secas se inundan", describió Barros.
El experto, autor del libro "El cambio climático global", admitió que las causas de esta variabilidad no están claras para los científicos.
Sin embargo, consideró que frente a un fenómeno climático que genera gran vulnerabilidad, el manejo del suelo por parte de los agricultores y el estado provincial resulta "desastroso".
Después de las fuertes lluvias, los productores con amparo oficial avanzan sobre el monte, deforestan y siembran. Cuando llega la sequía se van, y dejan el frágil suelo de la región expuesto a la erosión, explicó.
Rolando Nuñez es presidente del Centro de Estudios e Investigación Nelson Mandela, que trabaja en temas de derechos humanos en Chaco. En diálogo con IPS, coincidió con el diagnóstico de Barros, pero hizo hincapié en la ausencia del Estado, tanto para regular el uso de la tierra como para afrontar con obras el déficit natural.
A pesar de tener dos ríos caudalosos que bañan su frontera septentrional y oriental —el Bermejo y el Paraná—, Chaco carece de red de agua potable. Existe un solo acueducto que provee a la capital provincial y a tres ciudades cercanas.
Pero el resto del distrito carece de la infraestructura para obtener agua de los ríos.
Nuñez explicó que de las 10 millones de hectáreas de la provincia, 70 por ciento padece actualmente la sequía en mayor o menor medida. Sin embargo, el fenómeno "es extraordinariamente grave" en la zona norte, dijo, porque afecta a la población más pobre y sin servicio de agua potable.
La Fundación para la Defensa del Ambiente lo había advertido a comienzos de 2004. "El bosque es irremplazable en los procesos de generación de suelos", explicó entonces el director de la organización, Raúl Montenegro, en una carta a las autoridades de Chaco.
"El mejor seguro de vida para los ambientes chaqueños es la persistencia de bosques. Si se opta por transformar la mayor parte de la provincia en zona de cultivos, el país perderá uno de los sistemas boscosos mejor adaptados al calor, la sequía, la generación de suelo y la conservación del agua", remarcaba Montenegro.
La advertencia había surgido como consecuencia de la decisión oficial de ceder tierras fiscales de bosques para expandir el cultivo de soja en el monte. Pero, como suele ocurrir, los clamores fueron ignorados y el problema sobrevino este año con toda crudeza. El gobierno de Chaco asegura ahora que construirá un acueducto para llevar agua a Castelli desde un riacho cercano, y que emprenderá, al fin, obras de mayor envergadura para prepararse mejor frente a las futuras inclemencias del clima.
Sin embargo, para una política de ordenamiento territorial como la que reclaman los ambientalistas, que fije prioridades acerca de las zonas de cultivos y las áreas protegidas, habrá que seguir esperando una definición. (