El sismo que hace 20 años mató a 10.000 personas en la capital mexicana, además de cambiar su perfil, desnudar la corrupción y prender la mecha de los movimientos sociales, dejó lecciones e impulsó cambios. Empero, pocos creen que la ciudad esté lista para otra experiencia igual e inevitable.
"Estamos igual o peor que antes", dijo a IPS Mauro Samorategui, quien en 1985 era un funcionario de la Presidencia de México en el área de comunicación social. "Yo creo que con un terremoto como ese, el gobierno se quedaría paralizado, tal como sucedió en aquella ocasión", sostuvo.
En la ciudad de México, con alrededor de nueve millones de habitantes, 358.000 familias viven hacinadas en vecindades, edificios en mal estado y en zonas de barrancas, donde no hay servicios y el suelo es inestable. Esas personas, que también son las más pobres y las menos educadas, son las más vulnerables a las tragedias naturales.
Además, parte de la capital, especialmente el centro histórico, está construida sobre los que fueron lagos y hoy son lechos arcillosos altamente vulnerable a los movimientos sísmicos.
Para Benicia Anaya, quien tenía ocho años cuando sucedió el terremoto y luego como estudiante debió participar en varios simulacros, "la preparación de la que se habla simplemente no existe".
Opinión similar expresó Guillermina Trinidad, una trabajadora de limpieza que dice tener frescas las imágenes "de los muchos muertos que se veían tirados en las calles" aquel 19 de septiembre de 1985.
Una encuesta realizada a comienzos de mes a más de 600 residentes de la capital por el diario Reforma dio como resultado que 62 por ciento de ellos no se sienten listos para enfrentar un terremoto similar al de hace 20 años, cuando la ciudad se estremeció con movimientos de más de ocho grados en la escala de Richter, destruyendo cientos de edificaciones.
Por estar situada en una zona de alta sismicidad, la ciudad de México sufrirá otra tragedia similar en el futuro, pero no se puede predecir la fecha exacta, advierten científicos. Lo único que queda, entonces, es mejorar los sistemas de prevención y ser más estrictos en materia de normas de construcción y de asentamientos urbanos, agregan.
La nación de México está ubicada en una región donde interactúan cinco placas tectónicas y varias fallas continentales. Su capital está, además, sobre algunas de esas, y su suelo en varias zonas es susceptible de desplazamientos.
En este país se registran unos 20.000 movimientos de tierras por año, la mayoría imperceptibles para la población.
Pero los cerca de 400 sismos de magnitud de cinco grados en la escala de Richter o superiores registrados en los últimos 20 años y sentidos por la población equivalen a la energía liberada por la explosión de unas 234.000 bombas atómicas, calcula el estatal Servicio Sismológico. Las costas mexicanas del océano Pacífico están atravesadas por placas subterráneas en movimiento continuo.
El desplazamiento natural de esas y otras placas separará en un futuro indeterminado a América Central del resto del continente, afirman también los científicos.
"Hay que prepararse para lo peor, pero aún falta mucho por hacer, hay que reconocerlo", dijo a IPS Santiago Darwin, un geólogo experto en terremotos.
Una alarma sísmica, que capta en la capital ondas telúricas que se generan en las costas del Pacífico, sonó este lunes a las 12, hora local, en punto y alrededor de millones de personas, la mayoría estudiantes y empleados de oficinas públicas, salieron a las calles de forma ordenada.
Fue un simulacro preparado por autoridades con al menos dos meses de antelación para conmemorar los 20 años del trágico terremoto. Pero sólo fue eso, "un teatro que no te prepara para lo real", consideró Samorategui.
Aunque más de la mitad de quienes estudian o tienen empleos formales en la capital reportan haber participado en simulacros y recibido charlas sobre cómo actuar ante posibles sismos, la mayoría se siente incapaz de enfrentar una desastre de gran magnitud, indica la encuesta del diario Reforma.
Sin embargo, el gobierno afirma que todo es diferente ahora al compararlo con 1985.
Existe mayor cultura de prevención, las nuevas construcciones se realizan bajo normas estrictas en cuanto a resistencia sísmica y las personas conocen ahora mucho más de su poder de movilización y acción ante los desastres, declaró Alejandro Encinas, el alcalde de la ciudad del izquierdista Partido de la Revolución Democrática.
En uno de los varios actos conmemorativos de la fecha, el presidente de México, Vicente Fox, sostuvo que en septiembre de 1985 nació en este país una nueva sociedad, que a su entender es la que da sustento a la democracia.
Fox aludió así a la forma espontánea y solidaria en las que se organizaron los habitantes de la capital para enfrentar las consecuencias del terremoto, mientras el gobierno de entonces del Partido Revolucionario Institucional (PRI), encabezados por Miguel de la Madrid (1982-1988), se mostraba paralizado.
En aquella experiencia colectiva, en la que la mayoría de los rescates de personas y la remoción de escombros no la realizaron policías, soldados u otros empleados de gobierno sino ciudadanos anónimos, nacieron muchas organizaciones civiles que promueven la democracia, la construcción de vivienda y la apertura partidaria.
Fueron algunas de esas organizaciones las que investigaron y posteriormente comprobaron que muchas de las edificaciones de la ciudad, construidas antes de 1985, se habían levantado sin cumplir normas de seguridad, lo que sabían y toleraban las autoridades locales, que pertenecían al PRI.
Para algunos observadores, con el terremoto de 1985 se resquebrajó gran parte del poder del PRI, que gobernó México de 1929 a 2000.
Mientras, en materia urbana, se generó un fenómeno de expulsión de los habitantes de la capital del centro hacia las periferias.
Estudios del estatal Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática indican que el temblor del 19 de septiembre expulsó a más de 700.000 habitantes de la capital hacia los municipios del conurbano, donde ocuparon nuevas viviendas o terrenos, pero en condiciones precarias.
De 1960 a 1998, la población del centro de ciudad de México se duplicó, pero en la periferia creció más de 11 veces, señalan estudios de la Universidad Autónoma Metropolitana.
Las periferias crecen debido a las ocupaciones de terrenos por parte de familias pobres, aunque también por la creación de lujosos suburbios para grupos de altos ingresos.
En 2000, la zona metropolitana de Ciudad de México abarcaba 156.188 hectáreas y tenía 17,3 millones de habitantes. Los expertos prevén que en 2010 su área urbanizada habrá aumentado a 200.888 hectáreas y su población a 20,4 millones, o sea que la densidad poblacional bajará de 111 a 102 habitantes por hectárea, señalan.