AMBIENTE: La paranoia amazónica

Nueve de cada 10 brasileños creen que está en marcha una conspiración para desnacionalizar la Amazonia mediante la ocupación extranjera o algún tipo de control internacional, afirma el senador Jefferson Peres.

Esa convicción es tan fuerte como inverosímil para Peres, legislador del noroccidental estado de Amazonas y del nacionalista Partido Democrático Laborista, quien admite perder votantes por disentir públicamente con ella.

Uno de los combustibles de la teoría conspirativa fue un mensaje diseminado por Internet a partir de 2000, denunciando que libros escolares en Estados Unidos reproducían mapas de Brasil privado de su Amazonia, convertida en una reserva forestal internacional.

Más tarde apareció como "prueba" la supuesta página del manual escolar con un mapa de América del Sur y un texto que calificaba a los países amazónicos de "irresponsables, crueles y autoritarios", y de ser "pueblos sin inteligencia y primitivos".

Pero errores groseros en el texto inglés y en las cifras desnudaron la falsificación. El diplomático Paulo Roberto de Almeida, entonces destacado en la embajada brasileña en Washington, elaboró un informe sobre el fraude que puede leerse en este link de Internet: http://www.pralmeida.org.

Allí se identifica el sitio http://www.brasil.iwarp.com como origen de los rumores. La consigna del sitio,"Brasil, ámalo o déjalo", empleada por la dictadura militar (1964-1985) en su período más brutal de los años 70, indica su pertenencia a un grupo ultraderechista.

Irónicamente, muchos izquierdistas contribuyeron a la difusión de la alarma "antiimperialista", observó De Almeida.

Los desmentidos y la evidencia de la falsificación no interrumpieron los efectos del rumor. En junio, el Concejo de Valinhos, distante 88 kilómetros de la meridional ciudad de Sao Paulo, aprobó una moción de protesta contra el supuesto libro de geografía.

Desarmar la intriga cuesta un trabajo adicional al encargado de prensa de la embajada estadounidense en Brasilia, Wesley Carrington, quien envió a Valinhos los documentos que comprueban el fraude.

Carrington dijo comprender esas reacciones, porque hay algunas similares en su país. El reconocimiento de un sitio o monumento como patrimonio cultural de la humanidad es motivo de orgullo en cualquier país, pero en Estados Unidos muchos lo sienten como "el primer paso para la desnacionalización", dijo el diplomático a Tierramérica.

Una ola de rumores más recientes, difundidos por Internet y por la prensa, apuntan a territorios indígenas como verdaderos enclaves extranjeros, vedados a brasileños y abiertos a estadounidenses, europeos y japoneses.

Los indígenas no se consideran brasileños e impiden que aviones pasen por su espacio aéreo, sostuvo un reportaje de la revista "Isto É Dinero", del 11 de junio de 2004. Cuesta creer que los indígenas tengan recursos para controlar el espacio aéreo.

Organizaciones no gubernamentales indigenistas y ambientalistas despiertan en algunos militares y ultranacionalistas la sospecha de que sirven a potencias extranjeras, incluso porque en muchos casos son financiadas por fondos procedentes del exterior.

Por último, un año atrás surgieron denuncias de que navíos extranjeros robaban agua de la desembocadura del río Amazonas. Eran buques petroleros que, al regresar con sus tanques vacíos a Medio Oriente, pueden cargar hasta 250 millones de litros de agua de lastre para equilibrar la navegación.

Los temores se intensifican con comentarios como los del francés Pascal Lamy, nuevo director general de la Organización Mundial del Comercio, quien declaró en febrero que podría aplicarse una "gestión colectiva internacional" a la Amazonia y a otros bosques tropicales, si fueran declarados "bienes públicos mundiales", aunque manteniendo la propiedad nacional.

No hay razón para temer esa posibilidad ni una ocupación extranjera de la Amazonia, según Guarino Monteiro, coronel reformado del ejército brasileño y profesor de la Escuela Superior de Guerra, un centro del pensamiento militar.

Además de la capacidad de las Fuerzas Armadas brasileñas, los militares del primer mundo "no saben actuar en ambiente hostil", como se vio en las invasiones estadounidenses a Vietnam e Iraq, dijo Monteiro a Tierramérica.

En cambio, preocupa la ocupación económica, que transfiere al exterior decisiones que afectan a la región. "Los recursos naturales del mundo son finitos, y la Amazonia es rica en minerales como niobio y estaño", muy importantes para nuevas tecnologías como la aeroespacial, señaló.

Eso despierta la codicia que está detrás de las presiones internacionales para demarcar territorios indígenas donde hay yacimientos importantes, sospecha el coronel. "El primer mundo conoce toda la riqueza amazónica a través de los satélites", sostuvo.

Para Aluízio Leal, profesor de economía política en la Universidad Federal de Pará, la Amazonia ya está internacionalizada por un control económico que hoy interesa más que el político.

La economía local está "vinculada de forma umbilical y sometida al mercado internacional". Gran parte de su producción es exportada y controlada por empresas transnacionales, como el mineral de hierro de Carajás, un gigantesco yacimiento, y el aluminio que consume mucha energía de las centrales hidroeléctricas amazónicas, ejemplificó.

Una acción militar en la Amazonia por parte de Estados Unidos podría materializarse si los gobiernos de la región le negaran recursos naturales necesarios, especialmente los energéticos, advirtió Leal. Las presiones sobre Venezuela, proveedora de petróleo a Estados Unidos y gobernada por Hugo Chávez son una muestra, acotó.

Pero para muchos, la diversidad biológica es el recurso amazónico más amenazado por la codicia extranjera. La consecuente paranoia contra la biopiratería está trabando las investigaciones con controles que dificultan el acceso a materiales biológicos, dijo a Tierramérica Charles Clement, experto en frutas amazónicas del Instituto Nacional de Investigación de la Amazonia (INPA).

La biopiratería es el usufructo ilegal de recursos genéticos y conocimientos tradicionales vinculados a ellos. Sí, hay biopiratas, pero es "uno en cien" investigadores, sostuvo Clement.

Se ha difundido la idea de que la biodiversidad equivale a ganancias en forma de nuevos medicamentos, alimentos y cosméticos, pero identificar y desarrollar un producto exige muchos años, entre 10 y 20 en el caso de los fármacos, comentó. Con financiamiento para pocos años, muchos proyectos se interrumpen y otros ni siquiera comienzan su ejecución por la imposición de nuevas exigencias, dijo.

Clement vive hace 28 años en la Amazonia sin sufrir discriminaciones por ser estadounidense.

Su compatriota, Thomas Lovejoy, respetado ecólogo, conocedor de la Amazonia y presidente del Centro Heinz de Washington, tampoco se quejó de constreñimientos.

El temor a la internacionalización de la Amazonia y a la biopiratería tal como hoy se manifiesta, "no tiene bases reales", dijo a Tierramérica.

La biodiversidad amazónica "es robada a las futuras generaciones brasileñas, sí, pero por su destrucción", la deforestación que convierte los árboles en dióxido de carbono, dijo Lovejoy.

La destrucción de árboles, en especial por incendios, es una forma de internacionalizar, porque el gas liberado recalienta el clima de todo el planeta, destacó.

* El autor es corresponsal de IPS. Publicado originalmente el 24 de septiembre por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica. (

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