Joven, latinoamericano, viste ropas flamantes de la cabeza a los pies, entre 1.000 y 2.000 dólares en efectivo en su bolsillo. Motivo de la visita a la Unión Europea: turismo.
Pero seguramente su meta no es hacer turismo, pues ese es el perfil típico de los correos de la droga trazado por las autoridades de Portugal, la frontera marítima sur de la Unión Europea (UE) y una de las principales puertas de entrada de estupefacientes al espacio económico común del bloque.
También portugueses, españoles, holandeses y ciudadanos de Europa oriental empiezan a competir o a colaborar codo a codo con los latinoamericanos, que continúan encabezando la lista de los detenidos en los aeropuertos de Lisboa y Oporto.
Las cifras reveladas este mes por el subdirector de la Policía Judicial, José Brás, indican que en los últimos cinco años se registró un notorio aumento de las incautaciones de droga y los arrestos de falsos turistas en estas dos ciudades, las principales del país.
En ambos aeropuertos, en 2000 fueron capturados 377 kilogramos de cocaína, cifra que subió a 381 el año siguiente, 457 en 2002, 610 en 2003, para alcanzar 831 kilogramos en 2004.
En cuanto a los arrestos, los 74 registrados en 2000 subieron a 100 el año sucesivo, 135 y 132 respectivamente en 2002 y 2003, para alcanzar 186 detenidos el año pasado.
Los métodos son múltiples y "podría pasar un día entero" disertando sobre los sistemas utilizados, explicó Brás, responsable de la Dirección Central de Investigación del Tráfico de Estupefacientes de la Policía Judicial.
La cocaína puede estar impregnada en ropa o en rollos de papel higiénico. Sus escondrijos son múltiples: suelas de zapatos, latas de fruta en conserva, frascos de champú, fondo falso de maleta, estatuillas, piezas de automóvil, el estómago o los órganos genitales de una persona y hasta en la silla de ruedas de un paralítico de 80 años.
"El límite es la imaginación humana, porque a estos métodos sería necesario añadir aquellos que la policía no ha detectado", apunta Brás..
La droga que entra en Portugal en su inmensa mayoría sigue viaje por tierra a mercados más ricos de la UE y la vía marítima sigue ocupando el lugar de preferencia de los traficantes, pese a este aumento significativo de la ruta aérea de la cocaína.
Tan sólo en el primer semestre de este año, acciones de la Policía Judicial apoyadas por la marina derivaron en la requisa de más de siete toneladas de cocaína, una captura bastante significativa, al tener en cuenta que 2004 finalizó con la cifra de 6,7 toneladas requisadas.
Los barones de la droga de antaño, como los colombianos Pablo Escobar, del cartel de Medellín, y Gilberto Rodríguez Orejuela, del cartel de Cali, ya desaparecieron y hoy "las organizaciones criminales son más pequeñas, pero más sofisticadas", estima Brás.
Según las conclusiones de la Policía Judicial, las mafias recurren cada vez más a individuos en situación de gran precariedad para introducir la cocaína en territorio de la UE por vía aérea, porque prefieren "polarizar y diversificar el riesgo".
Los responsables de las fronteras reconocen que las requisas son una verdadera lotería. "Si una pequeña organización tiene una tonelada para transportar, puede hacer 200 envíos de cinco kilogramos cada uno y tal vez la policía sea capaz de detectar 50 correos, mientras otros 150 llegarán a su destino".
Estadísticas de la Dirección Nacional de Servicios Carcelarios indican que 680 extranjeros cumplían penas de prisión por tráfico de estupefacientes hasta diciembre de 2004.
Encabezan la lista de presos los latinoamericanos, al representar 41 por ciento del total, seguido ciudadanos de la UE con 32 por ciento, y de Europa oriental, que alcanzan a siete por ciento.
En cuanto al total de detenidos por tráfico de drogas por nacionalidades, los brasileños inauguran el elenco, con 34 por ciento, seguidos por los portugueses, 16,2 y españoles con 10,1 por ciento.
Brás concluye con una advertencia. En un mercado globalizado como el del tráfico de drogas, el diálogo entre las autoridades "debe ser rápido, eficaz e informal".
La base del éxito está en la cooperación internacional. "Los traficantes no reconocen fronteras, las policías deben mitigar las suyas", apuntó.
