Con cuantiosos daños materiales, pero no más de 10 muertes, México sorteó con éxito lo peor del huracán Emily, gracias a las medidas de protección aplicadas en varios estados de la costa este del país.
Este jueves, ya como tormenta tropical, Emily golpeaba el estado de Nuevo León y el sur de Estados Unidos, al finalizar su recorrido por territorio mexicano, al que había ingresado el domingo desde el océano Atlántico, como huracán de categoría cuatro en la escala de cinco de Saffir-Simpson.
En su trayectoria hacia el noroeste, Emily afectó los estados de Quintana Roo, Campeche, Yucatán, Veracruz y Tamaulipas.
Más de 100.000 personas que habitaban zonas costeras fueron evacuadas en los últimos seis días, en operativos rápidos y ordenados. La efectividad de los programas de protección fue elogiada por expertos internacionales.
México demostró que con planificación se puede hacer frente a los fenómenos naturales, dijo a IPS el encargado de Recursos Naturales de la oficina para América Latina y el Caribe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma), Julio Calderón.
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La inversión en construir albergues, educar a la comunidad y tener alertas, paga dividendos, y éste es el caso, apuntó el funcionario desde su oficina en la capital mexicana.
De forma similar se pronunció la Secretaría de la Estrategia Internacional para la Reducción de Desastres de la Organización de las Naciones Unidas. Su titular, Sálvano Briceño, dijo en Ginebra que México es un buen ejemplo de preparación frente a los huracanes. Sus autoridades identificaron a las poblaciones en riesgo y reaccionaron adecuadamente.
Sin embargo, más de 10.000 casas y cientos de hectáreas de cultivos fueron dañadas o destruidas. Además, hubo cortes en el suministro de energía eléctrica y de agua potable.
Pero la mortalidad fue baja, creo que México ha ido aprendiendo las lecciones, señaló Calderón.
En septiembre de 2002, el huracán Isidore golpeó con fuerza el estado de Yucatán y mató al menos a 10 personas. En esa ocasión hubo numerosas quejas por la imprevisión y las escasas medidas de apoyo a unas 500.000 personas damnificadas.
Calderón advirtió que la recién iniciada temporada de huracanes seguirá afectando a México, a sus vecinos del Caribe y América Central y al sur de Estados Unidos. No hay que bajar la guardia, expresó.
Cada año, entre junio y noviembre, la porción del océano Atlántico correspondiente al mar Caribe y al golfo de México vive una temporada de tormentas tropicales, varias de las cuales se transforman en huracanes.
El Centro Nacional de Huracanes de Estados Unidos pronosticó entre 12 y 15 tormentas tropicales, siete o nueve de las cuales se convertirán en huracanes, tres de ellos de gran intensidad.
La aparición del huracán Dennis, que causó en la primera semana de este mes graves daños en varias naciones del Caribe, y la de Emily confirman que esta temporada de tormentas será muy activa, señaló el experto del Pnuma.
Las tormentas tropicales y su expresión mayor, el ciclón, se forman cuando aumenta la temperatura de los océanos en latitudes cercanas a los trópicos, lo que sucede entre junio y noviembre en el hemisferio Norte.
Para hacer frente a la reconstrucción posterior a estos desastres, México tiene un presupuesto anual de poco más de 471 millones de dólares. Además cuenta con programas de simulacros y construcción de albergues.
Este país de 104 millones de habitantes tiene una larga experiencia en desastres naturales. Según estudios oficiales, el territorio libera cada año tres por ciento de la energía sísmica mundial, y son comunes aquí las inundaciones, las sequías y los huracanes.
Unos 20.000 movimientos de tierra por año resultan, en su mayoría, imperceptibles para la población. Unos 500 temblores de magnitud cinco o superior registrados en los últimos 25 años equivalen a la energía liberada por la explosión de cientos de bombas atómicas, señalan los expertos.
En 1985, un terremoto destruyó parte de la capital y mató a cientos de personas. A partir de esa tragedia, las autoridades establecieron programas especiales de protección civil, pero reconocen que aún falta preparación en la población.
Según autoridades, más de 70 por ciento de habitantes afronta riesgo de terremotos, explosiones volcánicas, inundaciones, sequías y huracanes.
Las costas mexicanas sobre el océano Pacífico están ubicadas sobre placas tectónicas con movimientos periódicos. El Servicio Sismológico estima que un fuerte desplazamiento de esas placas, de más de ocho grados en la escala de Richter (con un máximo de 12), puede ocurrir en un lapso que abarca desde los siguientes meses hasta los próximos 100 años.