No concuerdo con la vida, no cambio mi ser, no cederé. Soy Estamira y punto. Este no es el único grito de guerra de la sexagenaria que acumula arrugas de vida y de 20 años trabajando en un inmenso basural, en medio de cuervos, perros y colegas de infortunio.
No hay más inocentes, hay astutos al revés, es otra sentencia definitiva de la insólita protagonista del documental Estamira, una anciana esquizofrénica que se confiesa loca, sin juicio, pero conciente, lúcida, y que se reconoce perturbada, aunque sabe distinguir la perturbación.
Su mundo es el basural a cielo abierto de Jardin Gramacho, que recibe buena parte de los residuos de la región metropolitana de Río de Janeiro y que recién ha sido convertido en relleno sanitario.
Basura es resto y descuido, define ella, quien se declara enamorada del relleno sanitario donde convive con otros catadores, los pobres que allí sobreviven recogiendo alimentos descartados y desechos reciclables como latas, papel y vidrio. En otros países latinoamericanos son llamados basuriegos, pepenadores, cachureros, hurgadores, excavadores o buzos.
El filme que muestra esa vida penosa junto con el discurso desconcertante, con recursos poéticos y retóricos sorprendentes en una loca, fue premiado como el mejor largometraje en el VII Festival Internacional de Cine Ambiental, a comienzos de este mes.
También ganó el premio de Prensa y del Jurado Popular de este festival conocido por sus siglas FICA, que tiene lugar cada año en Goiás, la histórica ciudad ubicada en el centro de Brasil, a unos 340 kilómetros de Brasilia.
Pese a estos y otros galardones en festivales nacionales y de Francia, Estados Unidos y República Checa, el filme de Marcos Prado, finalizado en 2004, aún no logró ser exhibido en el circuito comercial ni en la televisión en el país, como han logrado otros documentales brasileños últimamente, se lamentó André Trigueiro, periodista ambiental que presidió el Jurado del FICA.
Prado es un fotógrafo y productor de cine que por muchos años registró en fotos, publicadas en el libro Jardín Gramacho, la evolución del basural. Cinco años atrás, al fotografiar personas, descubrió Estamira y se encantó por su forma de hablar por lo cual decidió filmarla.
Fueron cuatro años de filmaciones que produjeron 120 horas registradas en película y video. La película finalmente quedó reducida a 100 minutos, pero aún parece demasiado larga. Ganaría densidad y mayores posibilidades de seducción a los espectadores con un mayor recorte.
Alternando partes en blanco y negro, obscureciendo el triste ambiente basurero, y otras en color, el filme destaca principalmente el discurso del personaje central, que va perdiendo fuerza y vocabulario mientras la esquizofrenia se agrava a lo largo de los cuatro años.
Impactante es el ateísmo de Estamira que al final ya no soporta a su hijo devoto de una iglesia evangélica. Blasfema violentamente al oírlo decir textos de la Biblia. Dios sucio, violador, traidor, grita ella, entre palabras más groseras aún.
En su locura, ella proclama teorías sobre los más variados temas, con una oratoria a veces exagerada, con una serie de tres o cuatro adjetivos, expresiones aclaratorias o antítesis, a veces equivocándose en palabras mal asimiladas.
Uno no aprende en la escuela, donde solo se copia, uno aprende con los acontecimientos. La escuela es sólo copias, hipocresías y mentiras, sostiene.
Los testimonios del hijo mayor y de dos hijas suyas permiten reconstituir la historia de Estamira. Se sabe entonces que tuvo un padre violento, por lo menos dos maridos, una madre que también sufrió alguna enfermedad mental. El remordimiento por haber internado a su madre en un manicomio la libró de tener el mismo destino. Sus hijas decidieron jamás repetir el error.
Hace 20 años que ella alterna períodos de dos o tres semanas en el basural, durmiendo al aire libre, y algunos días en su casucha en un barrio lejano, donde la visitan sus hijos.
Estamira odia a Dios, pero cree en la existencia de un control remoto natural superior y otro artificial que, al parecer, tiene que ver con la tecnología desarrollada por los seres humanos.
Pero cuando se siente mal o tiene dolores, lo atribuye a un indefinido control remoto.
Teoriza sobre el más allá del más allá y sobre la muerte, el desencarnar, que nada más sería asumir el formato transparente, invisible. Además de diatribas contra Dios, que sólo habla de guerra y su pena de Jesús, ella se endiosa: mi misión es mostrar la verdad y capturar la mentira. Soy la visión de cada uno, nadie puede vivir sin mí, asegura.
Tanta locura es porque mi cabeza trabaja mucho y tiene adentro un cometa, explica en el filme. Diagnostica que la tierra es indefensa y su dictamen para el mundo de hipócritas, descarados e insignificantes es que la única solución es quemar todo.