MIGRACIONES-PORTUGAL: Del hecho al prejuicio

”Gracias Vassily. Portugal inmigrante, Portugal tolerante”. ”Nosotros agradecemos y ellos retribuyen”. Estas frases, ilustradas con la imagen de un trabajador ucraniano, encabezan una campaña lanzada en Portugal para derribar el mito de los presuntos efectos perversos de la presencia extranjera en el país.

La campaña, lanzada este jueves por el Alto Comisionado para la Inmigración y las Minorías Étnicas (Acime) en suplementos en los principales medios de información, recuerda que durante siglos, éste fue un país de emigrantes, por lo que llegó la hora de acoger a los 400.000 inmigrantes (documentados) residentes ”para que Portugal sea un país mejor”.

El Acime sostiene que en cuanto a la percepción de la inmigración, han aparecido ”verdades” que nacen de ideas preconcebidas y aparentemente coherentes, ”pero que, sin embargo, son profundamente erradas” y casi siempre ”están al servicio de intereses e ideologías”.

El texto introductorio de la campaña propone enfrentar algunos de los mitos sobre los inmigrantes —como el de que los trabajadores extranjeros ”vienen a robar nuestros empleos”—, a través del conocimiento científico adquirido y su interpretación rigurosa, sin olvidar que ”Portugal tiene 4,5 millones de emigrantes en todo el mundo”.

El Acime, establecido por decreto en 2002, depende del primer ministro, pero con una estructura independiente de apoyo y consulta para el gobierno en materia de inmigración y de minorías étnicas.

Tiene como misión verificar la aplicación de leyes contra la discriminación, promover la integración de inmigrantes y minorías y garantizar la participación de las asociaciones vinculadas a estos sectores en la definición de políticas integradoras y de combate de la exclusión.

El país contaba en 1990 con 100.000 inmigrantes, cantidad que se duplicó hasta 1999. Entre el último año de esa década y los primeros cuatro de la siguiente, volvió a doblarse esa población, para llegar en 2004 a 400.000 trabajadores extranjeros documentados, pero cálculos extraoficiales estiman que son 610.000, en un total de 10,2 millones de habitantes.

Los documentos oficiales en los países de la Unión Europea (UE) solo refieren datos de trabajadores con permiso de residencia al día, pues de otra manera ”significaría reconocer la incompetencia de las policías de frontera”, dijo a IPS el presidente de la no gubernamental SOS-Racismo, José Falcão.

Contrariando alarmas de sectores ultra-nacionalistas que con frecuencia arguyen que los trabajadores extranjeros ”nos están invadiendo”, el Acime recuerda que ”Portugal está lejos de ser uno de los países con mayor porcentaje de inmigrantes”.

El último estudio de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE, que reúne entre sus miembros a todos los países industriales), publicado en 2002, coloca a Luxemburgo en primer lugar, con una inmigración correspondiente a 37 por ciento de la población del país, seguido de Suiza, con 19 por ciento y luego Alemania, Austria y Bélgica con entre 8 y 10 por ciento.

”Portugal tenía en la misma época, 2,1 por ciento de población inmigrante en su territorio y aun hoy, tras el crecimiento acelerado de los últimos años, que también se produjo en los demás países, alcanzó solo 4,1 por ciento”, apunta el documento del Acime.

En otro pasaje del extenso suplemento se desvirtúa la presunta correlación automática entre inmigración y desempleo de la población nacional, argumento esgrimido por los partidos de extrema derecha de la mayoría de los países industrializados.

El estudio de la OCDE ”demuestra exactamente lo contrario: los mayores índices de desocupación se verifican en los países con bajos porcentajes de inmigrantes, y los países con mayores proporciones de ellos muestran tasas de desempleo relativamente bajas”, como en Australia, Canadá, Estados Unidos, Noruega, Nueva Zelanda y Suiza.

En contrapartida a las advertencias xenófobas de sectores que el Acime define como minoritarios, cita al español José María Gil Robles, comisario de la UE para los Derechos Humanos en 2003, quien elogió la situación social que encontraban los inmigrantes en Portugal.

”El aumento del número de extranjeros en Portugal, sea de Europa oriental, sea de los países de lengua portuguesa, fue absorbido sin la aparición de tensiones sociales o raciales”, lo que evidencia ”la apertura general y la tolerancia de la sociedad portuguesa” y es ”un ejemplo para otros países de Europa”, había estimado Gil Robles.

Según el Acime, el alto crecimiento económico registrado en Portugal en la segunda mitad de la década pasada y las grandes obras públicas realizadas entre 1998 y 2004, poco a poco fueron exigiendo una mayor cantidad de mano de obra, demanda a la cual el país no tenía capacidad de responder.

Eran los tiempos de la Exposición Mundial de Lisboa, del puente Vasco da Gama, el más largo de Europa, que cubre los 17,8 kilómetros de ancho del río Tajo en la zona oriental de Lisboa, la autopista de 330 kilómetros desde la capital hacia la región meridional de Algarbe, y los 10 estadios deportivos construidos para la Eurocopa de fútbol 2004.

El Acime hace especial hincapié en que ninguna de estas grandes obras podría haber sido realizada sin el concurso de trabajadores inmigrantes.

Por esta razón ”es importante abordar el problema desde otra perspectiva complementaria: ¿Puede Portugal a medio o largo plazo, dispensar la presencia de inmigrantes?”. La respuesta, según el alto comisionado, es un rotundo no, también válido para el resto de la UE.

La UE, así como Suiza y Noruega, ”vive un ciclo de quiebra demográfica, con una reducción significativa del número total de habitantes y un creciente envejecimiento de la población, y las previsiones apuntan a que en 2050 Europa pierda por lo menos 22 millones de habitantes”, subraya el documento.

Para explicar la gravedad de esta previsión, el documento afirma que ”si no existiese la inmigración, el número de personas en edad activa (entre 15 y 64 años), descendería 19 por ciento hasta esa fecha”.

En el mismo período ”las personas con más de 64 años aumentarán de 74 a 125 millones. En 2050, por cada dos trabajadores activos, existirá un jubilado, mientras hoy la proporción es de cuatro a uno”, advierte el Acime.

Una situación que ya se vislumbra como grave y que, según Falcão, ”podría adquirir dimensiones catastróficas si la UE cede a las presiones de la derecha xenófoba y establece barreras infranqueables a los inmigrantes”. (

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